-Camila-
Caminamos en silencio. Lauren no ha pronunciado una sola palabra desde que le dije a dónde nos dirigimos.
Sé que está esforzándose muy duro para mantenerse serena, pero necesito que ella lo entienda…
Avanzamos en silencio y soy capaz de reconocer a la señora Manson. Ella alza una mano, ondeándola para saludarme. Le sonrío para devolverle el gesto.
—Solía regalarme dulces cuando mamá me los prohibía —digo en voz baja. Sé que Lauren está mirándome, pero no tengo el valor de verla de vuelta. He estado manteniendo mi ansiedad a raya. No puedo permitirme el lujo de perder la calma.
Ella no dice nada, se limita a caminar a mi lado. Lleva las manos hundidas en los bolsillos de sus vaqueros en un gesto desgarbado, pero puedo sentir la tensión que irradia su cuerpo. Mi corazón late con fuerza contra mis costillas y mis manos tiemblan ligeramente.
Mi primer impulso es tomar su mano y entrelazar nuestros dedos. Tomar su mano siempre tuvo un efecto tranquilizador en mí, pero sé que no debo hacerlo. No cuando he sido yo quien ha decidido alejarse, en primer lugar.
Un nudo se instala en la boca de mi estómago y trago duro, intentando mantener mis sentimientos bajo control. Me cruzo de brazos y camino el resto del recorrido de ésa manera. Está atardeciendo. El clima frío de California hace que agradezca los pequeños rayos de sol que nos golpean.
Cuando veo la casa, mi corazón da un vuelco furioso. Tengo el estómago revuelto, pero me obligo a seguir caminando. Me detengo frente a la destartalada cerca de madera y trago el nudo de mi garganta.
—Es aquí —anuncio, sintiendo a Lauren justo detrás de mí.
—B-Bien —tartamudea a mis espaldas.
Abro la cerca, permitiéndonos entrar hasta el sucio pórtico. Las plantas no han sido regadas en meses; ya están medio muertas. Mi corazón se estruja al notar el descuido de la puerta principal. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y tomo una inspiración profunda antes de llamar a la puerta.
Rose aparece en mi campo de visión cuando la puerta es abierta. Sus cejas se alzan con asombro e incredulidad. — ¿Camila? —su voz tiembla ligeramente y quiero echarme a llorar.
—H-Hola —mi voz suena inestable y débil.
— ¡Dios mío, Camila! —chilla y me abraza con fuerza. Mis ojos se cierran. Un par de lágrimas se escapan de mis ojos.
— ¡Te extrañé! —Digo.
Se aparta de mí, limpiando sus propias lágrimas. — ¡Eres una ingrata!, ¡llamaste muy poco! —me reprime, pero está sonriendo.
—Lo lamento —sonrío con ella, medio llorando—, no lo haré de nuevo.
— Imagino que has venido a verlo —hace una mueca y asiento, sintiéndome ansiosa y nerviosa.—Pasa. Está donde siempre.
Miro hacia atrás. Lauren está observándome con cautela. Asiento y ella avanza, siguiéndome. Nos abrimos paso por la descuidada sala. Soy consciente de que Rose hace lo que puede; su osteoporosis no la deja hacer muchas cosas y sé que el dinero que le envío apenas le alcanza para los gastos básicos. Me encantaría poder hacer más...
Avanzamos por el estrecho pasillo hasta la habitación del fondo.
El latido de mi corazón es tan fuerte e intenso, que puedo sentirlo zumbando en todo mi cuerpo. Entramos en la habitación y aprieto la mandíbula cuando lo veo. Está ahí..., tan diferente y familiar como siempre.