Llevaba en el baño más de quince minutos cuando escuché un golpe suave en la puerta.
—Ahora salgo — dije, alzando el tono de voz para que se me escuchara.
Me eché agua fría en la cara en un intento de que mi nivel de nerviosismo menguara. Marc me había dejado ropa cómoda para dormir y me había proporcionado un cepillo nuevo para que pudiera cepillarme los dientes.
Sin perder más tiempo, me trencé el pelo con destreza y abrí la puerta. Cogí aire cuando mis ojos toparon con el pecho desnudo de Marc. Iba descalzo y solo llevaba los pantalones del pijama. La visión de la cremosa piel de su torso hizo que sintiera chispazos en la base de mi estómago. Tenía el pulso disparado cuando me hice a un lado y abandoné el cuarto, dejando que él también se aseara.
Mientras esperaba a que acabara, me dirigí a su habitación y me senté a los pies de la cama. One me siguió y descansó su cabeza sobre mi regazo, moviendo el rabo mientras le acariciaba el hocico. Tenía una mirada sincera y repleta de bondad. Era adorable.
La puerta de la habitación se abrió al cabo de unos minutos. Marc vino hacia mí con aires de indecisión. Me alegró comprobar que yo no era la única que estaba nerviosa. Habían pasado demasiadas cosas entre nosotros. A pesar de todo, la tensión que nos rodeaba en esos momentos era innegable.
Tras unos segundos, optó por tomar asiento a mi lado. Su brazo desnudo entró en contacto con el mío y se me puso la piel de gallina cuando la electricidad estática fluyó entre nosotros.
—Me alegra ver que habéis congeniado — dijo, refiriéndose a One.
Sonreí y asentí.
—Te dije que me encantan los perros.
—Lo sé — contestó, echándose para delante, posicionándose a mi altura —. Y que el número uno es tu favorito.
Noté como un inevitable sonrojo se apoderaba de mis mejillas. Cualquier duda sobre el motivo del nombre el animal se disipó en ese instante. Estaba claro que lo había llamado One en mi casusa. No sabía cómo sentirme al respecto. Me había dicho que lo había adoptado hacía unos meses. Probablemente, mientras yo estaba en Ginebra.
—Marc — mascullé, sin saber qué decir a continuación, dejando que las letras que formaban su nombre acariciaran mis cuerdas vocales. La visión de sus ojos clavados en los míos se filtró en mi sistema.
—Summer — replicó, y su aliento chocó contra la piel de mis mejillas.
Entonces me acarició el rostro con una mano y entreabrió los labios. A esas alturas, mi cuerpo era un cúmulo de latidos descontrolados y respiraciones entrecortadas. Me daba miedo volver a sentirme de aquella manera con tanta facilidad. Era como si el tiempo no hubiera pasado. Volvía a ser la misma Summer de diecisiete años, totalmente deslumbrada ante su cercanía.
Habría dejado que me besara en ese momento. No me hubiera importado ir incluso más lejos. Sin embargo, él pareció percibir la duda en mi semblante y, tras tragar saliva, se levantó, apartándose de mí.
Rascándose la mejilla, me dedicó una sonrisa que no supe interpretar.
—Ha sido un día largo — expuso, sonando su voz más grave de lo habitual —. Será mejor que nos vayamos a dormir.
Me levanté sin tener una respuesta en mente, llevada por la sensación que me embriagaba cada vez que estábamos en la misma habitación. No me consideraba una persona impulsiva, pero con él era incapaz de pensar con la cabeza fría. Siempre acababa mostrando mi parte más vulnerable, sucumbiendo a lo irracional.

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Efecto calor [1]
RomanceSummer se cuela en ese club porque quiere conocer a Marc. Él es famoso y no sospecha que ella es menor de edad. No se imaginan los problemas que acarreará para ambos esa situación. ****** Esta historia tiene un spin off titulado "Efecto Hardwicke". ...