-lauren-
Estoy a nada de perder los estribos.
No puedo apartar la mirada del idiota que tenía su mano sobre la espalda de Camila.
Mi Camila.
Las cejas del chico se alzan con incredulidad y levanta las manos, como si estuviese amenazándolo con un arma. Ridículo.
—Tranquila, Jauregui. No quiero problemas contigo —dice, pero una sonrisa baila en las comisuras de sus labios.
¿Está burlándose de mí?...
— ¿Qué jodidos es lo que te parece gracioso, imbécil? —escupo. Apenas puedo contener la ira que está arremolinándose en mi interior.
—Lauren… —la voz de Camila está cargada de preocupación, así que me atrevo a mirarla de reojo. De inmediato soy capaz de notar su expresión cautelosa y ansiosa.
El imbécil ríe un poco y clavo mi vista en él. Sus manos se alzan aún más, pero no deja de sonreír.
—Tranquila, amiga; no estoy riéndome de ti ni nada por el estilo; estoy riéndome de la situación. Estás malinterpretando todo, no hay razón para estar celosa.
—No eres mi amigo y tampoco hay razón para que toques a mi novia —mi voz suena tranquila y serena, pero estoy a punto de estallar. Ira cruda y fría se apodera de mi torrente sanguíneo. Odio que esté sonriendo. Odio que intente razonar conmigo. Odio que siga a un paso de distancia de Camila...
—Lauren, detente —dice ella, avanzando en mi dirección. Mi corazón late a una velocidad impresionante. Siento su mano apretando mi muñeca, tirando de mí. Quiero seguirla, y al mismo tiempo no quiero que ése idiota se salga con la suya.
Finalmente, me giro sobre mis talones. Me cuesta trabajo avanzar. Una parte de mí, la idiota impulsiva, me grita que debo volver y borrarle la sonrisa a golpes. Otra, la inteligente y sensata, me dice que debo seguir a Camila y no buscarme problemas.
Tengo tanto tiempo sin pasar un rato de calidad con ella, que lo único que quiero hacer, es fundirme en sus brazos. Moría por verla, así que enviarle un texto a Dinah era mi mejor opción para sorprenderla. Fue ella quien me dijo dónde se encontraban.
Ver a Lucia me golpeó tan duro, que no sé cómo es que no he colapsado. No la extraño. No siento absolutamente nada por ella, pero verla, fue revivir todo lo que pasó.
El sentimiento de furia irrefrenable, mis puños sobre el rostro destrozado de Thomas, los gritos de Lucy, la delegación, los gritos de mi papá, los llanto de mi mamá y mi hermana, la decepción en la mirada de Chris, las horas declarando, la advertencia en el campeonato, los mensajes de texto ofensivos, las llamadas donde me gritaban asesina… Todo volvió a mí como un tractor demoledor.
La verdad cayó sobre mí como baldazo de agua helada. La noche en la que decidí seguir a Lucia, acabé con todo lo que tenía. Perdí a mi familia, perdí el campeonato, perdí a casi todos mis amigos, y me perdí a mí misma.
Decidir volver con la doctora Graham, mi psiquiatra, no fue una decisión fácil. Sin embargo, después de ese encuentro, la he estado viendo todos los días dos horas por semana. Dice que no debo guardarme tantas cosas; que mis pesadillas son causadas por el deseo de mi inconsciente de liberar toda la carga que llevo dentro.
Sé que debo hablarlo con alguien, pero no me atrevo a hacerlo con nadie. Necesito reencontrarme. Necesito estar bien para recuperar a mi familia, para ser completamente feliz con Camila…
Todo esto es acerca de Camila. Lo había estado pensando desde hacía tiempo, pero ver a Lucy fue el detonante.
Me di cuenta de que, si bien ya no siento nada por ella, aún no supero lo que pasó. Graham dice que debo decírselo a Camila. Cree que debo contarle a ella todo lo que pienso, y sé que ella puede entenderme, pero me da tanto miedo...