Capítulo 8

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—Peter, te presento a Summer — dijo Marc una vez hubo ocupado el asiento de mi lado, presentándome al conductor —. Summer, Peter.

Sonreí y el aludido asintió a modo de saludo.

—Te he traído lo que me pediste —comentó Peter desde la parte delantera del vehículo, entregándole una bolsa de papel a Marc — ¿Al Mayfair?

—Gracias—. Marc dejó la bolsa en mi regazo mientras Peter ponía el intermitente para salir de allí—. ¿No piensas abrirlo? — Me giré hacia él y ladeé la cabeza con confusión —. Es para ti — añadió, señalándome la bolsa.

Abrí la boca con sorpresa y rocé el papel con los dedos temblorosos. Encontré una sudadera negra en su interior. Cogí aire al comprender que era una de las que se vendían en la sección de merchandising de la página web de Labor. Una edición limitada. ¡No me lo podía creer!

—Creí que se habían agotado — dije, acariciando la tela con la yema de los dedos e incapaz de esconder mi entusiasmo.

Lo miré y sentí como mis mejillas enrojecían. Se encogió de hombros y me dedicó una de aquellas sonrisas que conseguían que perdiera el mundo de vista.

—Y se han agotado — contestó, inclinándose hacia mí —, pero acostumbramos a quedarnos un ejemplar cada uno cada vez que sacamos un modelo de edición limitada.

—¿Solo uno? — Frunció los labios en un intento de esconder su gesto divertido y asintió sin romper el contacto visual —. ¿Esta es la tuya?

Bajó el rostro hasta que quedó a la altura de mi oído.

—No he dejado de imaginarte llevándola mañana cuando te despiertes en mi cama — susurró, haciendo que su aliento chocara contra la fina piel de mi garganta. Se apartó de mí y vi el momento exacto en el que se percató de mi expresión patidifusa. Disfrutaba viendo el efecto que tenía en mí —. Es tuya —. Me estremecí e intenté controlar los erráticos latidos de mi corazón, mordiéndome el labio inferior—. No te pongas tímida ahora.

Desvié la mirada hacia la ventana.

—Pues deja de intentar sacarme los colores—refunfuñé sin alzar la voz, con una sonrisa estúpida en los labios —. Y no des por sentado que dormiré contigo.

—¿Quién ha hablado de dormir? — Rodé los ojos y le propiné un golpe juguetón en el brazo. Se carcajeó y se alejó de mí, ocupando su asiento.

—¿A dónde vamos? — pregunté.

—A un restaurante. Es un sitio muy íntimo.

Mi cara ardió de nuevo.

—¿Es buena idea?

Alzó las cejas con curiosidad.

—¿Por qué no?

—Pareces una persona que aprecia la privacidad — dije, algo incómoda por especular acerca de cómo lo veía —. Sueles evitar las preguntas personales y nunca las contestas a no ser que sea estrictamente necesario.

—Tienes razón.

Entrecerré los ojos y lo estudié con atención.

—Apuesto a que estás harto de que las personas se te acerquen con la intención de ganar fama. A la mínima que eres fotografiado con una chica, acaba siendo noticia. Debe de ser agotador.

Asintió y se rascó la mejilla, pensativo.

—A veces sí, pero forma parte de mi trabajo. La mayoría de los fans son muy respetuosos.

Efecto calor [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora