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Sarella.

Los autos pasaban delante de mis ojos, Nueva York se encontraba más despierta que nunca. Un sábado por la noche todos estaban fuera de casa y despertaban al gran monstruo que podía ser la ciudad. Sin embargo, yo estaba de todo menos viva.

—¿Qué va a ordenar señorita?

—Un whisky, por favor —el mesero desapareció con mi orden.

—Disculpa la tardanza —lo miré para sonreírle, esto debía salir bien.

—No te preocupes, llegué hace poco también ¿Ordenas algo? Me adelanté con un whisky, lo lamento.

—Oh no, no tengo hambre —suspiró acomodándose el saco. —Gracias por aceptar esto, Sarella.

—Es lo correcto, Aaron —el hombre delante mío me regala la mejor de sus sonrisas.

—Quiero que sepas que jamás quise obligarte a nada —si claro. —Me siento muy feliz porque dentro de poco vayas a convertirte en mi esposa.

—Si, bueno...

—Sé que no tenías planeado casarte y menos conmigo —acepta. —Sé también que quisieras ser una mujer libre, pero si me lo permites, quisiera hacerte la mujer más feliz del mundo —su mano se dirige a la mía y aunque me tenso, lo dejo tomarla.

—Poco a poco, sin presiones —las palabras que tengo para darle son realmente pocas, sin embargo, esta vez quiero poner de mi parte para hacerlo lo más tranquilo posible para mi.

—Claro —el mesero trajo nuestros vasos y empezamos a conversar sobre cuando me gustaría realizar nuestra boda, la verdad no tuve una respuesta clara, ni siquiera sabía en que momento me metí en esto.

—Podría planearlo con mi madre y mi hermana —dije tranquilamente.

—¿No quisieras que contrate a alguien que te ayude?

—Um —me encogí de hombros. —Si, normal.

Aaron pagó la cuenta y nos dirigimos a su auto, luego me llevó hasta mi casa.

—Gracias por hoy —le sonreí y me bajé del auto.

—Sare, espera —tiró de mi mano obligándome a sentarme nuevamente en el asiento del copiloto. —Sé que no es lo más romántico, pero no quería hacer algo que no te gustaría, entonces para hacerlo más formal ¿Quisieras casarte conmigo? —Aaron sacó una cajita de su bolsillo, en ella había un gran anillo con un diamante azul.

Ay Sarella, ya no hay marcha atrás, lo sabes.

—Claro que sí —Aaron sonrió y me colocó el anillo en mi dedo corazón de la mano izquierda, me acerqué a darle un beso en la mejilla y baje del auto rápidamente.

3 meses después.

Harry.

La constructora me tenía loco, mi padre me tenía loco, Lucrecia y sus planes de boda me tenían loco.

—¿Estás seguro que ese material es el mejor para las columnas? —Louis me consulta mirando un plano entre sus manos.

—Si, las vigas van a soportar mejor el peso.

—¿Seguro?

—Louis, no lo sé —suspiro colocando una hoja sobre mi rostro. —Estoy cansado, en cualquier momento llegará Lucrecia para enseñarme no sé que cosa.

—Lo siento, hermano, sus gritos se oyen hasta mi oficina a veces.

—Lo sé.

—¿Has vuelto a hablar con ella? —Louis pregunta con miedo. Cree que quizá ya haya olvidado el tema pero claramente es lo único que viene a mi mente una y otra vez.

—No, no sé nada de ella, no la he visto, ni siquiera paseando por la oficina de tu novia casualmente para ver si se encuentra ahí —me lanzo sobre mi escritorio lleno de papeles.

—Eres un idiota, solo puedo decirte que se encuentra igual que antes, incluso con un poco más de brillo —le di una mala mirada.

—¿Cuándo la viste?

—Se te olvida que es la mejor amiga de mi novia y que se va a casar —rio. —Nicole y ella están juntas organizando todo.

—No pensé que le emocionará casarse con él.

—Hace lo que puede, Harry —me mira con ese reproche que todos me han dado, todos los que saben lo que pasó entre nosotros.

Nunca la volví a buscar, tenía miedo de aceptar ante ella que fui cobarde y la dejé por un trato que aseguraba mi futuro y el de mi madre. Sé que ella no entendería las razones, si bien le pedí a Zayn que hablara con ella, no aceptó, no quería que su hermana terminara más decepcionada.

No hay día, tarde o noche que no piense en ella, que no sueñe con ella, que no la extrañe, sin embargo, es mi castigo por mis malas elecciones.

—¡Harry, te estoy hablando! —Lu movió su mano delante mío para llamar mi atención.

—¿En qué momento llegaste? —me sorprendí al verla aquí, ni siquiera noté que entró.

—Bueno, no importa —sonrió acomodando su bolso en su brazo. —Ten —estiró su mano con un sobre.

Era una invitación al coctel que suelen enviarse para las bodas.

El señor Aaron Rockefeller y la señorita Sarella Salvatore tienen el agrado de invitarlos al shower de compromiso, que se organizará...

Fue un pinchazo directo a mi corazón, saber que ella se va a casar con otro hombre que soy yo duele, pero verlo plasmado en un papel solo lo hace oficial, sí va a pasar, ella no volverá a ser mía nunca más.

—¡La envió al mismo tiempo que la nuestra!

—Es una tontería, Lucrecia —le resté importancia pero tuve una mínima esperanza que ella lo hubiera hecho a propósito.

—Como digas, bebé, las nuestras están mejores —se acercó a mí y me dio un beso en los labios. —¿Listo para ver los salones? —asentí y me levanté del asiento tomando mi saco para colocármelo. 

Luego de conducir algunos minutos, bajamos a las oficinas de la wedding planner que Lucrecia había contratado. Nos pidieron esperar un momento en la recepción, por lo que aburrido di algunos pasos hacia el jardín exterior, en este, habían algunas parejas contemplando decoraciones y quizá, eligiéndolas. Pasé mi vista rápidamente por el lugar, hombres muy entusiastas y otros mirando el celular mientras la pobre novia se debatía entre rosa claro o rosa oscuro. Creo que mi corazón no estaba preparado para ver lo que venía.

Sarella y Aaron caminaban junto a una señora que les enseñaba decoraciones, ella tenía una sonrisa en el rostro pero no el mismo brillo de siempre, y eso solo me hacía sentirme peor porque sabía que soy el culpable de que esa bella mujer no tuviera su mismo brillo. Siempre tan preciosa y tan ella, vestía unos jeans rasgados y sueltos con unas zapatillas y un top con una casaca de cuero, su característico moño despeinado en la cabeza, estaba bellísima.

Dentro de mí el enojo creció tanto al verla sonreír con el imbécil de Aaron, me enojó que ella estuviera rehaciendo su vida con él, como ella se había olvidado de mi tan rápido y yo me mantenía pensándola cada día y minuto de mi día.

Me enojo verla feliz con él, me enojo la mano de Aaron en su cintura, me enojo que ella me mandara tan fresca la invitación, como si me estuviera sacando en cara su maldito matrimonio, pero claro, ella es vengativa, si quiere guerra, guerra va a tener.

Bohemian in New York [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora