-Lauren-
Debería estar concentrada.
Debería estar con la cabeza de lleno en la pelea, pero estoy pensando en Camila. En sus labios, su sonrisa, su mirada, su cabello, su piel bajo mi toque, la curva de sus caderas, el sabor de sus besos, el temblor de sus manos acariciando mi rostro y mis brazos...— ¿Me estás oyendo, Jauregui? —la irritación en la voz del entrenador me trae de vuelta al presente.
Está mirándome con el entrecejo fruncido. —Lo siento —digo, negando con la cabeza—. ¿Qué decías?
Una bofetada es atestada en mi rostro y aprieto los dientes, reprimiendo mi coraje. Quiero plantar mi puño en su rostro.
—Concéntrate en la pelea, Lauren. Es eliminatoria. Si pierdes ésta, vas a posicionarte muy por debajo de los primeros lugares y recuperarte será muy difícil—dice con severidad.
—Ya lo sé —siseo, retándolo con la mirada—. No pienso perder. No en una jodida eliminatoria.
—Termina de prepararte —dice caminando hasta mi maleta abierta.
Toma de un pequeño frasco y lo lanza en mi dirección. Froto mi cuerpo con la espesa pasta del frasco, dejando una capa grasosa sobre mi piel. Es necesario para que los guantes resbalen y los golpes sean menos duros. Vendo mis manos, cuidando de cubrir bien los nudillos, y me enfundo la bata de satín blanca.
La espera me parece eterna, pero hay varias peleas antes que la mía, así que me permito divagar un momento, yendo a aquel lugar al que tanto me gusta ir: Camila.
—Quedan alrededor de seis minutos —dice el entrenador, abriendo la puerta sin tocar. Tomo una inspiración profunda y me pongo de pie. Tomo mis guantes, los cuales están colgados en un gancho sobre la pared, y giro mi cuello en círculos amplios. Estiro mis brazos y mis piernas, y tiro un par de golpes al aire y salto sobre las puntas de mis pies.
Seis minutos se convierten en diez, y estoy impaciente. La puerta se abre y el entrenador me mira, asintiendo. Es hora.
Recorro el pasillo, inhalando y exhalando lentamente. La adrenalina está apoderándose de mi cuerpo y necesito calmarme. Me enfundo los guantes y el entrenador me ayuda apretando las cintas para que no se muevan de su lugar.
Escucho la presentación de la otra participante. La recuerdo, fue semifinalista el año pasado. Es rápida y precisa. No puedo confiarme.
—Un round —dice el entrenador y yo niego con la cabeza.
—De ninguna manera —espeto—. Fue semifinalista. No voy a regalarle una mierda.
Noto la exasperación en su mirada, pero termina asintiendo.
—... ¡LAUREN NUETRA "ROSAAAAAAAAA" DEL GYMMMMMMMM! —escucho. Dejé de poner atención en las presentaciones hace mucho tiempo, lo único que hacen es ponerme nerviosa.
El metal retumba en los altavoces de la arena y una descarga de adrenalina me invade mientras me armo de valor y me echo a andar por el corredor.
El rugido de la gente estalla en mis oídos en cuanto aparezco en el campo de visión. Una inevitable sonrisa se dibuja en las comisuras de mis labios y me tomo mi tiempo, absorbiendo los gritos y aplausos sin sentido. Aún no me acostumbro a esto.
Aún no me acostumbro a ser el centro de atención...
Trepo al cuadrilátero y me saco la bata, deleitándome con los gritos sugerentes de las chicas que se encuentran cerca. Me planto en el centro del lugar y extiendo mis brazos mientras sonrío a la multitud, girando lentamente sobre mi cuerpo. Los gritos se vuelven más fuertes y entonces, la veo.