Capítulo 16

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Leo y yo estuvimos buscando aparcamiento por lo menos durante quince minutos. Al parecer, lo que era una "pequeña reunión" para Reece, iba a ser una gran fiesta para nosotros. Dejamos el coche a un par de calles de la casa de Dave y puse el GPS en el teléfono para orientarme, puesto que no era muy buena en eso.

–Es por aquí– guié a mi acompañante mientras le hacía gestos de que teníamos que torcer por la calle de la izquierda.

–Después de ti– respondió Leo, dejándome ir primera.

Cuando llegamos a una urbanización privada repleta de chalets gigantes, supe que era ahí. Tras pasar por el puesto de vigilancia, no tuvimos que andar mucho hasta encontrar la casa. No era ningún secreto que los padres de Dave tenían dinero, lo cual se veía reflejado en el tamaño de la gran vivienda que se abría paso  frente a nosotros. Se escuchaba el sonido de la música desde fuera e incluso se podían apreciar las luces de discoteca que salían de su interior, puesto que ya se estaba haciendo de noche y el cielo no tardaría en oscurecerse del todo. Me fijé en la reacción de Leo, que había levantado las cejas de la sorpresa. No me había fijado en que se había vestido para la ocasión. Llevaba una camisa blanca y unos vaqueros cortos de color beis. Normalmente la gente durante la celebración se vestía a juego con los colores de la bandera estadounidense, pero pocos días atrás me había enterado de que él era italiano, de ahí su nombre. Yo tampoco me había vestido muy patriota, así que no iba a decir nada al respecto.

Llamé al timbre como buena invitada pero no parecía que nos escuchase nadie al otro lado de la puerta, así que la abrí directamente. El interior de la casa era incluso más bonita que la fachada exterior y Leo y yo pasamos maravillados. Por lo menos había alrededor de cien personas, así que nos abrimos paso como pudimos para buscar a mis amigos. Leo me agarró del brazo para no perderme, lo que hizo que me estremeciese. No estaba acostumbrada al contacto o, al menos, no al suyo. Ignorando la sensación de su mano en mi brazo, traté de ver más allá de la gente pero se me hacía difícil debido a mi estatura. Alguien se chocó conmigo, haciendo que retrocediese un par de pasos y al levantar la vista me encontré con una cara familiar.

–¡Reece!– grité por encima de la música, abalanzándome en sus brazos. Me estrechó con fuerza mientras daba saltitos de alegría, lo que me hizo reír. Aspirar su perfume hizo que me sintiese como en casa, así que tuve que controlar mis repentinas ganas de llorar.

–Estás guapísima. ¡Se te nota la tripita y todo!– respondió al separarse de mí.

–¡Gracias! Está creciendo muy rápido...– murmuré mientras me acariciaba la tripa con cariño. Casi se me olvidaba de que Leo se encontraba entre nosotros, por lo que no dudé en presentarle. –Reece, él es Leo, mi vecino.

–Uy, linda, cada día mejoras más en cuanto a gustos– me susurró al oído antes de separarse de mí y centrar su atención en Leo. –Encantado, guapo, soy Reece, el mejor amigo de esta petarda– se presentó con guasa.

–¡No te pases!– repuse, dándole un codazo. Se encogió un poco de dolor pero me ignoró mientras se estrechaban las manos. Reece debió de ver a Dave abriéndose paso entre la gente, por lo que se alejó unos segundos una vez se hubo excusado.

–Qué majo– me susurró Leo al oído.

–No sabes tu cuanto– le respondí rodando los ojos. –Vamos a buscar a mi otra amiga, Kylie.

Vi cómo asentía por lo que nos volvimos a adentrar entre el follón. La mayor parte de la gente ya estaba borracha y bailando sobre cualquier superficie. Salimos al jardín en donde había un hombre haciendo hamburguesas y una piscina llena de gente. Distinguí a Kylie entre el mogollón que se estaba bañando, así que hice aspavientos con los brazos hasta que nos vio y se acercó rápidamente.

Llevaba un bikini en el que estaba impresa la bandera de Estados Unidos y que dejaba poco a la imaginación, por lo que nada más salir de la piscina se rodeó el cuerpo con una toalla que había cogido de una de las tumbonas mientras que con la otra mano cogía un vaso con bebida.

–¡Cuánto tiempo!– dijo, dándome un cálido abrazo una vez se hubo secado.

–Además de verdad. Esperemos que no se haga costumbre esto de hablarnos tan poco– respondí, algo triste – Kylie, él es Leo, mi vecino.

Leo, mostrando su perfecta dentadura la cogió de la mano y se la besó como si se tratase de un príncipe. –Encantada de conocerte, Kylie.

–El placer es mío– respondió ésta batiendo mucho las pestañas. Entendí que había surgido una chispa entre ellos así que era mi momento de desaparecer.

–Me voy a coger algo para beber. ¿Quieres algo?– le pregunté a Leo, que estaba tan ensimismado mirando a Kylie que no me prestó ni un mínimo de atención, así que rodé los ojos y me despedí de ellos con la mano.

Las fiestas no me gustaban. Siempre me habían agobiado desde lo que me pasó con Axel y, aunque pensaba que ya lo tenía superado, no era del todo cierto. Hay algunos sucesos que nunca desaparecen del todo, y este era uno de ellos. Me entraba pánico saber que debía volver a la casa entre tanta gente y ya empezaba a agobiarme la idea de estar aquí. Pensé que sería algo más familiar, como un reencuentro entre amigos. Pero lo último que me esperaba es esta macro fiesta en una urbanización privada. Reconocía entre aquella gente a algunas personas de la universidad que estaban en años superiores al mío y eso hizo que se me encogiese un poco el corazón, porque sentía que faltaba alguien. Y ese alguien era Kane. No quería pensar en él, y menos aún durante una fiesta a la que había venido precisamente para divertirme, pero se notaba que entre Kylie y Leo yo sobraba, y Reece estaba demasiado ocupado entre tanto gentío. Quizá no había sido buena idea venir.

Justo cuando estaba yendo hacia la entrada mientras me abría paso, vi aparecer una silueta demasiado familiar para mí que se paraba a hablar con su mejor amigo, Dave. Mi primer impulso fue esconderme en el baño y empezar a temblar como loca. No estaba preparada para esto. Aún no. Noté por primera vez una patadita en mi estómago, como si el bebé hubiese reconocido a su padre, lo que hizo que me hundiese del todo. Qué irónico que el bebé me diese la primera patadita en aquel momento, como si me estuviera diciendo que ese era su papá, pero quería pensar que lo hacía para que yo me diese cuenta que no estaba sola, que ahora éramos dos. Me agarré el vientre mientras notaba cierto movimiento dentro. Era una sensación extraña, pero de lo más bonita que existe, porque al fin y al cabo había una vida desarrollándose en mi interior. Intenté inspirar hondo y buscar una solución para salir sin que me vieran. No quería que él me viese, y menos aún cuando no se había puesto en contacto conmigo en ningún momento, demostrándome lo poco que le importábamos. ¿Qué coño iba a hacer ahora?

SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora