-Lauren-
Está llorando.
Las lágrimas se precipitan por sus torturados ojos marrones y me siento miserable. El dolor surca sus facciones. Su mandíbula está tan apretada, que temo que va a quebrársela en dos. Sus pequeños puños están apretados contra su cuerpo y tiembla, reprimiendo los sollozos que amenazan por salir de su garganta.
Si está intentando lucir fuerte, está fracasando terriblemente.
Verla de esa manera merma mi coraje. Sigo enojada. Sigo frustrada. Sigo queriendo golpear algo, pero he tomado el control de mi temperamento una vez más.
— ¿Qué pasó con el “Confío en ti, Lauren”?, ¿era mentira?, ¿eran palabras al viento? —espeto. Mis palabras suenan más duras de lo planeado.
—N-No…
— ¿Entonces por qué diablos no estás confiando en mi? —Mi voz se entrecorta, pero me obligo a mantener mi expresión firme—, ¡Maldita sea, Camila!, ¿es que acaso eres la única que no lo nota?, ¡estoy loca por ti!
Noto la vacilación en su expresión, y aprovecho ese resquicio de duda para dar un paso en su dirección, acortando la dolorosa distancia que ha puesto entre nosotras.
— ¿P-Por qué no me lo dijiste? —su voz es un susurro entrecortado y débil.
Mis labios se aprietan juntos. No iba a contárselo. No iba a decírselo porque sabía que algo así sucedería.
—No quería tener problemas contigo —admito, con la voz enronquecida por todos los sentimientos que están entremezclándose dentro de mi pecho. Desvía la mirada y avanzo otro paso. —Camz, por favor… Cree en mí —estiro mi mano para ahuecar su mejilla, temerosa de que vuelva a rechazarme, pero no lo hace.
Recibe mi caricia cerrando los ojos con fuerza, como si luchara contra el impulso de acercarse un poco más.
El coraje está transformándose en algo más intenso y profundo…, algo más aterrador. El pánico está arraigándose en mis entrañas. No quiero que me deje.
No quiero que se aleje de mí. No quiero que huya por algo que ni siquiera he hecho. No quiero perderla.
Mi corazón se salta un latido cuando me envuelve la realidad. Maldita sea, no quiero perderla. Nunca había sentido ésta opresión en el pecho. Nunca me había sentido tan perdida y desesperada como ahora. Nunca me habían mandado a la mierda por algo que ni siquiera hice.
—Camz, por favor… —por primera vez, permito que el pánico se filtre en el tono de mi voz. Ni siquiera estoy segura de qué es lo que quiero pedirle.
Sus ojos encuentran los míos. Hay duda, confusión e incertidumbre en sus facciones.
—Debiste habérmelo dicho —susurra. Sigue sonando inestable y débil.
Asiento. —Lo sé —reconozco—. Lo sé. Lo siento. Siento mucho no habértelo contado; yo sólo…
Aleja mi mano de su rostro con gentileza, pero aún así, siento como si me hubiese pegado un gancho en el estómago.
— ¿P-Por qué no me lo dijiste? —suena torturada. Incrédula.
—No me crees —el aire abandona mis pulmones cuando la encuentro desviando la mirada de mí.
La miro por unos minutos, el coraje y la desesperación se filtran en mi torrente sanguíneo. Por una vez en la vida estoy intentando hacer las cosas bien y no es suficiente. ¿Cómo no puede ser suficiente, si está tomando todo de mí para intentar no ser una idiota impulsiva?, ¿cómo es que no ve que todos los días gano una lucha contra mí misma cuando logro controlarme?