Capítulo 45

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La noche se me hizo eterna, apenas pude dormir por la anticipación que sentía. Me levanté y anduve por la casa en varias ocasiones en las que me encontré con Kane mientras veía la televisión con Choco en el regazo, así que aprovechamos nuestro insomnio para hacer una maratón de películas y así liberar tensiones. Ya no me quedaba resquemor hacia él y, sin quererlo, actuábamos casi como una pareja. Y digo casi porque había ciertos límites que no habíamos pasado, pero no dudaba que fueran a pasar en un futuro. Estábamos reconstruyendo una familia que pronto crecería y eso hacía que se ampliaran mis ganas de estar con él. 

No era tonta, sabía que él también quería lo mismo. Solo había que fijarse en su manera de verme para darse cuenta, lo cual me enternecía. 

-Hay una frase en latín que usaban mucho los romanos y que creo que es oportuna en este momento- dijo, cuando se percató de mi presencia. 

Levanté una ceja mientras tomaba asiento a su lado en el sofá: -¿Y cuál es?

-Alea iacta est, cuya traducción sería algo así como: "la suerte está echada". Pase lo que pase mañana, sabes que nos irá bien, ¿verdad?

Se le notaba tan seguro de sí mismo que, en aquel momento, no pude decir que no. Deseaba que fuera bien, pero no podía saberlo con exactitud. La espera me estaba matando y el no poder controlar la decisión que tomaría el juez me volvía paranoica. 

¿Y si el juez había sido sobornado? ¿Y si era machista? ¿Y si...? 

Un sin fin de ¿y si...? pasaron por mi cabeza y recordé las palabras de mi psicólogo sobre la ansiedad. A veces no podía controlarla y menos aún con los comentarios negativos que me lanzaba mi cabeza. En cambio, sentí algo reconfortante en las palabras pronunciadas por mi acompañante. Tenía razón en cierta manera, pues ya no podíamos hacer nada más que esperar al veredicto. 

-A veces me sorprende la capacidad que tienes para decir las cosas correctas en el momento correcto.

Fijó su mirada en la mía mientras su ojos se arrugaban con una sonrisa. Sus hoyuelos se dejaron ver gracias a la tenue luz que desprendía la pantalla del televisor y que iluminaba su rostro. Estaba para chuparse los dedos y yo estaba harta de resistirme, así que me acerqué hacia él y me recosté sobre su hombro. Kane me acercó más a él pasando su gran brazo sobre mis hombros e inundándome con su leve aroma mientras que yo acariciaba la tripa de Chocolate, quien reposaba entre nosotros. 

Seguidamente, pusimos El señor de los anillos. Y así, recostados el uno en el otro, afianzamos aún más nuestra relación.

(...)

Al despertar, me di cuenta de que estaba en la gran cama de matrimonio de Kane con un edredón cubriéndome el cuerpo. Imaginé que me llevó en volandas una vez me quedé dormida en el sofá. Por la nota que me había dejado me enteré de que había ido a llevar a Nash al colegio y, cuando regresara, debíamos asistir al veredicto, por lo que no tardé en darme una ducha y alistarme para ir. Desistí en ponerme maquillaje, pues mis manos temblorosas no me hacían ningún favor. 

Una vez hube acabado vi a Kane aparcar en la entrada de la enorme casa de playa y bajé las escaleras para reencontrarme con él. Se acercó a mí y me plantó un tierno beso en la frente.

-¿Estás preparada?

Asentí con la cabeza y emprendimos la marcha hacia los juzgados por segundo día consecutivo. Otra vez se encontraban mis familiares allí apoyándome, a los cuales saludé con gusto. Hoy por fin se resolvería todo. Se respiraban nervios en aquella sala por saber la decisión del juez, así que no tardamos en pasar y tomar nuestros respectivos asientos. Esta vez tuve la certeza de no mirar al otro bando, en donde estarían Axel y sus amigos, lo cual supuso un alivio. Esperaba que esa fuera la última vez que les viera en mi vida. 

-Buenos días- se abrió paso el juez- Comenzamos la sesión retomando el caso expuesto ayer ante el jurado, cuyo veredicto se dará hoy. 

Mi corazón bombeaba tan fuerte la sangre que apenas era capaz de escuchar al juez. Y mucho menos prestarle atención cuando hablaba de leyes que ni conocía. Sin embargo, mi abogado y Kane escuchaban atentamente al tener un amplio conocimiento sobre el tema, por lo que dejé que mis pensamientos remolonearan si sentido hasta que ellos pudieran traducirme las palabras del juez.

-Es por ello por lo que declaro culpables a Axel Barrow, Amos De La Cruz, Jordan Rylie, Murray Robinson y Nicholas Paide a una condena de treinta años en prisión sin posibilidad de reducción por violaciones múltiples, agresiones, intimidaciones, uso y consumo de estupefacientes en contra de la voluntad de las demandantes, así como grabación y publicación de contenido pornográfico de una menor de edad. 

Apenas comprendía las palabras recién dichas por el juez cuando noté una voz por encima del griterío de la gente a mi alrededor.

-¡Tú!- escuché a mi primo decir mientras me señalaba: -¡Me las pagarás!¡Te juro por Dios que esto no ha quedado aquí!- chillaba, desquiciado mientras dos guardias de seguridad lo reducían. 

Los agentes de policía se abrieron paso en la sala para llevarse a los sentenciados mientras se escuchaba un sonoro abucheo. Las palabras de Axel me daban escalofríos, pero también sabía a ciencia cierta que no podría cumplirlo, al menos no en los próximos treinta años así que, por una vez, respiraría tranquila hasta entonces.

Noté como pasaba por los brazos de todo el mundo recibiendo abrazos y felicitaciones, pero aún seguía tan liberada y asombrada que no era capaz de asimilar los sucesos. ¡Les habían condenado! Las chicas lloraban aliviadas y yo no fui menos. Mis mejillas se tiñeron de lágrimas rápidamente mientras veía la escena.

Mi agresor, mi peor pesadilla, se iba esposado y preso para los próximos 30 años junto con el resto. Quien sabe lo que les harían en prisión, pues los violadores no eran muy bienvenidos que se dijera, pero no podía importarme menos. Por fin lo habíamos logrado y eso solo podía significar una cosa: ÉRAMOS LIBRES.




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