Sentí su mano en mi espalda mientras descendíamos por las escaleras, abarrotadas de gente. Una lenta calidez se propagó por mi columna vertebral, empezando en el punto exacto que su mano presionaba y expandiéndose por cada extremidad de mi cuerpo. Mis dedos comenzaron a temblar, mis piernas flaquearon y la punta de mi nariz enrojeció.
No había conseguido dejar de tiritar cuando llegamos a la barra. En el momento que me preguntó que me apetecía beber, le contesté que lo mismo que él.
Depositando de nuevo su mano en mi dorso, me condujo hacia una mesa libre y ocupamos el sofá. Al cabo de pocos minutos, un camarero apareció con dos copas y una botella de champán.
—¿Intentas impresionarme?
Una sonrisa lenta se extendió por su rostro y sentí una presión chispeante en el estómago. Tragué saliva, totalmente consciente del rubor en mis mejillas.
—Creía que ya lo había hecho.
Amplió su sonrisa y dio un pequeño sorbo de su copa. Lo imité y saboreé las burbujas en mi paladar, disfrutando de su sabor dulce. Agradecí la pausa en la conversación e intenté concienciarme de que todo aquello estaba pasando de verdad, que no estaba soñando.
Mi mente viajó a la conversación que habíamos mantenido justo antes de los fuegos artificiales. Me pregunté qué hubiera pasado si su amigo no nos hubiera interrumpido. Juraría que había estado a punto de besarme. Pero era Marc Petterson, el guitarrista de Labor. Era un experto en el arte de la seducción, estaba claro.
Lo contemplé mientras se deshacía el moño y se lo volvía a hacer de forma relajada. Era capaz de hacer que mi temperatura corporal subiera con un solo gesto. No sospechaba cual era mi edad. ¿Supondría algún problema si le revelaba esa información? No volvería a verlo nunca más después de esa noche. Decírselo sólo complicaría las cosas. Me quedaban pocas semanas cumplir los dieciocho y él no tenía porqué enterarse. Lo mejor que podía hacer era mantener la boca cerrada y disfrutar de su compañía mientras pudiera. ¿Verdad?
—¿Te gusta el champán?
—Me encanta— contesté. Me guiñó un ojo y se inclinó hacia mí—. ¿Dónde están tus amigos? — pregunté con curiosidad. Habían desaparecido tras los fuegos artificiales.
Se rascó la mejilla, encogiéndose de hombros.
—Seguro que no andan muy lejos.
Me giré hacia la pista de baile y me estremecí al percatarme de qué las personas a nuestro alrededor nos estaban mirando.
—Es un poco intimidante — musité para mí misma.
—¿El qué?
—El escrutinio de la gente — expliqué—. ¿No te molesta?
—Viene con la fama— contestó como si nada—. A veces puede resultar agotador tener que sospesar todo lo que digo o hago por si acaba siendo grabado o fotografiado y enviado a la prensa. O peor. Que acabe siendo publicado en las redes sociales y haciéndose viral en cuestión de minutos. Pero me encanta mi trabajo. No me imagino mi vida sin la música —. Me miró fijamente y la pillería se adueñó de su expresión—. ¿Me sigues en las redes sociales?
Rodé los ojos ante el cambio de tema.
—Creo que ya hemos estipulado que soy una fan.
—¿Instagram, Facebook, Twitter...? — prosiguió, en tono de burla.
Suspiré con exasperación.
—Sobre todo, en Twitter— acabé confesando, con el pulso acelerado.
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Efecto calor [1]
RomanceSummer se cuela en ese club porque quiere conocer a Marc. Él es famoso y no sospecha que ella es menor de edad. No se imaginan los problemas que acarreará para ambos esa situación. ****** Esta historia tiene un spin off titulado "Efecto Hardwicke". ...