Capitulo 2: La reunión

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Entro después de ella. Mientras se sienta en su silla con ruedas detrás del escritorio me hace un gesto para que me siente en una de las sillas que hay en frente de ella. Hago lo que me pide. Ella me examina con la mirada y junta sus manos.

-Bien señorita Johnson, ¿qué le parece si hablamos de sus condiciones de trabajo?-pregunta ella.

-Perfecto-contesto.

-Bueno, como ya sabe nosotros le proporcionaremos la vivienda. Su horario de trabajo será desde las ocho en punto de la mañana hasta las siete y media de la tarde, puede que algún día varié, y tendrá una hora para comer. Se le asignarán diez pacientes de los que deberá medicar, alimentar, asear… todos de la segunda planta. Cada dos meses de trabajo recibirá una semana de vacaciones. Su sueldo será el que hablamos en la carta, 1500 dólares mensuales. ¿Está todo conforme?-pregunta.

-Si-contesto yo.

No puedo evitar sentirme tensa con su forma de ser y hablar. Me doy cuenta de que cada dos por tres estoy restregando mis manos en mis pantalones, un tic nervioso, al menos no se ha dado cuenta. Ya es una lucha interna no morderme las uñas cosa que hago siempre que me siento agobiada o nerviosa.

-Empezarás mañana pues-dice ella-, he dicho que tendrás diez pacientes pero hasta el jueves tendrás nueve puesto a que aún no ha podido llegar-dice-. Mi recepcionista le entregará antes de salir de esta planta toda la información de los pacientes incluido el que aún no está aquí y también su uniforme. Si con uno no da abasto, que no lo dará, usted tendrá que comprarlo. Tiene todo lo que queda de día para usted.

 -Gracias señora Davis-digo levantándome de la silla- Que pase un buen día. Adiós-me despido.

-Lo mismo, señorita Johnson-dice ella cuando me dispongo a salir de su despacho pero me interrumpe-. Señorita Johnson, recuerde que no son solo lunáticas, también son asesinos y criminales. Nunca no olvide.

Con esto vuelve a centrarse en su trabajo y yo abandono la habitación. Claro que sabía dónde me metía cuando acepte este trabajo, bueno, simplemente cuando empecé a seguir el  mismo camino de mí padre, aunque no del todo. Él es uno de los mejores psicólogos del estado y es muy respetado por ello, yo de momento tengo el titulo de medicina y soy enfermera. Me acuerdo de cuando supe que esto era lo que yo quería hacer con mi vida. Tendría unos siete años y estaba jugando al escondite con Susan, mi hermana pequeña, y entre en el despacho de mi padre. En teoría sabía que ella no estaba ahí, mi padre nos prohibió de pequeñas que nunca entráramos en esa habitación. Pero el problema es que yo siempre quise saber que había allí dentro y por eso entre, y sí mi padre me pillaba, usaría la excusa de que estaba jugando al escondite, cosa que era verdad. El caso es que cuando entre no pude evitar coger varios libros de la estantería de mi padre. Empecé a leer el más grueso, lo abrí por la mitad más o menos y descubrí palabras muy extraña y sus definiciones y a pesar de que no entendía casi nada no podía evitar seguir leyendo. Diez páginas después, entraron Susan y me padre de la mano y me pillaron con una pila de cinco libros en el suelo y otro en el regazo. Creo que empecé a tartamudear excusas para nada creíbles hasta que mi padre se acercó al sillón donde estaba sentada, se agacho para que estuviéramos a la misma altura y me pregunto con el mismo tono que ponía cuando íbamos al zoo y me preguntaba si me gustaban los monos, “¿Qué lees, cielo?” me preguntó y yo se lo solté todo. Le dije que llevaba tiempo queriendo saber que había en estas cuatro paredes y que cuando tuve ese bendito libro en las manos ya no pude soltarlo. Des de aquel entonces mi padre me permitió entrar y leer según que libros y aunque decía que le fastidiaba que cada cinco minutos le preguntaba que significaba alguna cosa, yo sabía y sé, que le agradaba que compartiéramos este grandioso interés hacía las maravillas que podían hacer los cerebros y todos ellos de miles de formas diferentes.  

Pero hasta ahora solo había hecho prácticas con enfermeras y estudiar, repasar y examinarme con la teoría. Me he pasado horas estudiando a pesar de que memorizaba toda la teoría en cuestión de media hora más o menos. Antes de salir la recepcionista me entrega una pila muy pesada de papeles y me pide mi talla de ropa, sale un momento de la sala y para cuando vuelve tiene en las manos un vestido uniforme de color azul palo. Por el largo supongo que llega por debajo de las rodillas y menos mal que es manga corta. Me dice que las normas si tienes el pelo largo como yo es que tienes que recogértelo y que el máximo de largo es hasta los hombros. Como sé que necesito más de uno le pido que me encargue tres más. Me gasto sesenta dólares en los uniformes, más les vale que duren lo suyo. Mis padre me obligaron a aceptar doscientos dólares esta mañana y yo lo hice a regañadientes y se suponía que al menos debía de durarme un tiempo y ala, sesenta así de golpe.

Para cuando vuelvo a la habitación Kate no está así que empiezo a estudiar los uniformes de mis pacientes. Mis pacientes. Suena raro en mí, aunque no me importaría repetirlo una y otra vez hasta que deje de serlo.

Leo los diez informes, diez nombres diferentes, diez síntomas diferentes, diez enfermedades diferentes, todo diferente. Pero todos tienen que tomar la misma medicación y la misma medida. Esto es bastante raro, se supone que la medicación debe de estar ajustado según la persona y su enfermedad mental. Pero luego pienso que seguro que la distribución de las plantas seguramente este hecha para que todos los pacientes tengan más o menos lo mismo. Pero de todos modos no creo que la medicación sea la adecuada. Todos tienen que tomar a diferentes horarios la misma cantidad de tranquilizantes. Si fuera poca cantidad no me importaría tanto, pero es que esta cantidad es para personas que pesen casi noventa quilos o más.

Esto es muy raro…

Estoy loco y por eso estoy aquí (Fanfic de Theo James)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora