Lauren
Estoy eufórica. Está mirándome. Está mirándome fijamente y está sonriéndome. No puedo creer que esté aquí. No puedo creer que realmente haya venido.
No había querido abordarla en el campus por miedo a que se sintiera acosada por mí, pero moría por acercarme y saludarla. No creía que fuera a venir. No después de lo que había ocurrido en nuestra cita. No después de ni siquiera dirigirnos la palabra durante toda la semana. Es entonces cuando me doy cuenta. Ella no es bonita. No es para nada una chica bonita...
Camila Cabello es hermosa.
No tiene una belleza convencional. sin embargo lo es, es bella. Sus ojos no son verdes, azules o grises; son un par de bonitos ojos marrones, expresivos y alegres. Su cabello es un alboroto encantador, su cuerpo no es esbelto ni alto, pero es curveado y sinuoso, sin lucir vulgar. Su piel morena resalta la blancura de su sonrisa y, aquí, arriba del ring de boxeo, me doy cuenta de que es la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida. Hay algo en ella que hace que la habitación se ilumine con su presencia. Hay algo en ella que me hace querer hacer las más grandes estupideces, sólo para que me note.
— ¡EN ÉSTA ESQUINA, AQUÍ VIENE, SEÑORAS Y SEÑORES...! , ¡LA IMPARABLE, INCONTENIBLE, LA PODEROSA...! , ¡ROXY, MURDER, SONCLAAAAAAAIR! —grita el animador, pero no me muevo. No estoy lista para apartar mi mirada de la pequeña morena entre las gradas.
— ¡Trae aquí tu trasero, Jauregui! —me grita el entrenador y le sonrío una vez más antes de girarme sobre mis talones e ir a mi esquina.—Deja que te golpeé —me instruye mientras rocía aceite en mis hombros y abdomen—. Regálale un round.
—No —digo, tajante.
—Sólo hazlo, Lauren.
—Ésta noche quiero impresionar —mi voz suena ronca a mis oídos. Intento buscarla entre la gente, pero es imposible ahora.
—Vas a llevar tu trasero ahí, vas a regalar un round y después impresionas a cuanta niña idiota desees impresionar —espeta el entrenador.
La ira recorre mi cuerpo, pero aprieto la mandíbula. No es momento para dejarse llevar por el coraje. No es momento para perder el control. —De acuerdo —digo a regañadientes y me ponen el protector de la boca.
El entrenador asiente y el animador nos llama al ring. El réferi nos mira a ambas competidoras y nos hace una pequeña inclinación de cabeza. Nosotras la imitamos y Roxy pone sus guantes delante de mí. Yo golpeo sus puños y me retrocedo para ponerme en guardia. La campana suena y siento la adrenalina bombeando a través de mi torrente sanguíneo. Roxy ataca primero. Es lenta pero fuerte. Amortiguo su golpe cubriéndome con mis antebrazos y ella vuelve a atacar, golpeando su puño en mi mejilla.
Una descarga de ira recorre mi cuerpo y golpeo con todas mis fuerzas. Un gancho directo en su estómago. Escucho el jadeo de mi adversaria y observo cómo retrocede un par de pasos. Atesto otro golpe en su mandíbula, ésta vez con menos fuerza y ella se abalanza hacia adelante.
La espero con una serie de golpes en el rostro y el árbitro nos separa. Regreso a mi esquina por unos segundos y no miro a nadie más que a mi contrincante. La gente ha desaparecido, el rugido del público y la expectativa de la competencia se reduce a nada cuando estoy aquí arriba.
Roxy se abalanza sobre mí y recuerdo la indicación que me dio el entrenador. Bajo un poco la guardia y le permito golpearme tanto como quiera. Atesta un golpe particularmente doloroso en mi costado izquierdo y me quedo sin aliento. Me encorvo y me golpea en el pómulo con brutalidad.
La campana del primer round suena y regreso a mi lugar. Escupo el protector de mis dientes y enjuago mi boca con un poco de agua antes de tomar un trago corto.
El entrenador me mira y pregunta—: ¿Todo está en orden?