25

468 29 12
                                    

Harry.

Estábamos en el último almuerzo de esta hermosa semana, juro que no quiero que acabe, daría lo que fuera por que no pase eso y pueda seguir disfrutando a mi Sarella para siempre.

Nos encontrábamos en una especie de bar, no es el mejor lugar pero nosotros éramos raros. Ingresamos porque el ambiente parecía ameno, nos dimos cuenta que había un escenario y que varias personas subían a cantar en un karaoke.

—¿Quién quiere ser el siguiente? —el animador buscaba con la mirada, ahora era yo el que me escondía. —¿La señorita de rojo? —señaló a mi compañera que tenía un lindo vestido de ese color que la hacía relucir.

—¿Yo? Oh no, yo no sé cantar —Sarella se disculpó pero la gente empezó a aplaudir para animarla, sobre todo muchos hombres, demasiados.

—Bien —susurró para tomar un sorbo de su cerveza y guiñarme el ojo.

—Suerte —le lancé un beso.

—¿Qué canción vas a cantarnos hoy? —Sarella pensó por un momento y le susurró algo en al oído al animador.

—Buenas noches a todos —mencionó recibiendo un gran aplauso. —Hoy cantaré una de mis canciones favoritas, y sobre todo, la quiero cantar porque estoy viviendo un cuento de amor —sonrió. —Estoy arriesgándome a amar y espero que no me decepciones —dijo esta vez mirándome y yo solo pude lanzarme otro beso con una mirada embobada.

La melodía empezó a sonar  haciendo que ella empiece moviendo su cuerpo lentamente.

Tómatelo con calma conmigo, por favor. Tócame suavemente como la brisa de una tarde de verano, tómate tu tiempo, hazlo lento.

Andante, andante. Solo deja que el sentimiento crezca.

Pequeños aplausos fueron acompañándola mientras ella daba un espectáculo. Sus caderas se balanceaban al ritmo de la música, se veía perfectamente tierna, perfectamente hermosa. Muchos hombres tenían puesta la atención en Sarella, tanto, que los celos me estaban cegando. Sin embargo, me intenté controlar, le di una rápida mirada a sus nuevos seguidores y me perdí nuevamente en sus ojos, en esos ojos que a pesar de tener a todo el mundo viéndola, solo me miraban a mi.

Cuando los últimos momentos de la melodía estaban sonando, bajó del escenario a pasos lentos, acercándose a mi.

Andante, andante.

Oh por favor, no me decepciones.

—Jamás —la tomé de la cintura y la besé con mucho amor sintiendo aplausos en el ambiente. Al separarnos sonreímos y supe que jamás quería separarme de esta mujer.

Sarella.

Las olas del mar, el sonido de las gaviotas y una canción que se reproducía desde el móvil de mi acompañante era lo único que se escuchaba cerca a nosotros. Harry y yo nos encontrábamos echados en una hamaca bajo una palmera esperando el ansiado sunset.

—¿En qué tanto piensas? —sentí el dedo del castaño posarse en mi nariz.

—En nosotros, en que pasará —suspiré y me acurruque más en su pecho. —Mañana regresamos, sabemos lo que nos espera.

—Lo sé —se limitó a decir para volver a mirar el horizonte.

—Tengo miedo —admití. —¿Te arrepientes?

—¿De viajar contigo? —asentí temerosa a su respuesta. —Jamás podría hacerlo, Sarella —me regaló una linda sonrisa tranquilizándome. —Sé que al volver nos esperan dos propuestas de matrimonio, lo sé, pero ya me cansé de hacer todo lo que me dicen, me cansé de quedarme callado y de no poder hacer lo que quiera ni estar con quien yo escoja.

Bohemian in New York [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora