Capítulo 23

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Por la mañana vinieron unas enfermeras a traerme el desayuno. Apenas había pegado ojo tras el reencuentro con Kane, pero necesitaba comer algo. Me moría de hambre y necesitaba saber qué me pasaba, así que una vez hube desayunado, le pedí a un enfermero si podía hablar con el doctor o doctora que me había atendido.

–Buenos días, Autumn– me saludó Maia al traspasar la puerta de mi habitación –Sé que no es buen momento pero tus padres están aquí desde ayer y quieren verte. Me tengo que ir a trabajar y me quedaría más tranquila si ellos te echaran un ojo– dijo, mientras me acariciaba la mejilla.

Tenía ganas de llorar, de gritar y de que se acabara todo esto pero, para ello, iba a tener que ser fuerte. Iba a tener que contarle a todos lo del video, si no lo habían visto ya. Y la verdad es que me sentía sin fuerzas y a punto de estallar en cualquier momento, como si fuera una bomba.

–Hola, Maia– miré a Wolf, que descansaba en sus brazos, y le toqué la naricita suavemente para no despertarlo –No te preocupes, estaré bien. Descansa un poco.

–Gracias, cielo. Te llamaré, ¿vale?– se levantó del sillón de al lado de mi cama y me lanzó un beso. Yo rodé los ojos en respuesta.

–Vale, mami– me despedí irónicamente.

–Ah, otra cosa– se giró para mirarme y supe que lo que me iba a decir no me iba a gustar –Dale un poco de cancha a Kane, no se ha movido de la sala de espera. Realmente está preocupado por vosotros dos.

La verdad es que no me creía una mierda. Entendía que mi tía se preocupara, pero había sido muy duro acostumbrarme a vivir sin él, auto convenciéndome de que no le importaba una mierda después de haber pasado de mi cara aquel día que se enteró de lo del bebé para que ahora viniese como si no hubiera sucedido nada.

–¿Cómo está Chocolate?– cambié de tema.

Maia rápidamente entendió que no quería hablar del tema, así que me respondió: –Está muy bien, Leo se ofreció a cuidarlo mientras tanto. Por cierto, deberías llamarle. Ha venido un par de veces.

–Vale, tía, muchas gracias– me despedí antes de que saliera por la puerta.

Poco después vinieron mis padres. Aún no estaba del todo preparada para verlos, pero por suerte Maia me había avisado y no me había pillado de improviso como lo de Kane. Les vi atravesar la puerta y me tensé inmediatamente, fijé mi vista en un extremo de la pared porque como les viese la cara sabía que me iba a poner a llorar y no sabía cuales iban a ser sus reacciones.

Noté dos pares de brazos a mi alrededor y el llanto de mi madre. Obviamente yo no iba a ser menos, así que también lloré y lloré. Daba igual cuánto tiempo hubiera pasado, que una vez noté sus abrazos me sentí llena de nuevo. Y no sabía qué era lo que necesitaba hasta este justo momento. Les necesitaba a ellos. Al fin y al cabo eran mis padres. Les había ocultado muchas cosas, pero siempre habían intentado criarme de la mejor manera. Ni si quiera tengo un mal recuerdo de mi infancia y sabía que era gracias a ellos.

No sabría decir cuánto tiempo estuvimos así, simplemente abrazándonos que, cuando se separaron solo podían repetirme una cosa: –Lo sentimos muchísimo, pecas– dijo mi padre –No teníamos que haber reaccionado de esa manera justo cuando más nos necesitabas. Es normal que nunca nos contases lo de Axel si ya de por sí dejamos mucho que desear cuando nos dijiste lo del embarazo. Eres joven sí, pero estamos muy orgullosos de la mujer en la que te has convertido.

Yo no podía parar de llorar. Eran justo esa las palabras que necesitaba para poder empezar a sanar y pisar más fuerte que nunca. –No fue vuestra culpa... Yo fui la que os lo ocultó todo. No era fácil admitir que tu propio primo había... había abusado de ti– sollocé.

–Oh, mi niña– me abrazó mi madre –Ya ha pasado todo, no pasa nada. Te queremos mucho, y a la criaturita que llevas dentro también– me acarició la tripa.

Obvié el hecho de que había llamado a mi bebé "criaturita" porque estaba realmente feliz de que me apoyasen. Había costado pero por fin habían abierto los ojos.

–Lamento interrumpir– dijo una voz que no reconocía. Miré hacia la puerta y vi a una mujer con una bata blanca –Soy la doctora Morrison. Vengo a contarle la situación de su embarazo.

–Sí, por supuesto, adelante– respondí rápidamente. Esperaba con todas mis fuerzas que el bebé estuviera bien.

Entró en la habitación seguida de Kane. Mis padres y yo nos quedamos mirándolo fijamente y fue mi padre el primero en hablar: –¿Qué hace éste aquí?

Le agarré el brazo a mi padre y le fulminé con la mirada. Quien tenía motivos para odiarle era yo, no él cuando ni si quiera había estado para mí con lo del embarazo.

–Soy el padre del bebé, merezco saberlo– dijo, tranquilo. Su cara reflejaba lo contrario a tranquilidad. Llevaba una camisa arrugada, el pelo más largo de lo que había recordado verle nunca, ojeras marcadas y moretones en la cara que ayer eran de un color distinto al de hoy. Iba hecho un cuadro y, una parte de mí, se compadeció.

–Pasa– decidí en el último momento.

Una vez estuvimos todos la doctora comenzó: –Mira, señorita Johnson, le seré sincera. Le hemos estado haciendo pruebas por su estado del embarazo y tiene usted la presión arterial muy alta. Estamos intentarlo regularla de alguna manera, pero necesitamos que no haya distracciones ni agobios de ningún tipo. El desmayo ocasionado por un fuerte susto y los ataques de ansiedad que le han ido siguiendo me hacen ver que su embarazo a partir de ahora es de riesgo. Usted presenta síntomas de estrés post traumático y ansiedad y necesitamos la máxima tranquilidad posible por su parte si no quiere perder al feto. Cualquier cosa que la desestabilice en estos momentos puede ser muy perjudicial para ambos.

–¿Qué podemos hacer nosotros?– preguntó mi padre.

A mí aún no me salían las palabras porque me sentía muy culpable de que por mi culpa le pudiera pasar algo al bebé. Si fuese así no me lo perdonaría nunca.

–Le puede ayudar hablar con un psicólogo. En estos casos suele ser muy beneficioso en las pacientes con estos síntomas y una vez se quite la ansiedad de encima va a poder canalizar de una forma más saludable sus emociones para que así no le afecten al feto.

–¿Cuánto tiempo permaneceré ingresada?– pregunté, asustada. Esto estaba siendo peor de lo que me esperaba.

–Como mínimo un par de días más. Estamos estudiando posibles medicaciones que no afecten su embarazo. Si necesitan algo más, háganmelo saber– respondió antes de irse.

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