Capítulo 22

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Me desperté lentamente y sentí un dolor agudo en la cabeza, como si me estuvieran taladrando el cerebro. Me llevé las manos al pelo, masajeándome el cuero cabelludo mientras me acostumbraba a la luz que entraba en la habitación. Estaba en un sitio que no conocía, así que mi primer instinto fue levantarme, pero unas manos me lo impidieron.

–¡Autumn! ¿Estás bien?– preguntó Maia mientras impedía que me bajase de la cama.

–¿Qué ha pasado? Oh, Dios...¿está bien mi bebé?– susurré, tocándome la tripa.

Ramalazos de lo que había sucedido se abrieron paso en mi interior. Lo de los paparazzis, el vídeo... Todo. Me recosté en la cama, humillada y deseando morirme. No podía creerme que todo esto se hubiera ido tanto de madre. Me eché a un lado y vomité en un macetero. Estaba descompuesta, por lo que no tardaron en salirme las lágrimas.

–Cálmate, por favor. Todo va a ir bien ya lo verás– me repetía Maia. Pero yo ya estaba encerrada en mi mundo. Estaba atemorizada de que algo le sucediera al bebé. Estaba atemorizada de que mis padres vieran esas imágenes. Me estaba volviendo loca.

Empecé a respirar fuerte. No me encontraba bien. Sentía que no me llegaba el aire y una sensación de angustia se abrió paso en mi interior.

–Autumn, te está dando un ataque de ansiedad. Tienes que tranquilizarte, ¿vale?– dijo, agobiada. Mientras tocaba un botón de mi habitación. Empezó a sonar una especie de alarma y a los pocos segundos aparecieron los enfermeros. Una voz se abrió paso por detrás de ellos y, aunque Maia tratara de apartarlo para que no le viese, yo ya lo había hecho.

Kane estaba aquí.

–¡Autumn! Controla tu respiración. Tú puedes, nena. Hazlo por el bebé, ya sé que tú eres muy fuerte– me gritó al otro lado de la puerta.

Me estaba agobiando muchísimo más el haberle visto. ¿Quién coño le había avisado? Joder, yo solo quería saber del bebé.

–Señorita Johnson, necesitamos que se recueste aquí– dijo una voz mientras yo hacía lo que me pedía. Aún seguía respirando entrecortadamente y sentía que me iba a morir. Noté un pinchazo que apenas me dolió, lo que hizo que pensase en el feto que llevaba en mi interior.

–¿Está bien mi bebé?– pregunté a la nada mientras iba perdiendo la noción del tiempo. Me desvanecía de nuevo.

(...)

Volví a abrir los ojos y está vez estaba la habitación vacía. Menos mal porque no me sentía con ganas de que me viese nadie. No sabía por qué me había vuelto a desvanecer, pero seguía sintiendo arcadas así que me acerqué al baño de la habitación a paso lento y con cuidado de que no se me saliera la vía y devolví. No tenía nada que vomitar porque sabía que no había comido nada, lo que no sabía es desde cuándo. ¿Cuánto tiempo llevaría aquí? Apenas había luz en la habitación si no fuera por la que desprendía una pequeña lamparita.

Noté un leve movimiento al lado de la puerta del baño y fijé la vista en ese punto. No había cerrado la puerta, así que veía perfectamente quién estaba al otro lado.

–¿Estás bien?– preguntó mientras se acercaba a mí para agarrarme del pelo.

Me encontraba tirada en el suelo justo enfrente del inodoro con sus manos enredadas en mi cabello y lo único que sentía en ese momento era repulsión. ¿Que si estaba bien? ¿Enserio? Habían pasado cinco meses desde la última vez que le vi, en la cual me echó de su casa y ahora ¿se presentaba como si nada?

Retiré su mano de mi pelo y me levanté del suelo con dificultad, rechazando su ayuda. Pasé de largo agarrando la vía hasta que me tumbé en la camilla de nuevo.

–Vete– fue lo único que susurré. Tenía la voz ronca como si me quemase la garganta, así que cogí una botellita de agua que alguien había puesto en la cama para cuando me despertase y di un gran sorbo.

–Por favor, Autumn... Escúchame, ¿vale?– pidió. Sabía que mi palabra le había hecho daño, lo sentía en su mirada pero, sinceramente, me daba absolutamente lo mismo.

Sólo quería saber cómo estaba mi bebé y volver a casa, pero nadie parecía responderme a eso, lo que me generaba mucho miedo. Mi tripa seguía abultada y deduje que el bebé seguía en su sitio cuando sentí su patadita. Abrí los ojos como platos y me llevé la mano al vientre, sintiendo su movimiento. Había estado tan agobiada pensando que lo había perdido que el sentir que seguía ahí hizo que me resbalasen lágrimas de alegría.

–¿Está moviéndose?– preguntó al otro lado de la habitación. Sabía que se refería al bebé cuando empezó a acercarse a mí para tocarme la tripa, queriendo también disfrutar de sus patadas pero le di una bofetada que ni yo misma vi venir. No sabía de dónde me había salido la fuerza.

–Está bien– murmuró, derrotado –No sabía que lo de pegar tan fuerte venía de familia– bromeó y estuve a punto de volver a darle otra.

Me fijé en su cara. Estaba muy delgado. Se le marcaban unas profundas ojeras bajo los ojos y no me había dado cuenta antes de que tenía parte de la cara y la nariz amoratada. Por el comentario pude deducir que mis padres también estaban aquí, lo que hizo que me pusiera nerviosa. Se le veía mal y, aunque intentaba que no me importara, lo hacía porque al fin y al cabo había sido alguien importante para mí y eso no cambiaba de la noche a la mañana. Seguí llorando en silencio y me di la vuelta en la camilla para no verle la cara.

–Aunque me evites no me voy a ir a ningún lado, ¿sabes?

–Dado lo bien que se te da huir no se sorprendería– escupí con veneno.

Noté como daba la vuelta a la cama para ponerse frente a mí. Se arrodilló para que le mirara a los ojos a pesar de que yo no quería.

–Lo siento muchísimo, Autumn. Siento todo el daño que os he hecho– se disculpó con lágrimas en los ojos.

–Eso ya no vale de nada– susurré y me volví a dar la vuelta para no verle. Cerré los ojos, haciéndome la dormida y, unos minutos después, escuché cómo se cerraba la puerta detrás de él. Se había ido y, una pequeña parte de mí, hubiera deseado que no lo hubiera hecho. Definitivamente me estaba volviendo loca.

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora