Capitulo 4: Brujería maligna

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Veo a los dos gorilas llevarse a James por la puerta principal. Yo sigo con la mirada a los tres hombres hasta que desaparecen, la señora Davis y las personas que están con ellas están hablando con ellas y Kate se está mordiendo las uñas mirando el gris cielo que hay hoy.  Entonces, todos los aquí presentes empiezan a marcharse menos yo que me quedo plantada como una tonta donde estoy. Kate me da un suave codazo y  me dice:

-Tierra llamando a Emma-dice mientras empezamos a entrar por la puerta.

Permanecemos en silencio excepto por la señora Davis que no ha parado de hablar con los otros hasta llegar a los ascensores de la primera planta. Los otros se despiden y quedamos Kate, la señora Davis y yo.

-Bueno, volved a vuestros trabajos-dice otra vez con el frio tono voz suyo.

Las dos asentimos y subimos en los ascensores. Yo pulso el botón de la segunda y cuarta planta. Hay un silencio bastante incomodo pero  no le damos mucha importancia. Las puertas se abren y nos despedimos con la mano. Vuelvo a adentrarme en el pasillo que me pone los pelos de punta. Por suerte para mí, esos espantosos gritos y sollozos hoy no están, pero seguro que no tardaran en surgir. Como si me leyeran la mente unos fuertes gritos de hombre resuenan en mis oídos. La voz de ese hombre es muy grave e intensa. Me sorprende ver a pocos instantes después a los dos gorilas de antes acompañados de unos gritos y unos cuantos insultos al salir de la habitación, supongo la 209. ¿Por qué esta él aquí? ¿Qué es lo que abra hecho para merecer estar en hospital mental? ¿Cuál es la razón por las que todas estas personas están aquí enceradas? Sé que no llevo aquí ni una semana para estar cuestionándome las sospechosas cosas que hacen en este… manicomio. ¡Las cosas por su nombre, Emma! Esto es un manicomio de asesinos dementes y punto. ¿Porqué las enfermeras no sabemos todos los hechos de nuestros pacientes? ¿O tal vez solo es que los nuevos no reciben tanta información como los que llevan aquí un periodo de tiempo más largo? No lo sé y lo peor es que no lo puedo saber.

Y así transcurre parte de la mañana. De la habitación 197 a la 164, de la 164 a la 178, de la 178 a la 179… así hasta que llega el momento de ir a la habitación 209. James Kinnaird. Llevo todo el día que mi mente no es mi mente. No puedo sacar de mi cabeza dos cosas: las preguntas que tengo de este sitio y… los increíbles ojos marrones tan oscuros que podrían parecer negros si no los observas detenidamente de James.  

Pues llego la hora de la verdad, volvamos a ver esos ojos suyos. Cuando abro la puerta, está esposado de manos y pies a los barrotes de metal de la cama. Gira su cabeza bruscamente que antes de entrar yo estaba mirando a la escasa luz que entra por la minúscula ventana. Su mirada penetrante vuelve a encontrarse con la mía por tercera vez en el día. Pero esta vez reacciono y voy al centro de la habitación donde hay un pequeño armario de madera pintada de blanco que guarda medicamentos e inyecciones junto con las ajugas para ellas. Por uno de los espejos que hay en la habitación puedo ver que me está mirando, por suerte para mí no se detiene en ninguna parte en concreto de mi cuerpo, me sentiría muy incómoda. Más de lo normal claro. No sé qué decir. ¿Se supone que tengo que presentarme? ¿Espero a que hable él? 

-Hola… soy…soy Emma…-tartamudeo-tu enfermera.

-¿Enfermera? ¿Acaso trabajas para mí?-dice enarcando una ceja.   

Me giro bruscamente para verle la cara.

-¡Por supuesto que no trabajo para ti! No trabajo ni para ti ni para ninguno de los pacientes de este hospital. ¿Entendido?-digo con un tono de voz más severo del que pretendía.

No era mi intención reaccionar de esta manera, pero realmente no puedo soportar que la gente me pueda someter, por decirlo de alguna manera. Bueno, ni a mí ni a nadie. Aunque puede que haya reaccionado de una manera un poco exagerada, exagerada para él claro, no quiero pensar en lo que pasaba por esa mente suya cuando me ha peguntado si trabajo para él.

Al parecer a él no le ha importado mí reacción, más bien parece ¿gustarle? No lo sé, es muy difícil descifrar sus expresiones.

-James Kinnaird-se presenta a pesar de que él sabe que yo ya conocía su nombre-. Te estrecharía la mano como persona educada que soy pero, como verás, no se me es permitido-dice refiriéndose a sus esposas.

Con esa broma de mal gusto siento como mi enfado momentáneo desaparece. Muerdo mi labio interior cuando vuelvo a quedarme embrujada por el brillo de sus preciosos ojos oscuros. Me bofeteo mentalmente para deshacer el embrujamiento que yo mismo he hecho y hacer lo que se supone que debo de hacer, no embobarme como una niña obsesionada con el chico más guapo del instituto.   Miro la hora en mi reloj de pulsera y recuerdo para que esté aquí. Tengo que darle la medicación a este individuo con ojos increíblemente hermosos. Así que cojo una jeringa y vierto la medicación en ella. Me acerco a la cama donde está el ligeramente sentado. Siento su penetrante mirada mientras sostengo la jeringa.

-¿Qué es eso?-dice sospechoso.

-Tu medicación-digo sin darle importancia. Su expresión es inquietante. Se le han tensado todos los músculos y ha dirigido su mirada que antes estaba figa en mí hasta el objeto que tengo en las manos-. Sí te dan miedo las ajugas, te recomiendo que superes tus miedos lo más rápido posible. Tienes que pasar esto cada seis horas, amigo.

-No les temo a las ajugas-se defiendo él y por su tono intuyo que no miente.

Cojo su fuerte y duro brazo y lo pongo de la forma más cómoda para mí para inyectarle la jeringa. No se queja en absoluto, me alegro, realmente me asuste cuando uno de los pacientes reacciono de manera temeraria cuando se la inyecte. Casi le clavo la ajuga en el ojo.

Cuando vierto todo el liquido en su cuerpo y le quito la inyección de su cuerpo. Sigue igual, sin expresión alguna en el rostro. Tiro la ajuga en la papelera y dejo todo como estaba antes de entrar yo. Antes de salir por la puerta, no puedo evitar volver a mirarlo una última vez.  Ahora, una muy leve sonrisa aparece en su rostro cuando sus ojos encuentran los míos.

-Hasta luego-digo mordiéndome el labio interior.

-Hasta luego-dice él.

Salgo de la blanca habitación. Me estoy mordiendo con tanta fuerza el labio interior que duele. Es algo que siempre hago. Lo bueno es que como solo tomo entre mis dientes un pequeño, minúsculo, trozo de mi labio interior nadie se da cuenta y por eso nunca me han llamado la atención por eso mis padres. Siempre me muerdo el labio cuando estoy nerviosa, tensa, mintiendo, o simplemente no quiero decir algo. Esta vez lo he hecho por evitar que de mi boca salieran palabras que yo no deseaba decir.

Está claro que en su mirada hay algo maligno, en el buen sentido. Porque pasadas las once y media de la noche, no puedo sacar esos penetrantes ojos suyos de mi cabeza.

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Espero que os haya gustado. Espero subir pronto el quinto capitulo. Por favor, sí les ha gustado  haganmelo saber comentando y votando la historia.

Besos a tod@s!!!

Estoy loco y por eso estoy aquí (Fanfic de Theo James)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora