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Harry.

Another one bites the dust de Queen sonaba en la radio, ella se movía al ritmo de la música. Inevitablemente miraba de reojo hacia mi izquierda mientras manejaba, y es que tenía a una bomba sexy sentada a mi costado, sus largas piernas se podían ver gracias al vestido que ella traía. Estaba preciosa, debo admitirlo, el pequeño moño que se había hecho ya se encontraba desordenado y varios cabello caían sobre su rostro. Mi pierna se movía algo inquieta y supe porque era inmediatamente, ella sabía como ponerme nervioso, no solo con sus comentarios, sino también por su manera de observarme. 

Después de comprar su bello cuadro, porque realmente era una obra de arte, la invité a salir. Tenía miedo de que no aceptara mi invitación pero gracias a Dios lo hizo.

—¿A dónde iremos? —volteo a verme mientras subía ambos pies a la parte de arriba de la guantera.

—¿Puedes bajar tus pies, por favor? —renegué, odiaba que hagan eso, Gemma lo hacía y ponía mis nervios de punta.

—No, no puedo —sonrió como una niña pequeña dándome la contra.

—Conozco un restaurante cerca, sirven un buffet exquisito —espero que terminara de hablar para soltar una carcajada y negó mirándome. —¿Entonces a donde?

—Pásame tu celular —lo saqué de la parte delantera de mi saco, lo desbloquee y se lo pasé. Al recibirlo hizo una mueca. —Que bonita —el sarcasmo se notó al ver una foto de Lucrecia de fondo de pantalla.

—Ella la puso —la muchacha ríe negando con su cabeza para entregarme el teléfono con alguna dirección. —Tú solo guíate.

Luego de manejar varios minutos, varios, llegamos. Cuando estacioné y bajé del auto me di cuenta que nos encontrábamos en una playa, a unos largos pasos había un restaurante y para llegar, debíamos atravesar mucha arena.

—¿Es en serio? —dije activando la alarma con las llaves.

—Sí —volteo a mirarme con ambas manos en su cintura y una sonrisa. —Andando muero de hambre.

Vi que se sacó sus tacones y empezó a andar descalza en la arena, sus caderas se meneaban y el viento despeinaba su cabello de manera ligera, por Dios. Como pude seguí su paso, mis grandes zapatos se hundían en la arena haciendo de los más incomodo caminar sobre esta.

Cuando entré al pequeño restaurante abrí la boca. Era un pequeño lugar con las luces un poco bajas, Bob Marley sonaba de fondo y algunas personas estaban en las mesas vestidas de manera casual, nada comparado a mi traje y su vestido.

Sarella tomó asiento y me llamó con la mirada.

—Siéntese, su majestad —una risita burlona salió de sus labios. —Perdone usted que no lo llevara a un sitio realmente elegante pero —hablaba haciendo voz de señora con clase. —Eso es pura mierda.

—¿Y este sitio? —admire el alrededor admirando el pequeño lugar.

—No está nada mal, me gusta mucho y además, no debo comer decentemente ni con tenedor —sus hombros se encogieron mientras hacia una mueca.

Un chico que parecía conocer a Sarella se acercó a tomar nuestra orden.

—Will, por favor, lo de siempre —le guiñó el ojo haciendo que el mesero se sonrojara, que mujer. —Oh y para él también —me señaló.—Ah y un par de latas de Coca Cola —el chico después de anotar nuestro pedido, se fue y nos dejó solos.

—¿Me vas a intoxicar con lo que pediste?

—Ojala —susurró ella para soltar una pequeña carcajada haciendo que sus ojos se vuelvan chinitos.

—La exposición estuvo excelente —la miré a lo que ella puso sus manos debajo de su mentón, su mirada celeste me intimidaba.

—Gracias, Harry, y también por lo del cuadro, me alegra ayudar a esos niños.

—Es una buena causa —asentí dándole la razón. La admiré por eso, ese acto decía mucho de ella como persona.

Seguimos conversando sobre cosas triviales realmente. Cuando llegó nuestra cena, miré sorprendido mi plato.

—¿Hamburguesas? ¿Dónde están los tenedores? —miré hacia atrás esperando que el mesero venga con estos.

—La hamburguesa se come con las manos, Harry —para después tomar una papita entre sus dedos y untarle mayonesa.

Imité su acción algo confundido.

—Por Dios, Styles ¿Jamás haz comido una hamburguesa con las manos? —negué. —Eres un niño mimado.

—Y tú una caja de sorpresas —admití lo que mis pensamientos decían. —Quien te ve no piensa que comes de esta forma y en estos lugares.

—Eso sonó tan anticuado y prejuicioso —lanzó una gran carcajada contagiándome. —Si esperabas que sea una niña rica que come con cinco tenedores y ordena caviar, te equivocaste y mucho.

—Pensé que..

—Es malo juzgar sin conocer —alzó una ceja y la movió rápidamente. —Pero déjame adivinar, yo si sé cómo eres tú.

—¿Y cómo soy?

Este juego empezaba a gustarme, ella me retaba y no se callaba lo que pensaba. El intimidado terminé siendo yo, esta mujer es una gran caja de sorpresas y aún no la conocía mas de una semana.

—Tú tienes una gran empresa que mantener —me señaló con una papita entre sus finos y largos dedos. —Eres el hijo perfecto, con carrera y costumbres perfectas.

—No soy perfecto.

—No, pero todos esperan que lo seas —touché. —Después de que tu padre te heredé la empresa, y claro, debes casarte para eso con tu estirada novia, tendrás hijos, te jubilaras a los sesenta y seguirás tu ordenaba y bella vida —finalizó riendo mientras tomaba de su lata de Coca Cola.

—Claro que no —me crucé de brazos, en el fondo, era cierto.

—Por Dios, Harry, tu vida está planeada desde que naciste.

—¿Tú cómo lo sabes? 

—¿Quién nunca ha comido hamburguesa con las manos?

Tenía un punto y solo por eso me quedé callado para seguir comiendo, ella no dijo más lo cual agradecí internamente porque no quería ni pensaba darle la razón. Mi vida se basa en trabajar y trabajar, sé que haré de aquí en cinco años, sé donde tengo que estar, así he crecido y así seré siempre.

Terminamos de comer y la llevé a su departamento mientras ella me comentaba que amaba ser libre y no tener parámetros, que suerte la suya. Me contó una que otra infidencia de Zayn y Caroline, sus hermanos y yo de los míos. Esta chica vivía la vida al cien por ciento cada día, la envidiaba, pero de la buena manera.

—¿Aquí vives? —miré el gran edificio, uno de los más costosos de Nueva York.

—¿Esperabas dejarme bajo un puente? Ser bohemia no significa que viviré pidiendo dinero en las calles, Harry —se burló de mi anticuado comentario mientras se colocaba su gran abrigo encima.

—Tienes razón —ambos nos miramos en silencio. —Debo irme, debo revisar unos planos.

—¿A la una de la madrugada? —volteó su rostro hacia mí, mirándome algo incrédula. —Necesitas dejar esta vida tan aburrida.

No sabía como despedirme, la había pasado muy bien, era un plan fuera de mi rutina y definitivamente no tenía pensado comer una hamburguesa de esta manera y con alguien como ella. Empezó a caminar para adentrarse de su edificio, pero como si recordara algo, dio la vuelta para mirarme nuevamente.

—Gracias por la cena, Styles —se acercó lentamente a mí haciendo que pueda oler su perfume, una mezcla de aroma de bebé con manzanilla inundó mis fosas nasales. Llevo ambas manos a mi pecho y me dio un beso en la mejilla, pude jurar que dejó una marca de lápiz labial. —Si quieres escapar de la rutina otra vez, me avisas —me guiñó el ojo para caminar a su departamento.

Carajo, que mujer.

Bohemian in New York [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora