Capítulo 22

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—¿De quién nos estamos escondiendo? — preguntó April.

Me estremecí al escuchar su voz y me ruboricé al percatarme de lo absurda que era aquella situación

—De nadie — mentí, observando como mi amiga se cruzaba de brazos y fruncía el entrecejo —. Los fuegos artificiales están a punto de comenzar y no quería perdérmelos.

—Ya — contestó, lanzándome una mirada que denotaba sospecha.

El espectáculo pirotécnico comenzó antes de que pudiera insistir y suspiré con alivio. La gente bailaba y aplaudía a nuestro alrededor y, por un momento, pensé que podría escabullirme de todo aquello. Sin embargo, temí lo peor cuando sentí la presión de una mano en la curva de mi codo.

—Summer— gritó una voz ronca por encima de la música.

El estómago se me contrajo y los nervios recorrieron mi sistema casi al instante. Al voltearme, entreabrí los labios en busca de aire, sintiendo como mis mejillas se teñían de rojo y un temblor incontrolable se adueñaba de mi cuerpo.

—Menuda sorpresa — añadió el recién llegado, rodeando mi espalda con un brazo y arrastrando la lengua al hablar. Apestaba a alcohol y sus ojos lucían apagados.

—¿Y este quién es? — exclamó la voz de April, divertida ante la situación, pero también a la defensiva.

—¿No lo sabes? — inquirí con sorpresa, sin dejar de mirar al causante de mi nerviosismo.

—De vez en cuando, es agradable encontrar alguien que no me reconoce — comentó el sujeto de nuestro escrutinio, con su brazo sobre mis hombros —. ¿No crees, rubita?

Ben era muchísimo más alto que yo, pero no pareció ser consciente de ese detalle cuando decidió recargar todo su peso sobre mí. Por suerte, April logró sujetarme antes de que tanto yo como él acabáramos en el suelo. Alcé la mirada con dificultad y vi un sofá vacío no muy lejos de donde estábamos.

—Ayúdame a llevarlo allí — dije, alzando la cabeza en dirección al sofá.

Lo arrastramos hacia esa dirección entre las dos. Debo de admitir que nos costó más de lo que esperaba.

Ben cayó como un trozo de plomo en cuanto la soltamos. En un principio, creí que le habríamos hecho daño, pero me tranquilizó observar cómo comenzaba a carcajearse a los pocos segundos, doblándose sobre sí mismo y agarrándose el estómago.

—No entiendo qué le hace tanta gracia — masculló April, con los brazos en jarra y mordiéndose el labio inferior para no unirse a su risa desenfrenada —. Verás mañana cuando se descubra un moratón en el trasero. No se reirá tanto.

—Ese es el mínimo de mis problemas ahora mismo — expuso él, con la sonrisa en los labios, pero la tristeza gravada en la expresión.

—Oye— musité, intentando dejar mi faceta de fan a un lado y concentrándome en lo que era realmente importante —. ¿Necesitas que llamemos a alguien para que te venga a buscar?

—No, no quiero marcharme. Me lo estoy pasando en grande — conseguí entender cuando habló —. ¿Os apetece un chupito de tequila? ¡Os invito!

—No creo que sea buena idea — rebatí, viendo como hacía un intento vano de incorporarse. Iba muy borracho.

April lo agarró por los hombros al prever que estaba a punto de caerse. Ninguna de las dos estábamos preparadas por lo que pasó a continuación.

Conseguí apartarme antes de que la primera arcada de vómito se produjera. April no tuvo tanta suerte.

—¡No me jodas! — exclamó con asco, soltándolo y apartándose de su cuerpo, agitando las manos por instinto.

Efecto calor [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora