-Lauren-
La cafetería está atestada de gente.
La fila para la comida es tan larga que busco a alguien conocido para colarme. En la mesa que suelo sentarme, se encuentran los tres idiotas que se hacen llamar mis amigos: Charles, Will y Alex.
Doy una ojeada a la fila una vez más y vislumbro un familiar color de cabello. Estoy a punto de echarme a andar, cuando siento una mano enredándose en mi muñeca.
Me giro sobre mis talones y me topo de frente con una chica. Es casi tan alta como yo, su cabello rubio teñido cae sobre su pronunciado escote; sus ojos azules están maquillados con colores oscuros, y el color rosa de sus labios resalta la blancura de su piel. Sé que la conozco, pero no puedo recordar su nombre.
— ¿Qué tal tus vacaciones, Lauren? —su voz suena tan sugerente que reprimo una sonrisa. Me encojo de hombros y le dedico mi sonrisa más encantadora.
—Estuvieron de lo más aburridas, ¿las tuyas? —pregunto cortésmente.
Su mirada se ilumina por completo antes de morder su labio inferior y murmurar—: Jodidamente malas. Te extrañé un mundo.
Los recuerdos se agolpan en mi memoria a una velocidad impresionante. Ella en la fiesta del campeonato el año pasado, ella besándome, ella en mi cama durante tres días…
Mi sonrisa se ensancha y acaricio su mejilla con el dorso de mi mano. —Oh, cariño. Sobre eso… —me acerco a ella, sólo un poco, pongo un mechón de cabello detrás de su oreja y susurro para que sólo ella pueda escucharme —, ha sido un error. No quiero nada serio con nadie por el momento. Tú sabes, el campeonato está a punto de comenzar una vez más, y ésta vez, no pienso perder. Necesito estar concentrada.
No le miento. Todo lo que le digo es verdad, no quiero una relación, necesito concentrarme en el campeonato y no voy a permitir que nada se interponga entre mi meta y yo.
Veo su rostro transformándose en una mueca de disgusto y decepción. —Pero creí que…
—Escucha, cariño —la interrumpo—, lo siento. Pero yo no tengo relaciones serias. Lamento que creyeras lo contrario.
Antes de que pueda responder, me giro sobre mis talones y avanzo hacia la chica que vi con anterioridad. Estoy ansiosa por tener a Margaret Geller entre mis brazos, cuando de pronto, la veo…
La chica del Chevelle está ahí, a pocos metros de distancia, colocando comida en una bandeja. Su cabello es más castaño de lo que recordaba, sus pestañas maquilladas casi cubren sus ojos, su nariz pequeña y delicada le da un aspecto infantil y entonces, me encuentro caminando hacia ella. ¿Qué demonios estoy haciendo?...
—Hola, virgen —murmuro contra su oreja y ella da un respingo. La satisfacción de provocar eso en ella me hace querer sonreír, pero lo reprimo.
Ella se gira y me mira durante una fracción de segundo, antes de hacer una mueca de desagrado. ¡Malditas sean sus muecas!, ¡Me encantan!
—Seré una chica buena contigo y pagaré tu desayuno —digo sacando la cartera de mi bolsillo trasero.
—Puedo pagar mi comida, gracias—dice girándose sobre sus talones. Yo sonrío con irritación—. Ve a ser buena chica con otra persona.
—Escucha, ¿Camila, cierto? —Digo, a pesar de que no he podido olvidar su jodido nombre—, la cosa está así: no me gusta que me digan que no. Pónmelo sencillo y coopera. Prometo que vamos a divertirnos mucho.
Sólo estoy fanfarroneando. No soy tan idiota. Sólo quiero molestarla. Ella se vuelve hacia mí y me encara con una ferocidad que me toma desprevenida. No estoy acostumbrada a que me reten. Nunca; nadie se atreve a retarme.