Capítulo 41

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Noté unos pasos detrás de mí. Aunque me imaginé de quién se trataba no quería estar acompañada en esos momentos.

-Déjame sola- dije entre hipidos. Estaba a punto de lograr mi misión y encerrarme en mi habitación del hotel.

-No- me sorprendió la voz de Kylie. No me esperaba su presencia, sino la de Kane, así que me giré pensando que también tendría una disputa con ella. En cambio, me chocó ver sus lágrimas a juego con las mías. -Todo esto ha sido culpa mía.

Me encontraba anonadada. ¿Cómo iba a ser su culpa?

-¿Por qué dices eso? He sido yo quien les ha jodido la boda a Dave y Reece y quien ha destruido tu relación con Leo.

-No, Autumn, yo he sido la que no te advirtió sobre la obsesión de Leo con hacerte suya solo por la fama que eso le daría.

-¿Quién iba a saber eso?- murmuré, agotada -Nos ha engañado bien.

-Ya lo creo- Por primera vez, sonrió levemente en mi presencia -¿Me perdonas?

-Claro que sí, Kylie.

Se acercó a mí y me depositó un abrazo. Ambas lloramos en los hombros de la otra, justo cuando apareció Kane por el pasillo. Kylie fue la primera en separarse y, al ver a el Mastodonte, se achantó un poco.

-Lo siento- se disculpó nuevamente antes de desaparecer por el corredor.

Miré a Kane. Tenía la mano izquierda algo ensangrentada.

-No es mía- especificó.

-Les he jodido la boda a mis amigos- me acerqué a él llorando. Necesitaba que me abrazara. Necesitaba su cercanía.

-No les has jodido nada, fue el propio Leo quien lo hizo- murmuró en mi pelo. Enterró un beso en mi cabellera.

-Duerme conmigo- pensé en voz alta mientras él me miraba sorprendido. Yo me retracté al momento y él debió de notarlo.

-Solo si tú quieres- clavó su mirada en la mía para recalcar sus palabra -La niñera está contratada para toda la noche.

Intenté no darle más vueltas cuando abrí la puerta de mi habitación. Kane me pidió permiso para ir al baño mientras yo me desmaquillaba y me ponía mi habitual camisón negro como pijama. No me di cuenta de que era una de las camisetas que el Mastodonte me había dado en el pasado hasta que salió del baño y me vio con ella puesta. Me sentía insegura ahora que él sabía que había estado durmiendo con la prenda durante todo el verano. Ya había perdido el olor, pero aún así me hacía sentir como en casa.

Tragó saliva y se acercó indeciso a la cama. Él tampoco sabía muy bien cómo actuar, no porque estuviéramos tensos en la compañía del otro, sino porque ambos deseábamos estar juntos.

No metimos dentro de ella y nos tapamos con la fina sábana.

-¿Estás bien?- preguntó -¿Te has hecho daño?

Me examinó con los ojos y yo negué con la cabeza. Por suerte, me había caído de culo y no desde gran altura, ya que era bajita.

-¿Qué es lo que te ha dicho? Cuando he vuelto con las bebidas estaba agarrándote por los hombros.

Le expliqué todo al detalle y noté la furia atravesar sus azulados ojos.

-Maldito cabrón...- susurró para sí mismo -Lo mejor que podemos hacer es no darle el protagonismo que tanto ansía.

-Tienes razón, pero hay algo que no me cuadra- dije.

-¿Y qué es?- preguntó, curioso. No sabía en que momento nos habíamos acercado tanto, ya que nuestras cabezas chocaban mientras mirábamos al techo.

Él tenía su mano puesta en mi panza e imaginé que estaba notando las patadas de nuestro inquieto bebé.

-¿Por qué Leo ha decidido esperar tanto tiempo para delatarse? ¿Por qué en este viaje?- le miré.

-Creo que se ha delatado hoy por dos cosas: la primera, porque nota que te está perdiendo y me ve como una amenaza. Si te das cuenta desde el primer momento en el que me vio me mintió sobre el hecho de que eráis pareja. Ni si quiera tú sabías que había dicho eso hasta que yo te lo pregunté, por lo que nos ha intentado alejar sin éxito.

-¿Y cuál es la segunda?- pregunté. Mirándolo desde aquel punto de vista me cuadraban los motivos.

-La segunda es el alcohol en vena. Si algo he aprendido en todos estos años es que los borrachos nunca mienten. Supongo que se le ha terminado la paciencia al ver que no le correspondías como él quería.

-Tienes razón- asentí varias veces.

-Siempre la tengo- bromeó, ganándose un codazo de mi parte. Ambos sonreímos y me embriagó la calma del momento. Minutos después, medio adormilada, me di cuenta de que Kane se había quedado dormido abrazándome de lado y yo no tardé mucho en imitarlo.

(...)

La luz se coló por la ventana de la habitación, cegándome. Tardé varios minutos en situarme y darme cuenta de que Kane se encontraba a mi lado, mirándome.

-Buenos días.

Le di un beso en la mejilla como respuesta y me estiré en la cama. Odiaba los despertares, pero me encantaban los que eran con Kane. Hoy debíamos ir al aeropuerto, pues volvíamos a Estados Unidos. A pesar de todos los contratiempos y de que no me había dado tiempo a ver mucho, Puerto Rico me había encantado y, ahora que había salido del país por primera vez, no descartaba volver a hacerlo en algún futuro no muy lejano.

Metí mis prendas en la maleta mientras Kane se fue a su habitación a hacer lo mismo con la suya y la de Nash. Me puse la música en el teléfono y bailé despreocupadamente. Tenía ganas de volver a casa con Chocolate, ver a Maia y a Wolf y retomar el trabajo. En resumen, tenía ganas de volver a mi zona de confort, a lo que ya conocía. Aún me quedaban muchas cosas a las que debía enfrentarme (como la última ecografía, el parto y el juicio) y sabía que nunca iba a sentirme preparada del todo, pero haría el mejor de mis intentos. También debía pedirle perdón a los recién casados y, aunque Kane me avisó de que se habían ido a disfrutar de luna de miel tras la fiesta y estarían una semana incomunicados, me apunté mentalmente hacerlo una vez quedar con ellos una vez estuvieran de vuelta.

Terminado todo, cogí mis pertenencias y devolví la llave de la habitación a los de recepción al tiempo que bajaban de las habitaciones el resto personas que iban en el mismo avión que el nuestro, incluyendo a Leo y Kylie. Kylie me sonrió y supe que habíamos arreglado nuestras diferencias, mientras tanto Leo como yo nos ignoramos. No queríamos más problemas. Los últimos en llegar fueron Kane y Nash, quien estaba enfurruñado por haberle dejado de noche con una niñera. Era normal que quisiera marcha, al fin y al cabo solo era un niño.

Emprendimos camino en un minibús en donde cabíamos todos y reinaba el silencio. La tensión se respiraba en el ambiente y más aún cuando Leo no paraba de taladrar a Kane con la mirada. Sin embargo, Kane no le prestaba la más mínima atención mientras miraba el juego de la Nintendo al que su hijo estaba jugando. Tomé aire y cerré los ojos. Tenía la sensación de que iba a ser un largo viaje de vuelta...

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora