Capítulo 11

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Banda sonora del capítulo: The story of us, de Taylor Swift.

Mi madre no me había dirigido la palabra desde que había llegado. Teniendo en cuenta que hacía más de una hora, resultaba imposible no deducir que aquella situación la había fastidiado bastante.

Yacíamos sentadas en la mesa del comedor de casa de Marc, a la espera de que él y su equipo regresaran. Además de Mia, había venido otra de las mánagers de Labor, Cara Green, que también era su abogada. Entre el fandom se la había tachado de fría, exigente y controladora.  Me había bastado con verla una sola vez para confirmar esas sospechas. La mirada que me había lanzado nada más llegar, me había helado la sangre en las venas.

Tomé un sorbo de mi taza de té y suspiré.

—¿En qué estabas pensando? —masculló mi madre finalmente. La irritación teñía sus ojos color miel, siendo estos un calco de los míos—. Este chico te saca más de diez años.

—Siete — me apresuré a corregir. Bajé la mirada y crispé las manos bajo la mesa —. No entiendo a qué viene tanto alboroto.

—Viene a que él es famoso y a que tú eres menor.

—No por mucho tiempo — rebatí con nerviosismo, refiriéndome a mi edad.

La escuché suspirar con frustración.

—Despierta, Summer —. El tono severo de su voz me hizo alzar la mirada —. ¿Tú te crees que eso les importa a los periodistas? —. Negó con la cabeza y se masajeó la frente, en señal de agotamiento—. Tienes suerte de que no puedan publicar las fotos sin pexilar tu rostro.

Me mordí el labio inferior e intenté mantener las emociones bajo control. Sin embargo, una punzada de angustia se clavó en mi pecho al recordar la mirada que me había dirigido Marc nada más descubrir mi edad.

—¿Qué pasará con él?

—No lo sé — contestó, suavizando el tono de su voz—. Su agencia tendrá que hablar con los periodistas y decirles que eres menor de edad.

No hacía falta ser demasiado inteligente para saber lo que aquello significaba. Le había jodido la vida.

—¿Dónde está papá? — inquirí. Necesitaba cambiar de tema.

—Se quedará unos días más en Ginebra — contestó secamente —. Tú te vas a venir a casa conmigo hasta que comiencen las clases.

Asentí. De todas formas, no quería volver al internado. Estaba convencida de que la noticia acabaría por filtrarse y quería aplazar ser el centro de todas las miradas.

La puerta de la estancia se abrió y Marc y su equipo entraron. Ocuparon las sillas que había libres en la mesa y mi madre y Cara comenzaron a debatir acerca de cómo se procedería a partir de ese momento.

Sabía que lo conveniente era que prestara atención a la conversación, pero no pude frenar el impulso de clavar mi mirada en el rostro de Marc. Se había cambiado de ropa y cualquier rastro de diversión había abandonado sus hermosas facciones. Su silencio y su falta de atención hacia mí eran como latigazos. Había metido la pata hasta el fondo.

—El artículo se publicará en menos de dos horas — escuché decir a Mia tras firmar todo el papeleo pertinente —. El rostro de su hija saldrá pixelado, pero no podemos garantizar su anonimato. Cuando pasan cosas de este tipo, aconsejamos a las personas implicadas que eviten estar en público o ser el centro de atención. Al menos durante una temporada.

Tragué saliva y clavé los ojos en mis manos. La historia de cómo había conocido a Marc estaba a punto de terminar. Mi mente había llegado a fantasear finales alternativos durante la última hora. Pero aquí estábamos, sentados uno enfrente del otro, sin dirigirnos la palabra. Si cerraba los ojos podía seguir notando sus labios tatuados en mi piel; pero cuando los abría no leía otra cosa que una mezcla de apatía y nerviosismo en su expresión.

Efecto calor [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora