Banda sonora: Ours, de Taylor Swift.
30 de abril de 2020.
Marc
La vida cambia a una velocidad vertiginosa y abrumadora a veces. Un día te levantas para ir a trabajar. Al siguiente, comienzan las restricciones.
Me recoloqué la gorra sobre la cabeza y recorrí los estantes con los ojos, en busca de aquello que nos hacía falta para tener todo lo que aparecía en la lista.
Crucé miradas con la persona que tenía enfrente y sentí mi cuerpo tensarse ante la posibilidad de que me hubiera reconocido. Sin embargo, me tranquilicé al ver que continuaba con sus quehaceres sin prestarme la más mínima atención.
Si algo bueno había traído toda aquella locura, era la posibilidad de pasearme por las calles de Londres sin ser reconocido. La mascarilla, además de convertirse en algo primordial para preservar la salud pública, también había acabado por ser mi mejor aliada.
Metí una botella de leche en el carro y una sonrisa involuntaria se dibujó en mis labios ante la imagen del cuerpo menudo de Summer delante de mí. Sus pupilas azules estaban fijas en la tabla nutricional de un paquete de galletas. Estaba totalmente concentrada, por lo que cuando posé mis manos en sus caderas dio un brinco involuntario.
—Me has asustado — me recriminó, frunciendo el entrecejo y fingiendo estar enfadada.
Me arrimé a ella y capturé un mechón dorado de su cabello con el dedo. Su dulce perfume me recordó a las sensaciones que me producía sostener su cuerpo entre mis brazos y tragué saliva. Me había convertido en un completo obseso desde el momento en el que la había visto por primera vez. En consecuencia, ahora era adicto al roce de sus labios, al sabor de su saliva. Ella era mi droga.
—Me encanta que lleves este tipo de peinados — susurré en un tono premeditado y obsceno.
Esa mañana, antes de salir de casa, se había trenzado el pelo. Al tener el rostro despejado, su cara, de facciones delicadas, se volvió el centro de mi atención. Era imposible no sumergirse en el azul turquesa de sus ojos, enmarcados por pestañas sedosas y largas. La tentación de apoderarme de sus labios, de perderme en las curvas de su cuerpo, era una batalla en mi día a día.
Contemplé con deleite como un sonrojo adorable cubría sus mejillas ante mi escrutinio y mi sonrisa se agrandó.
—Deja de intentar sacarme los colores — masculló, echando un rápido vistazo a nuestro alrededor y separándose de mí.
—Lo haré cuando tú dejes de fingir que no te gusta.
Retrocedió, como si de aquella manera pudiera evitar mis comentarios.
—Paguemos y regresemos a casa — masculló antes de darse la vuelta.
Casa. Hogar.
Tras declarase el estado de alarma, le había propuesto que se viniera a vivir conmigo, desafiando de ese modo a todos aquellos que no aprobaban nuestra relación. Lo cierto era que no me importaba en absoluto. Por otro lado, la sola idea de no poder verla me ponía enfermo. Estaba loco por ella. A esas alturas, reconocerlo era lo mínimo que podía hacer.
Ben y Roger habían decidido pasar el confinamiento en Los Ángeles, juntamente con Abby y Mia. Royce, en cambio, se había marchado a Irlanda para pasarlo con su familia. En esos momentos todos los miembros de Labor estábamos esparcidos por distintos lugares del mundo. Aun así, hablábamos a diario.
Todos coincidíamos con que nos moríamos de ganas de volvernos a subir a un escenario en cuanto fuera posible. Habíamos tenido que aplazar nuestra última gira. Pero cuando volviéramos, lo haríamos con más fuerza que nunca, por la puerta grande.
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Efecto calor [1]
RomanceSummer se cuela en ese club porque quiere conocer a Marc. Él es famoso y no sospecha que ella es menor de edad. No se imaginan los problemas que acarreará para ambos esa situación. ****** Esta historia tiene un spin off titulado "Efecto Hardwicke". ...