-Lauren-
Estamos sentadas en la acera Camila lleva puesta mi chaqueta y una pequeña sonrisa que dibuja una linda curva en sus labios. Ha dejado de llover hace casi una hora y no hemos dejado de hablar en todo ese tiempo.
Me ha contado acerca de su familia en Los Ángeles. De su hermano mayor, Sebastián, de su abuela Mercedes, de su mamá, Sinueh y de la ridícula cantidad de mascotas que tienen: tres perros, un gato y cuatro loros.
— Siento que te estoy aburriendo con todas mis ridículas historias —dice tras un silencio cómodo.
—Me gusta escucharte —la miro y sonrío, olvidando cuánto me duele el rostro cuando lo hago. Ésta vez me han golpeado bastante duro.
—Deberías hablarme sobre ti, para así yo dejar de aburrirte —dice y una risa ronca brota de mi garganta.
—No hay mucho que contar acerca de mí —digo, encogiéndome de hombros.
— ¡Oh, vamos!, yo pude hablar una hora sin parar, tú puedes hacer lo mismo —me incita dándome un pequeño empujón con el hombro.
Niego con la cabeza y sonrío, mirando un punto fijo en la acera.
—Crecí en una familia bastante unida. Cada fin de semana era ir a fiestas familiares, comidas, cumpleaños o celebraciones sin motivo alguno —digo, recordando—. Nunca he sido una persona muy abierta. Solía ser la prima callada que veía a todos charlar y reír, y sólo se reía para ella misma.
— ¿Callada?, ¿tú? —la miro con irritación y noto cómo sonríe, divertida.
—Soy callada —replico, medio sonriendo.
—Sí, claro.
— ¡Lo soy!, tienes suerte de que sea abierta contigo.
— ¿Y entonces? —Me incita a seguir—, háblame de tu familia directa.
—De pronto me siento como en un deja vú —digo haciendo una mueca, recordando mis sesiones con el psicólogo—. Escuché eso muchas veces en el pasado.
Su ceño se frunce en confusión. — ¿Cómo…?
—En el psicólogo —ruedo los ojos al cielo y ella asiente—. No hay mucho que contar sobre mi familia. Tengo dos hermanos mayores. Chris y Taylor. Taylor me odia por haber ahuyentado a sus novios durante toda la pubertad. Chris… Chris es muy diferente a mí —admito.
— ¿Diferente en qué sentido? —tengo toda su atención. Está mirándome a detalle y, por primera vez, siento como si alguien de verdad estuviera escuchándome.
—Yo soy impulsiva y terca —explico—. Él siempre analiza todo antes de actuar. Sabe jugar muy bien sus fichas. Yo me guío más por mi instinto. Nunca habíamos tenido diferencias hasta… —me congelo en el instante. No estoy lista para contárselo. No aún—. Hasta que comencé la universidad —me corrijo antes de hablar de más—. Ahora ni siquiera nos hablamos.
Camila me mira un segundo antes de regalarme una sonrisa triste. —Estoy segura de que pronto arreglarán sus diferencias.
Me encojo de hombros. —Lo dudo —trato de lucir indiferente, pero odio el hecho de que se haya alejado de mí. Sobre todo, cuando era la persona que más me defendía cuando decían que estaba enferma.
No hablo con Chris desde que golpeé a Thomas Green hasta dejarlo en el hospital. No hablo con Chris desde que le dije que no me arrepentía de haber hecho lo que hice.
Estaba mintiendo. Estaba enojada, decepcionada, frustrada… No me arrepentía de haberlo golpeado. Ahora lo hago. No era consciente de las consecuencias de mis actos. No fui consciente de ellas hasta que fueron inevitables. Hasta que Thomas cayó en coma.