Pasaron varios día e incluso semanas y mi tripa no hacía más que crecer. No había vuelto a hablar con Reece desde la fiesta a pesar de todos los mensajes y llamadas que había recibido por su parte. Estaba muy dolida y no sé qué hubiera hecho aquella noche sin la ayuda de aquel hombre de seguridad. No estaba preparada para ver a Kane y, menos aún, para ver lo despreocupado que se encontraba. Me dolía en el alma pensar en él pero, sobre todo, me dolía en el alma pensar en Nash porque ahora que su hermano mayor se había hecho famoso, ¿quién le estaría cuidando? Esperaba que estuviera bien.
Hoy era su cumpleaños. Cumplía 9 años y, aunque estuviera muy pero que muy tentada a hablar con él, no iba a hacerlo a través de Kane. Le diría a Dave que me dejase hablar con Nash sin que se enterara su hermano mayor, pero debía comprender que ese ya no era asunto mío. Y joder cómo dolía.
Por suerte seguía teniendo la compañía de Maia, que seguía saliendo con el padre de Leo, Polo, el cual le había pedido formalizarse como pareja un par de días antes. Estaba súper contenta por ellos, a pesar de que la mayoría del tiempo me sentía una sujeta velas. Me dolía sus muestras de afecto porque me hacían recordar lo que tuve con Kane, así que intentaba pasar el menor tiempo posible con ellos cuando estaban en casa. Iban a tomarse las cosas con calma, así que por ahora no se iban a ir a vivir juntos, pero no descartaba la posibilidad de que lo hicieran en un tiempo, y en ese caso me tendría que buscar un sitio en donde quedarme.
También me seguía llevando con Leo. Era un chico maravilloso que siempre que podía aprovechaba para sacarme de casa y dar una vuelta con nuestros perros y con Wolf y mi bebé. Agradecía la distracción, porque estas últimas semanas habían sido un martirio para mí. Además, las hormonas no ayudaban. Me pasaba el día llorando como una magdalena por todo. Es más, el día antes había visto una película sobre divorcios y acabé llorando porque una de las parejas al discutir se les cayó la pecera y se murió el pez. Adivinad quién lloró, y no por la pareja, sino por el pez. En fin, Leo seguía hablándose con Kylie y cada vez había más confianza entre ellos. Después de aquella fiesta habíamos quedado los tres para tomar un helado, pero seguía sin querer ser ir de sujeta velas, así que procuraba no coincidir mucho con ellos porque me dolía ver la felicidad de la gente. Sonaba egoísta, pero me sentía así y no sabía qué hacer para pararlo.
De fondo escuché un zumbido que, poco a poco, fue haciéndose más sonoro, así que abrí los ojos rápidamente. Normalmente no solía echarme la siesta, pero hoy estaba con el ánimo por los suelos y necesitaba dejar de pensar, así que decidí echarme un rato. Miré a mi alrededor hasta que encontré el origen de aquel molesto zumbido. Era mi móvil, que no paraba de vibrar en la mesita de noche. Estiré el brazo por encima de la sábana y me dispuse a cogerlo sin ver quien era. Grave error.
–¿Sí?– murmuré adormilada nada más cogí la llamada.
–¡Mamá!– gritó una voz infantil al otro lado de la pantalla. Me desperté del todo y me quedé bloqueada por unos segundos sin saber qué hacer. ¡Era Nash!
–¿Nash? Corazón, muchísimas felicidades. Siento no haber podido estar ahí hoy...– comencé, sin saber como continuar. ¿Me inventaba una excusa o le decía la verdad? No quería que supiera la verdad por si le hacía ver a su hermano de otra manera distinta, así que decidí dejarlo ahí –¿Cómo has conseguido mi número?– pregunté, cambiando de tema.
Las lágrimas habían comenzado a salir desesperadamente de mis ojos. Le echaba muchísimo de menos y al parecer el bebé también, ya que empezó a darme pataditas. Parecía mentira que el bebé solo quisiera aporrearme la tripa cada vez que escuchaba a su padre o a su tío, puesto que hacía que el momento fuese incluso más doloroso de lo que ya de por sí era.
–Ha sido Dave, me ha dejado llamarte porque papá está en el partido, pero es un secreto– cuando mencionó la palabra "secreto" bajó la voz, lo que hizo que mi corazón se llenase de ternura. No quería que me notase mal a través del teléfono, así que intenté sonar lo mejor posible para que no se preocupara.
–¿Y qué tal? ¿Cómo has celebrado tu cumple?– miré por la ventana y me di cuenta de que ya había oscurecido. Sabía que hoy el equipo de Kane jugaba porque solía seguir sus partidos, pero se me había pasado por completo la hora al haberme echado la siesta. Chocolate me miró, acurrucado en la cama alzando la oreja, como si supiera con quien estaba hablando, así que decidí poner el teléfono en altavoz para que pudiese escuchar la voz de Nash.
–¡Celebré una fiesta con los de mi clase! Y... ¡no te lo vas a creer! Zoelene y Ezra me regalaron un circuito de mini karts– sonaba tan entusiasmado que hizo que sonriese a pesar de mis lágrimas. Nash era pura vida.
Choco, al escuchar la voz del pequeño se puso a ladrar de alegría y a pegar brincos en la cama. Parecía como si estuviese poseído, lo que hizo que me riese.
–Mira, Nash. Choco se alegra de escucharte. Está saltando de un lado para otro– le informé.
–¡Chocolate! Jo, ¡cuánto os echo de menos! Papá siempre me dice que estáis de viaje, ¿cuándo volveréis?
Se me borró la sonrisa de un plumazo e inspiré sonoramente. ¿Así que esa era la excusa que se había inventado Kane para calmar a Nash? ¿Que nosotros nos habíamos ido cuando era él quien nos había echado? Sabía que debía morderme la lengua por el bien de Nash, porque no quería que estuviera en medio, pero aún así me jodía que se inventara excusas de mierda en vez de afrontar la realidad como el hombre que yo pensaba que era.
–Sí, así es. La verdad, Nash. No lo sé– murmuré, derrotada.
–¿No estáis enfadados papá y tú, verdad?– preguntó con inocencia.
–¡No! Claro que no, chiquitín– mentí –Lo que pasa es que estoy muy liada con unos asuntos y no sé cuánto tiempo me quedaré, pero eso no cambia el echo de que te quiero muchísimo, ¿me oyes?
Escuché un sonido extraño al otro lado del teléfono y, cuando me quise dar cuenta, Nash estaba llorando.
–No, mi amor, no llores. Ya verás que pronto nos veremos, se te va a pasar volando– volví a mentir. No quería que llorase y, menos aún, por mi culpa. Escuché cómo se sorbía los mocos al otro lado de la línea.
–Yo también te quiero, mamá– me dijo con la voz rota. El mote no ayudaba en absoluto para hacerme sentir mejor, sino todo lo contrario. –Tengo que dejarte. Dave me está pidiendo su móvil de regreso.
–Vale, amor. Pórtate muy bien y que cumplas muchos años más. ¿Puedes pasarme un segundo con Dave?
Escuché un zumbido de fondo y unos susurros. –¿Autumn? – me saludó Dave.
–Hola, Dave. Solo quería darte las gracias por haber dejado que Nash hable conmigo. Entiendo que es una situación igual de difícil para ti como lo es para nosotros, más que nada por estar en medio– le agradecí, aún llorando.
–No te preocupes, lo he hecho porque ninguno de los dos paran de hablar de ti y me tenían ya harto.
Podría haberle preguntado a qué se refería con que hablaban de mí, pero estaba demasiado agotada psicológicamente y no quería echarle más leña al fuego. Ya no quería saber nada más de Kane.
–Bueno, gracias de nuevo. Pasadlo bien– me despedí justo antes de colgar. Ni si quiera quería saber cuál iba a ser su respuesta.
ESTÁS LEYENDO
SEPARADOS ©
Novela JuvenilTras los sucesos inesperados, Autumn intenta recomponerse a pesar de estar hecha pedazos. Intentar afrontar los cambios nunca había sido tan complicado... y más aún en la situación en la que se encuentra. ¿Estará a tiempo de tomar las riendas de su...