Capítulo 3

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Tras sopesar mis posibilidades, me di cuenta de que no tenía ningún lugar a donde ir, así que tuve que llamar a mis padres con el rabo entre las piernas.

–Hola– saludé, intentando controlar el temblor de mi voz.

–Autumn, ¡Nos has tenido muy preocupados! ¡No vuelvas a hacer eso!– gritó mi madre, sin ni si quiera saludarme.

–Lo siento, mamá...Tienes razón– admití, derrotada –He tenido una serie de problemas.

–En ese caso ya estás volviendo a casa, que ya estás de vacaciones.

Suspiré y me llevé la mano al vientre. En el momento que se enterasen mis padres me iban a matar, lo presentía. Además ellos ni si quiera sabían que tenía perro, lo que iba a hacer que mi madre estallase nada más ver a Chocolate.

–Eso pensaba hacer. ¿Puedes sacarme el billete?

–Sí, le diré a tu padre que te lo saque– se le notaba muy cabreada, por lo que no quería alargar más la conversación con ella –Te llamaré cuando esté listo.

–Vale, gracias. Hasta luego.

Colgué la llamada justo cuando me saltó un mensaje. No miré ni si quiera de quién era, simplemente lo abrí deseando que fuese Kane. Una vez más, el dolor se fue abriendo paso por mi pecho y una lágrima descendió de mi ojo cuando vi la imagen de mi primito pequeño, el hijo de mi tía Maia, que había nacido recientemente.

En el mensaje ponía "Wolf y yo nos preguntamos cuándo vendrás a vernos. Te queremos ;)" y un selfie de Maia dándole un besito al bebé en la mejilla.

Mi tía Maia era una de las personas más fuertes que había conocido nunca. Ella era una madre soltera que estaba sacando a su bebé adelante sin ayuda de nadie, por lo que para mí era una gran referente. Maia era periodista y trabajaba como una loca en una pequeña empresa en la que la machacaban a trabajar. Por suerte, ahora estaba de baja por maternidad, pero no sabía cómo iba a hacer cuando volviese a sus labores en la empresa. La habían contratado justo cuando había perdido toda la esperanza, ya que en su anterior trabajo la echaron cuando se enteraron de que estaba embarazada para no tener que darle la baja. Desde que había nacido mi primo, había estado enviándome cientos de fotos de Wolf en todas las posturas y yo no había tenido el valor de contarle todo lo que había pasado con Kane, pero algo dentro de mí me dijo que era a la primera de mi familia a la que debía contárselo.

Dejé sin contestar el mensaje para pensarme detenidamente la respuesta y continué mi camino. No me quería ni imaginar las pintas que debía tener con unos pantalones cortos de chándal y una camiseta vieja de Kane que era ocho veces yo. Sabía que tenía que deshacerme de ella, pero cada vez que intentaba tirarla a la basura acababa llorando. Mientras iba andando, la gente me miraba con cara rara y no solo por mis pintas, sino porque con una mano arrastraba la maleta y, con la otra, sujetaba la correa de Chocolate. Realmente parecía una vagabunda, pero me daba igual.

Llegué al hostal que había estado buscando y le eché un vistazo al lugar. No era un sitio lujoso, desde luego, pero no me podía permitir otra cosa. Total solo serían unos días, hasta que mi madre me llamase para decirme que ya me había conseguido el billete. Busqué la recepción que, por suerte para mí, estaba nada más entrar a la izquierda. Una señora anciana estaba detrás del mostrador fumándose un cigarro, dejando un olor desagradable por todo el establecimiento. Cuando me vio acercarme, se incorporó en el asiento y le echó una mirada desagradable a Chocolate, por lo que decidí que la señora me iba a caer mal.

–Hola, quisiera una habitación simple para una noche– dije, molesta por cómo había mirado a Chocolate. Choco, ajeno a las miradas desagradables de la vieja, meneaba el rabito de un lado para otro.

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