Epílogo

81 10 1
                                    

UN MES DESPUÉS...

Todo estaba listo para la llegada de los invitados. Yo apenas había organizado nada, pues solo hacía unos desde que había tenido a mi preciosa niña, Hope. Me encontraba con sueño y adolorida por el parto, lo que hacía que tuviera que llevar un pañal por las pérdidas de sangre que sufría, pero no sentía remordimiento alguno. 

La bebé había nacido el 21 de noviembre sana y fuerte, con un peso de 3.230 gramos. Apenas tenía pelo y el poco que le recubría era de un color moreno que, indudablemente, había sacado de mí. Me sentía la mujer más feliz del mundo porque mi hija estuviera bien, pues habían habido momentos durante en el embarazo en donde temí perderla. Además, había nacido toda roja y Kane no hacía más que repetir que parecía un alíen. La verdad es que no era muy agraciada en ese aspecto (recordemos que es solo una neonata), pero con el paso de los días se le estaba quitando aquel aspecto rojizo y empezábamos a ver sus hermosos ojos abrirse. 

-Hola, princesas- se acercó Kane a saludarnos. Besó a Hope en la frente y después a mí en la boca. Despertaba en mí cosas que nunca pensé que fuera a llegar a sentir con alguien. Le amaba con todo mi corazón y más ahora que habíamos hecho las paces. El bebé nos había unido más que nunca y eso hacía que no nos separásemos en ningún momento y que nos turnáramos para todo a la hora de hacer las tareas de padres. 

Le devolví el beso justo cuando la pelota de Choco aterrizaba nuestros pies. 

-¡Lo siento!- gritó Nash sin ningún tipo de remordimiento desde el otro lado de nuestro jardín. Las muestras de afecto le daban bastante asco y eso solo hacía que me dieran ganas de reír. Era típico de su edad, así que no podía reprochárselo. Bastante era ya el que se comportara tan bien teniendo una hermana recién nacida, pues por el momento no había sentido celos de la atención que le prestábamos. Nash era un hermano ejemplar y Kane un padrazo, tal y como había previsto, así que no era ninguna sorpresa que me trataran como a una reina. 

-Ven aquí, anda- le dije a Nash mientras le daba la niña a Kane para que le quitara los gases. Este la tomó en brazos con una precisión que había adquirido muy rápido y que me sorprendió, ya que en las clases de preparación para el parto se le veía muy asustado. 

Chocolate corrió hacia la pelota y la agarró con su boca, moviendo el rabito. Me acerqué a Nash y le estreché entre mis brazos. 

-Gracias- le agradecí con un beso sobre su suave pelo.

-¿Por qué?

-Por ser tan buen hijo- dije -Te quiero mucho, enano.

Mis ojos estaban comenzando a aguarse y me temía que ya no podía echarle la culpa a las hormonas del embarazo. De todas maneras, eran lágrimas de felicidad y de agradecimiento por tener aquella vida y aquellas personas que me la hacían más amena. 

Sonó el timbre justo cuando pasamos al interior de la casa y nos acomodamos alrededor de la chimenea. Me había acostumbrado demasiado rápido a la lujosa casa y ya la sentía como mi hogar, sobre todo el estudio en el que creaba bastantes obras de arte que estaba empezando a plantearme poner a la venta, pues al final había tenido que dejar la universidad y el trabajo para centrarme en la crianza de los niños. Por el contrario, Kane seguía trabajando en el sector deportivo y había encontrado la motivación que había ansiado estos años. Viajaba mucho, pero resultaba que le gustaba cuando no jugaba con la presión de tener que conseguir la beca para poder pagarse la universidad. 

-¡Hola, linda!- escuché a mi espalda mientras Reece me abrazaba por detrás. Yo ya me había acomodado en el sofá y dudaba que fuera a ser capaz de levantarme de nuevo. Los puntos eran muy desagradables y me costaba mucho encontrar una postura cómoda, así que me disculpé sin ponerme de pie. 

Dave, por el contrario, palmeó el hombro de mi chico y me dio un beso en la mejilla. Seguidamente, dejó un regalo encima de la mesa. Volvieron a llamar al timbre y esta vez fue Nash quien fue a abrir a los recién llegados. Mis padres entraron en el salón admirando la estancia y corrieron a ver a su nieta, la cual se hallaba dormida entre varios cojines que delimitaban un cuadrado del sofá para que no se cayese. 

-Hola a vosotros también- sonreí con gracia. Desde que había tenido a la niña yo había pasado a un segundo plano, pero no me importaba, porque sabía que aquella enana tenía a todos besando el suelo por el que caminaría en unos años. 

Los demás se rieron y empezaron a preparar la mesa en donde cenaríamos aquella noche, que coincidía con Acción de Gracias. Aún faltaba gente por venir. Había invitado a Kylie, Maddie, Maia, Polo y Wolf, además de mis padres y Reece y Dave. 

Aquella velada iba a ser para, por una parte, agradecer todo lo bueno que nos estaba sucediendo y, por otra, presentar a la pequeña Hope a la familia y amigos, quienes no habían tenido la oportunidad de conocerla porque no quise visitas durante mi estancia en el hospital. Los primeros días después de dar a luz habían sido duros y era por ese mismo motivo por el que quise reposar en el hospital en vez de recibir visitas. De todos modos, Kane había mantenido informados a todos sobre el reciente parto y les había mandado innumerables fotos de la bebé alíen. La prensa también se había enterado sobre el suceso y nos habían esperado a la salida del hospital, pero habíamos decidido mantener el anonimato de la niña, así como la de Nash. No queríamos que ellos fueran reconocidos en un futuro por ser "hijos de...", sino que decidieran por sí mismos si querían aquella fama. 

En definitiva, todos se morían por entrevistar al famoso Kane Bullok y su reciente paternidad, pero éste se escurría de las cámaras siempre que podía. Incluso a mí a veces se me olvidaba que estaba saliendo con un famoso, pero era algo que no podíamos evitar, pero sí sobrellevar de la mejor manera posible. 

Una vez estuvimos todos sentados alrededor de la mesa, agradecimos uno a uno la salud, la amistad, la familia y el amor que nos procesábamos. Maia, Polo y Wolf eran felices juntos, Maddie se iría pronto a Italia a hacer el curso de diseñadora de moda, Reece y Dave estaban felizmente casados, mis padres se habían mudado a Los Ángeles sólo para estar más cerca de mí y de sus nietos y Kylie había conocido a alguien misterioso del que aún no teníamos muchos datos, por lo que podíamos decir que éramos afortunados. 

Había costado llegar muchísimo a este punto de paz después de un embarazo no deseado, una ruptura dolorosa, una amistad fallida y un juicio decisivo, pero lo importante es que había llegado y que no estaba sola. Estos últimos años habían sido una montaña rusa de emociones y, si la Autumn de hacía dos años me viera en el momento presente, fliparía con la de cosas que he aprendido, mejorado y madurado. Sin embargo, el mérito no era solamente mío sino de todas aquellas personas que me habían acompañado y que se encontraban aquí presentes, a mi alrededor, para siempre. 

FIN


SEPARADOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora