Capítulo 21

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POV KANE

Estaba en plena rueda de prensa cuando me sonó el teléfono, así que lo silencié y pedí disculpas. Varios periodistas me hacían las mismas preguntas de siempre como por ejemplo cómo y por qué empecé en el fútbol, qué se siente al tener tantos admiradores y si estoy contento con mi equipo. Les respondía pacientemente, pero no tenía ningún interés en seguir allí. Mi vida había dejado de ser mía en el momento en el que habían metido a Autumn, así que sólo había ido con un propósito: dejarles claro que no me molaba un pelo que fueran persiguiéndola por ahí. Me había enterado de todo, desde las noticias falsas en las que me ponía los cuernos hasta el vídeo que estaba circulando, por lo que había tomado medidas legales al respecto. Ella debía estar pasándolo fatal y no quería que les pasase nada malo ni a ella ni al bebé.

El zumbido de mi teléfono no me dejaba tranquilo, así que eché un vistazo rápido. Vi el nombre de Autumn en la pantalla y rápidamente me cambió la cara. Imaginaba por qué me llamaba, seguro que se habría enterado ya del vídeo y quería mandarme a la mierda por haberla arrastrado a la fama cuando ella no quería. Y la verdad es que lo entendía.

–¿Qué se siente al saber todo lo que ha salido a la luz sobre Autumn Johnson, su ex pareja?– preguntó uno de ellos.

Le taladré con la mirada y estuve a punto de bajarme de la tarima en la que estaba subido para darle de hostias. –Se siente que no me gusta que nadie se meta en mi vida privada, así que agradecería que dejasen a Autumn Johnson tranquila.

–Entonces, ¿confirma usted que es su novia?– siguió preguntando este mismo hombre.

Parecía que no le llegase la sangre al cerebro. Quizá su falta de pelo le estaba creando un trastorno. Iba listo si pensaba salir de aquí ileso y sin sacarme algo al respecto. Me enteraría de quién era ese gilipollas y se lo haría pagar por ponerme en esta tesitura.

–Con mis debidos respetos, no es su problema. Ahora si me disculpan tengo un par de asuntos que solucionar– dije, retirando la silla mientras esta chirriaba.

Me bajé de la tarima con malos modales y el entrenador de mi equipo me puso la mano en el hombro, tranquilizándome. Él había sido quién me había fichado en la universidad y a quién le debía todo el dinero que ahora tenía, pero también era a quién debía mi falta de intimidad, porque al fin y al cabo había renunciado a mi anonimato y ahora estaba descubriendo a qué precio.

Me aparté y seguí mi camino sin mirar atrás. Estaba jodido. Muy jodido porque había sido un gilipollas. Volvió a vibrarme el maldito aparato y lo saqué del bolsillo con malos modales. Era Autumn.

–¿Hola?– murmuré con miedo. Me había pasado meses sin escuchar su voz y temía hacerlo ahora. No estaba preparado. Deseaba hacerlo pero por el otro sabía que no podía. Joder, era todo tan difícil.

–Kane, soy Maia, la tía de Autumn. Ella está en el hospital y si te lo digo es porque si tienes un mínimo de amor por el bebé vendrás a verles. Tercera planta habitación número 352.

–Joder– susurré, pasándome las manos por el pelo. –Sí, claro. Voy para allá, gracias por avisar– respondí, pero ya me había colgado.

No la culpaba, la verdad. Fui directo al coche después de golpear una puta farola repetidas veces. Había metido la pata hasta el fondo, la había jodido bien y el pensar que podía perderla me volvía loco. Temía por ella y por el bebé. Temía por mí porque no había sabido continuar mi vida sin ella y temía por su familia por todo por lo que estarían pasando después de haber visto el vídeo sexual. Por suerte lo había denunciado a tiempo y lo habían retirado de todas las plataformas digitales, pero aún había gente que lo tenía grabado en sus teléfonos móviles y que lo publicaban en sus redes sociales para joder. Esperaba por el bien de todos de que no estuviera en una página porno.

Estaba llorando después de mucho tiempo sin hacerlo. Estaba hecho polvo. Ni si quiera notaba dolor en mis nudillos reventados, ni sabía si estaba respetando los límites de velocidad. Lo que sí que sabía es que tenía que llegar ahí cuando antes. Si le pasaba algo no iba a poder perdonármelo en la vida. Mientras quince minutos antes me daba apuro responder la llamada porque no sabía si quería escuchar su voz, ahora solo deseaba hacerlo. Deseaba escucharla, besarla, sentirla y asegurarla que todo iba a estar bien. Joder, ¿en qué momento empecé a volverme tan gilipollas? ¿Por qué no le había dicho la verdad desde el principio? ¿Por qué tuve que actuar de esa manera? Yo les quería y ahora era demasiado tarde porque estaba a punto de perderles y eso me quemaba las entrañas.

Mi vista estaba borrosa cuando por fin llegué al hospital. Con dificultad encontré la habitación que me había mencionado Maia y traté de entrar directamente, pero una mujer de mediana edad me lo impidió. No sabía de quién se trataba. No pensaba que fuera su tía, porque había sido ella precisamente quién me dijo de venir, así que imaginaba que sería su madre y, por su parecido con Autumn, tenía sentido.

–Ni te atrevas– me advirtió, pero hice caso omiso a su advertencia, así que un chaval salido de la nada me empujó. Era el mismo que había visto en las noticias que paseaba con ella, con otro bebé que desconocía y con Chocolate y otro perro. Creo que se llamaba Leo Tucker, según había leído.

–Quítate, gilipollas, vengo a ver a mi novia– le empujé de vuelta. Le sacaba una cabeza y parecía que no le intimidase, lo que solo hacía que me frustrase más.

–¿Tú novia? Revisa bien tus palabras, estúpido. Dejó de serlo cuando la echaste de casa con un bebé en camino. ¿Quién te crees para venir como si nada?– respondió. El tío tenía agallas, debía admitirlo.

–¿Quién te crees tú, si se puede saber?– pregunté, acercándome a él. Tenía su cara a centímetros y estaba a punto de darle una hostia.

–Su pareja, no como tú.

Inmediatamente le solté una puñetazo. No podía creérmelo. Definitivamente era demasiado tarde. Ya la había perdido, eso me pasaba por gilipollas. El chico me respondió el golpe antes de que se acercase un puñado de gente a separarnos. Yo ni si quiera estaba forcejeando, me lo merecía.

–Joder, Leo, ya vale– dijo un hombre que intentaba sujetarle desde atrás.

–¡Suéltame, papá! Se lo merece, joder. La dejó embarazada y se piró... ¿Qué clase de hombre hace eso?– respondió, colérico.

–Eso mismo me pregunto yo– dijo otro hombre. También se parecía a Autumn, así que deduje que era su padre. No me sorprendí cuando me dio otro golpe.

–¡Ya está bien!– gritó una mujer recién salida de la habitación de Autumn con un bebé en brazos. Me quitó a los hombres de encima y se agachó –¿Estás bien?

Asentí en respuesta y me levanté del suelo, totalmente humillado no porque me hubieran pegado, sino porque realmente me lo merecía.

–Soy Maia– se presentó –Ahora ven. Tú y yo tenemos que hablar.

Vi como le entregaba el bebé al tipo el cual Leo había llamado "papá" y la seguí a lo largo del pasillo.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora