Capítulo 29

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Salí de la entrevista de trabajo con una gran sonrisa en la boca. Estaba eufórica puesto que me habían contratado. Me sorprendió que no me mirasen raro por estar embarazada, es más, me facilitaron las cosas. Me daban flexibilidad horaria a parte de un buen sueldo, por lo que no dudé ni un segundo en firmar los papeles. Además, al no tener experiencia laboral me había costado trabajo que alguien me contratase, pero por fin me habían dado la oportunidad que me merecía. Me encontré con Maia en la oficina, así que se acercó a saludarme una vez me dieron un descanso. Había accedido a comenzar el trabajo cuanto antes y básicamente era hacer los recados de la gente de la oficina, desde llevarles café hasta hacer fotocopias. No era gran cosa pero yo estaba encantada.

–Hola, cariño, ¿qué tal ha ido?

Su gran sonrisa hizo que me contagiase la alegría –Genial, Maia. ¡Me han contratado!

Ella dio unos botes y aplaudió disimuladamente: –¡Lo sabía! Enhorabuenaaaa– me felicitó arrastrando la "a" del final.

La tarde anterior habíamos descubierto que en la planta baja del edificio de las oficinas había una guardería, por lo que Wolf esta vez se había tenido que quedar allí. Era gratuita para la gente que trabajaba en esta empresa, lo que me hizo flipar en colores. Pensé que solo las oficinas de Google eran así de chulas, pero viendo esta aún tenía fe en la humanidad. Todo eran facilidades y no me creía a suerte que habíamos tenido mi tía y yo. Aprovechamos nuestro descanso en ir a ver a mi sobrino. La guardería estaba acristalada, por lo que se podían ver a los niños en el interior. Había varias salas en las que los niños correteaban separados por edades desde los tres meses de edad hasta los tres años, que es cuando comenzaban a ir al colegio. Por una ventana vimos a Wolf, que gateaba detrás de una pelota de tenis para después llevársela a la boca. Observé lo feliz que lucía Maia mirando con orgullo a su hijo y me llevé una mano a mi tripa. Ojalá todo fuese bien para poder conocer a mi bebé. Desde que había empezado a ir al psicólogo no había vuelto a tener ningún susto, pero temía que le pasase cualquier cosa al niño o niña que crecía en mi interior. La semana que viene tenía que ir a hacerme la ecografía del comienzo del tercer y último trimestre y mentiría si dijese que no estaba asustada, pero quería pensar que las cosas iban a estar bien porque se me hacía insoportable pensar lo contrario.

Cuando terminé mi turno respondí a los mensajes que me habían enviado mis amigos. El grupo de WhatsApp que teníamos Kylie, Reece y yo estaba más activo que nunca ahora que habíamos metido a Leo.

"Me han contratado :D"– les puse.

"¡Estaba claro que lo iban a hacer, linda!"– respondió Reece.

Kylie puso un emoticono chocando las palmas y su novio puso: "Enhorabuena, Sherlock"

"Cuando vuelva prepárate para que lo celebremos por todo lo alto"– continuó Reece y no pude evitar lanzar una carcajada. Ese hombre siempre estaba pensando en fiestas.

Justo en ese momento me llegó otro mensaje, pero esta vez era de Kane, así que cerré el chat de mis amigos y abrí el suyo.

"¿Que te parece una cita esta noche?"

El corazón me empezó a latir con fuerza. Nos habíamos estado viendo, pero siempre solía estar Nash entre medias y no habíamos podido hablar de lo verdaderamente importante, así que me sorprendía su propuesta. Además sentía que me estaba vacilando después de todo lo que había hecho. Podía haberme dicho simplemente de hablar, porque una cita siempre implicaba más que eso y no quería caer en sus mentiras de nuevo. Seguía dolida, como era obvio. Me lo pensé unos segundos. James, mi psicólogo, me había dicho que la comunicación es la clave de toda relación, tanto de familiares como de amigos o pareja. Las personas cuando nos comunicamos podemos llegar a entendernos. Es cuando hay falta de comunicación cuando suceden todos los malentendidos, así que debía hablar con él y explicarle mis sentimientos y todo lo que había supuesto para mí lo que nos hizo y también él tenía que explicarme el por qué de todo. Mi antigua yo se hubiera negado a hablar las cosas, se habría negado a abrir ese cajón que me había empeñado en que permaneciese cerrado, pero la nueva Autumn necesitaba saber la verdad por mucho que doliese. Estaba madurando por mí y por mi bebé y, aunque había sufrido mucho, también había aprendido el doble, porque al fin y al cabo la vida está llena de retos y es uno mismo el que tiene que decidir si caerse y permanecer en la miseria o levantarse y resurgir de las cenizas como un ave fénix y yo, por suerte, yo había decidido lo segundo, costase lo que costase.

"OK"– escribí escuetamente.

Me respondió la hora a la que pasaría a por mí y guardé el teléfono móvil en mi bolso. Tenía que arreglarme porque no quedaba mucho hasta la hora que Kane había propuesto, así que una vez salió Maia con Wolf del trabajo fuimos a su coche y, después, a casa.

(...)

Escuché el pitido de un coche enfrente de mi casa y me asomé por la ventana. Kane acababa de aparcar y se bajó del coche justo cuando me vio, así que me retiré de la ventana y cogí el bolso antes de bajar. Me despedí de Maia y Polo que estaban en el sofá viendo una peli mientras Wolf dormía a su lado y le di una última carantoña a Chocolate antes de salir.

Me acerqué a él y empezaron a sudarme las manos. ¿Cómo se supone que le tenía que saludar: con un gesto con la mano, un abrazo o un beso en la mejilla? Estaba incómoda así que me quedé a unos metros de él sin mirarle a los ojos. Odiaba hacer eso, esconderme de esa manera, pero mi confianza en ese momento era escasa.

–Guau, Autumn, estás preciosa– dijo, cogiéndome del brazo para que diese una vuelta sobre mi propio eje.

Ahora que estaba embarazada no paraba de ponerme vestidos porque me parecían de los más cómodo. Además estábamos en verano así que era una época ideal para el atuendo que llevaba. Se trataba de un vestido sin tirantes que me llegaba hasta la rodilla. La parte del torso era de color blanca y con cuello en forma de "u", pero la falda, sin embargo, era negra. Ambas partes estaban unidas por un cinturón dorado que llevaba por debajo del pecho pero por encima de la tripa y que coincidía con mis sandalias del mismo color. Me había dejado el pelo suelto y liso porque ahora que lo tenía corto no me molestaba tanto y solo me había aplicado un poco de pinta labios para darme un poco de color ya que mi piel es muy blanca. Me ruboricé sin querer y maldije internamente. Me estaba arrepintiendo de haber accedido a esto porque era verle y que se me derrumbasen las barreras que había estado construyendo durante tanto tiempo. El amor era una putada muy grande porque te hacía débil. Mis neuronas no parecían pensar con claridad cada vez que le tenía cerca. Sobre todo viendo lo guapo que iba vestido con unos chinos cortos de color beis y una camisa negra junto con unos zapatos blancos. Iba guapísimo con su estilo despreocupado pero pulcro. Estaba tremendo y eso solo me hacía las cosas más difíciles, porque por mucho que quisiera odiarle, no podía.

Puse una breve sonrisa en mi rostro a modo de agradecimiento y me subí al coche rápidamente para que no viese mis mofletes rojos, aunque creo que ya los había visto debido a la sonrisa pícara que apareció en su cara, haciendo que se le marcasen los hoyuelos que tanto me gustaban.

Maldita sea. Estaba claro que esta noche se me iba a hacer muy larga.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora