-Camila-
Lauren conduce en silencio por las calles vacías.
Son las dos de la madrugada. Ni siquiera me había percatado de lo tarde que es. Sus dedos están entrelazados en los míos y está muy callada.
— ¿Te encuentras bien? —susurro rompiendo el silencio
Lauren me mira un segundo antes de volver a fijar su vista en la carretera.
—Si —su voz suena más ronca de lo normal—. Sólo estoy… pensando.
— ¿En qué? —susurro acariciando la piel de mano con mi pulgar.
—En lo que pasó la última vez que tuve una novia.
Mi corazón se detiene una fracción de segundo, pero me obligo a mantener mi expresión en blanco. Me pongo de rodillas sobre el asiento del carro y espero hasta que se detiene en un semáforo en rojo para tomar su cara entre mis manos y obligarla a mirarme.
—No soy ella —me sorprende la intensidad con la que hablo.
—Sé que no lo eres —dice mirándome a los ojos—. Pero yo si soy… yo. No quiero arruinarlo contigo como lo arruiné con ella. No quiero fallarte a ti. No quiero…
Mis labios se unen a los suyos en un beso urgente, acallando cualquier cosa que quiera decir. Mi lengua invade su boca sin pedir permiso y ella gruñe en aprobación.
—Confío en ti —susurro contra su boca y pega su frente a la mía.
—No huyas de mí —susurra—. Voy a equivocarme, voy a ser un desastre, voy a hacer que quieras irte pero, por favor, no lo hagas.
La urgencia de sus palabras me hace ver lo mucho que está arriesgándose a mí lado y lo único que quiero es que sepa que no voy a irme a ningún lado.
—No me iré —prometo—. Yo también voy a equivocarme y seré un desastre, y seré insegura, y seré todas esas cosas ridículas que puede llegar a ser una chica…, pero no me iré.
Lauren no pronuncia ni una sola palabra más, pero la siento un poco más relajada.
Mi corazón late con fuerza contra mi pecho cuando aparca frente al edificio en el que vive. Bajo y siento mis rodillas temblando ante la expectativa de lo que puede suceder.
No habla mientras me toma de la mano y me guía escaleras arriba. No habla cuando busca sus llaves y tampoco habla cuando abre la puerta y se aparta para dejarme entrar.
Mi corazón retumba contra mis costillas a un ritmo inhumano, y mi respiración se atasca en mi garganta cuando la oigo cerrar la puerta detrás de mí. Lenta y tortuosamente, envuelve sus brazos en mi cintura, pegando su cuerpo al mío. Mi espalda está pegada a su cuerpo firme y fuerte.
Su respiración agita el cabello junto a mi oreja y toda mi carne se pone de gallina. Mis párpados revolotean hasta cerrarse y echo la cabeza hacia atrás.
—Me encanta la manera en la que tu cuerpo encaja con el mío —susurra contra mi oreja y un escalofrío recorre todo mi cuerpo.
Sus manos se deslizan sobre mi estómago y se posan en mi vientre. Mis labios se entreabren ante su cálido y posesivo gesto, y la escucho susurrar—: Me encanta la forma en la que me besas… —su caricia se extiende hacia mis costados, hasta que sus manos aferran mis caderas—. Me encanta tu aroma y la curva de tu cadera —como para probar su punto, desliza sus manos de arriba hacia abajo, enmarcando esa curva—. Me encanta éste vestido… —aferra el material con los puños, subiéndolo con lentitud.
—L-Lauren… —murmuro, pero no estoy segura de qué es lo que quiero decir.
Retira el cabello de mi cuello y me inclino casi por instinto, dándole entrada. Su nariz roza mi pulso y aspira profundamente.