Capítulo 15

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Cuando estaba muy enfadada, tendía a ponerme roja. Y en esos momento me ardía la cara, me sudaban las manos y me moría de ganas por propinarle un guantazo a la persona que tenía delante.

—Deja de hablar como si yo fuera la única culpable de todo lo que está pasando — espeté, alzando el tono de voz —. Que yo recuerde, no te obligué a nada. Es verdad que no te mencioné mi minoría de edad. Pero tampoco me lo preguntaste —. Crispé las manos y negué con la cabeza, enfatizando mi cabreo —. Creo que estabas demasiado ocupado demostrándome cuanto te gustaba mi compañía. ¿O lo has olvidado?

Nos mantuvimos en silencio durante unos segundos, sosteniéndonos la mirada. El fuego en mis ojos hizo que el hielo en los de Marc menguara. El arrepentimiento no tardó en reflejarse en su semblante y tragó saliva.

Ben regresó con la bolsa de hielo y un neceser de primeros auxilios justo cuando se disponía a contestarme.

—Sabéis que tengo vecinos, ¿verdad?— nos interrumpió, con una mirada airada.

Marc apretó los labios en una línea recta y se giró, quedando de espaldas a mí. No me podía creer que me hubiera hablado de aquella manera. 

Me crucé de brazos y exhalé aire por la nariz de forma sonora. Ben aprovechó mi despiste y me puso la bolsa de hielo en el pie, haciendo que me sobresaltara.

—Gracias, pero me voy a tener que ir— le dije, intentando que mis emociones no se filtraran a través de mi voz —. Venir ha sido muy mala idea.

Me dispuse a buscar el contacto de Spenser en mi móvil con las manos temblorosas.

—¿Qué? — preguntó él tras lanzarle una mirada reprobatoria al causante de mi mal estar —. Summer, te conviene esperar hasta que se te baje un poco el hinchazón.

Al parecer sí que se sabía mi nombre.

—Estoy bien — mentí.

—No lo creo — rebatió —. El pie se te está poniendo azul.

Marc se volteó con la vista clavada en el suelo y se agachó a mi altura, dispuesto a comprobar si aquello era verdad.

—Sigo sin saber por qué estoy aquí — dije, echándome para atrás e impidiendo que sus manos alcanzaran mi pie.

—Marc ha estado recibiendo mensajes con amenazas durante toda la tarde.

La rabia abandonó mi cuerpo y le dirigí una mirada preocupada al aludido.

—¿Qué clase de amenazas? — me escuché preguntar con la voz débil.

—Alguien quiere filtrar tu identidad en cuanto cumplas la mayoría de edad.

Tragué saliva y me dejé caer contra el sofá de nuevo. Mi cumpleaños era dentro de pocas horas.

—Cuando me has dicho que has perdido la nota, he pensado que quien me escribe quizás sea alguien que te conoce —expuso Marc —. ¿Se te ocurre quién podría ser?

Suspiré. No destacaba por ser una persona precisamente popular en el internado. Había llegado hacía pocos meses y la única amiga que tenía era April.

—Podría ser cualquiera —contesté, masajeándome la frente y cerrando los ojos momentáneamente—. ¿Piden algo a cambio de silencio?

Marc chasqueó la lengua.

—No —. Suspiró y volvió a tomar asiento —. Parece una gamberrada típica de un adolescente aburrido.

Me mordí el interior de mi mejilla y me pregunté qué demonios estaba haciendo allí entonces.

Efecto calor [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora