Capítulo 31

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–¿Por qué me echaste?– pregunté, directa al grano.

Me miró y una fachada de preocupación se ciñó a su rostro.

–¿De verdad quieres que lo hablemos aquí?– dijo, señalando al restaurante.

–¿Y dónde sino?– cuestioné yo. Tenía ganas de quitarme este peso de encima más que nada en el mundo. Necesitaba ponerle un punto final a todo esto y poder seguir con mi vida.

–Pensaba dar una vuelta por la playa una vez cenemos.

Asentí varias veces. Tenía toda la razón y sabía que me estaba precipitando, así que comí lo más rápido posible para poder saber la respuesta cuanto antes. Creo que nunca había engullido tan rápido la cena y ahora la tripa me pesaba aún más que con el bebé. Me sentía hinchada pero nerviosa, así que ignoré esa pequeña molestia.

Permanecimos hablando de cosas triviales el resto de la cena, pero estaba tan ansiosa que apenas le hice caso a nuestra conversación. Cuando por fin salimos del restaurante me volvió a poner la mano bajo la espalda para guiarme por un paseo de madera que desembocaba en la playa. Sentía los tobillos hinchados debido al embarazo y la tripa revuelta, pero eso no me impedía seguir adelante con todo esto.

–¿Te importa si nos sentamos?– le pregunté mientras me pasaba la mano por la tripa.

Asintió con la cabeza y extendió una toalla que había sacado del coche encima de la arena. Estábamos lo suficientemente lejos del agua como para que no nos tocase y, cuando me senté sobre la toalla, solté un suspiro de alivio. Me apetecía quitarme las sandalias pero lo tenía difícil, así que me tumbé de lado y estiré la pierna hacia atrás intentando desabrochármelas sin que se me viera nada por llevar vestido.

Kane me miró con una pizca de diversión en los ojos y, al segundo siguiente, se echó a reír. Yo hice una mueca intentando parecer enfadada pero, en realidad, sabía que parecía una foca así que no pude evitar lanzar una sonrisa. Me sorprendió tocándome el pie y yo, involuntariamente, lo retiré.

–Solo intento ayudarte– explicó.

Asentí y dejé que pasase sus manos por mis pies para quitarme las sandalias. Me tocó las pantorrillas e inmediatamente solté un gemido del que me arrepentí después. Mis mejillas se tiñeron de rojo pero él no apartó sus manos, sino que siguió masajeándome hasta pasados unos minutos.

Estaba empezando a anochecer, por lo que hacía una temperatura perfecta. No hacía ni mucho frío ni mucho calor, aunque sabía que pronto comenzaría a refrescar.

–¿Por qué, Kane? ¿Por qué lo hiciste?– retomé la conversación.

Soltó un suspiro y retiró las manos de mis piernas para pasárselas por la nuca. Retiré mis piernas de sus muslos y las puse estiradas sobre la arena fina, que se colaba entre mis dedos en una una sensación de lo más agradable.

–Antes de nada quiero decirte lo mucho que me arrepiento. Sé que te he hecho daño y lo siento mucho. Ojalá tuviera una máquina del tiempo para dar marcha atrás y hacer las cosas bien pero, desgraciadamente, no puedo– se le llenaron los ojos de lágrimas y empecé a sentirme triste yo también. Era extraño verle así, por no decir rarísimo. Sin embargo, le dejé continuar: –Mis padres fueron un desastre con nosotros y yo nunca supe cómo hacer de padre para Nash. Apenas acabábamos de salir de las deudas que nos habían estado ahogando durante años porque mi madre las había pagado y no sabía el por qué, pero aún así necesitaba dinero para criar a Nash y no era suficiente lo que ganaba en la tienda. Por eso cuando me enteré que estabas embarazada me lo tomé mal. Pensaba que no tenías la intención de contármelo por lo mal padre que soy. Yo tampoco querría tenerme como padre y tampoco sé cómo serlo. Necesitaba dinero y no lo tenía y estaba asustado, Autumn. Nunca había estado tan asustado en mi vida. Ni si quiera cuando mi padre llegaba puesto hasta arriba de lo que fuera y me comía sus broncas, ni cuando mi madre se iba de casa y desaparecía por temporadas. Siempre nos faltó un cariño que yo no sé cómo dar.

Me di cuenta de que ya no solo él estaba llorando, sino que yo también. Me dolía el corazón sólo de pensar el mal concepto que tenía sobre sí mismo, el saber que a causa de sus inseguridades me había echado de su vida porque pensaba que era lo mejor para el bebé.

–Nunca me planteé ser padre y mucho menos después de lo de Nash y me pilló totalmente por sorpresa saber que iba a tener un hijo contigo. Temía no ser el padre que se mereciera y, temía aún más que tú no quisieras criarlo conmigo, así que te alejé. Y me arrepentiré toda mi vida por ello porque pensé que te hacía un favor, cuando lo único que te estaba haciendo es más daño. Me metí en la liga profesional de fútbol por la gran cantidad de dinero que me ofrecían. Sabía que así nunca volvería a sufrir de deudas y que podría daros todo lo que necesitabais. Siento no haber estado a la altura, y me da un miedo tremendo que sea demasiado tarde y que nunca me vayas a perdonar, pero me encantaría que al menos me dieses la oportunidad de formar parte de la vida del bebé. Lo siento pero, sobre todo, lamento haber vuelto a joderte la confianza que tenías en los hombres. Nunca me lo perdonaré.

Sus ojos se veían tan rojos que temí que le sangrasen. Nunca había visto una mirada de desolación tan pura como la que estaba viendo en aquel momento. Mi cabeza iba a cien por hora. De todas las explicaciones que me esperaba, esta no era una de ellas y ni mucho menos hubiera pensado que tenía una razón para alejarme de su vida y de la de Nash de esa manera. El hombre que tenía delante era un hombre que estaba empezando a conocer de verdad. Un hombre lleno de defectos, inseguridades y dudas pero, sobre todo, un hombre real. Uno que sabía admitir sus errores, que admitía haberse equivocado y que tomaba cartas en el asunto a pesar de todo. No sabía que haría con él, ni con los sentimientos que tenía hacía su persona. Lo que sí sabía era que necesitaba un abrazo, así que se lo di y, por primera vez en meses, me sentí en paz.

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