-Camila-
Estoy temblando. No puedo evitar sentirme enferma y aterrorizada por lo que acabo de presenciar, pero no me permito demostrarlo demasiado. Me abro paso entre la gente, tirando de la mano de Lauren.
—Camila, yo me encargo —dice la voz de Halsey a mis espaldas, pero la ignoro. Necesito sacar a Lauren de aquí y sé que no se irá así se lo pida de rodillas. Sé que no se irá hasta cerciorarse de que yo esté lejos de cualquier chico.
Los dedos de Lauren se entrelazan entre los míos y cierro mis ojos. No puedo dejar que me afecte tanto. No puedo permitirle hacer ése tipo de cosas, porque lo único que hace es dañarse a ella misma. La lluvia ha cesado considerablemente y me encamino por una de las banquetas del campus.
— ¿A dónde vamos? —pregunta Lauren, cuando nos alejamos del rugido de la fiesta.
Mi mirada se clava en una pareja de novios que se besa con frenesí sobre el capo húmedo de un auto. No puedo responder. Mi garganta está cerrada por las inmensas ganas que tengo de llorar, pero no me permito ser débil. Si quiero enfrentar a Lauren, no puedo ser débil.
Caminamos hasta los edificios de los dormitorios y la hago subir tres pisos de escaleras hasta llegar a donde comparto habitación con Dinah.
Ella no ha dicho una sola palabra más. Está tan callada que me da miedo mirarla. Nunca sé qué es lo que está pensando, pero su silencio no debe ser algo alentador.
Suelto su mano para rebuscar mis llaves, y lucho contra el cerrojo de la puerta. Nunca he tenido problemas para entrar al dormitorio, pero estoy tan nerviosa y alterada, que no puedo controlarme. Cuando la puerta da de sí, me giro para mirarla. Sus ojos verdes están clavados en mí.
Uno de ellos está tan hinchado que casi se cierra; aún así, me siento intimidada por la intensidad con la que me mira.
—Entra —digo en un susurro firme y me aparto para dejarla pasar.
Ella da unos pasos y se queda en el umbral unos segundos antes de decidirse a entrar completamente.
Enciendo la luz, revelando la poca intimidad que compartimos Dinah y yo. El maquillaje está regado por el tocador; sobre mi cama hay tres vestidos diferentes y dos blusas de Dinah. Mis botas de combate están arrumbadas junto a la canasta llena de la ropa sucia y mi portátil está tirado a mitad del cuarto, conectado al cargador.
Siento el rubor instalarse en mis mejillas cuando noto cómo registra la habitación. Aún estoy alterada, así que decido aferrarme a ese sentimiento para no dejar que la vergüenza se apodere de mí.
—Ven aquí —pido abriendo la puerta del reducido cuarto de baño.
Lauren me mira, dudosa, pero entra sin oponer resistencia. —Siéntate —señalo el escusado, el cual, tiene la tapa baja.
Se sienta haciendo una mueca de dolor y una punzada recorre mi pecho. Odio verla así. Odio ver su rostro hinchado, y su nariz y boca llenas de sangre. Tomo una pequeña botella de alcohol que Dinah tiene guardada tras el espejo del baño, y tomo unas esponjas para desmaquillar cuando me doy cuenta de que no tenemos algodón.
Aplico alcohol en la esponja y me acerco a Lauren, quien tiene la mirada clavada en la loza del baño. —Aquí —digo, acomodándome frente a ella, entre sus piernas abiertas.
Ella alza la vista y se endereza para dejarme trabajar. Comienzo a limpiar sus heridas con todo el cuidado que me es posible en mi estado nervioso. Mis manos aún tiemblan ligeramente, pero ya no es tanto como hace unos momentos.
Su ceja tiene un corte y su ojo está hinchado. Se le hará un moretón. Tiene la nariz amoratada, pero no parece habérsela roto y su labio inferior está reventado.