Capitulo 25

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La abuela nos mando de regreso a casa con Malcolm e invito a todos ya que Dorothea nos había preparado una deliciosa comida.
Todos estábamos muy cansados, a penas y podía caminar sin perder el equilibrio. Al llegar a casa, Daniel se llevó a los chicos a su habitación, para tomar algunas cosas e irse a bañar. Al igual que ellos mande a Jenny a mi habitación, al ver que Pamela no pensaba hacerlo.

—Deberías ser más amable con Jenny—le dije a Pamela.

Ella se detuvo y se volteó para observarme con una sonrisa.

—¿Por qué? La amabilidad no lleva a ninguna parte, mírate, fuiste buena y a la abuela no le importó.

—¿De que hablas?

—¿De que hablo?— volvió a preguntar, cruzando sus brazos—De qué mi abuela hace y deshace a su antojo, tú estás aquí porque ella así lo quiere, si no me crees ande e investiga quien te inculpó de robar esas carteras.

Pamela quito su sonrisa, mostrando pena y lastima por mi. 

—Creí que eras más inteligente— fue lo ultimo que dijo antes de marcharse.

—Bueno... estás loca, te aviso— pelee con el viento, porque nadie me oía.

Entre a mi habitación extrañada. Me encontré con Jenny, que observaba todo con curiosidad.

—Es linda tu habitación—comentó mientras ojeaba unas revistas.

—Fuera mas linda si yo hubiera decorado a mi gusto, hubiera pintado las paredes de azul y el piso y el techo serían blanco, así me sentiría como en el cielo— abrí un cajón de ropas—Es muy tarde para que regreses a tu casa, ¿te quedarás a dormir?

Jenny dudo.

—La abuela dijo que habló con tus padres y te permitían quedarte solo por esta noche.

Al oír eso, su cara se iluminó en una sonrisa.

—Entonces te prestaré una pijama.

La búsqueda empezó, encontré dos pijamas que eran iguales pero de diferentes colores, Jenny eligió la rosada y yo la morada. Eran largas y con un blusa pequeña y ajustada.
Dejé que ella utilizara el baño, después de media hora, salió y yo entre, me bañe muy rápido ya que tenía mucha hambre.

—Por fin olemos a algo que no sea vomito—aclame al sentirme limpia y olorosa.

Salimos de mi habitación, no sin antes ordenar todo. Al llegar al comedor, nos encontramos con Dorothea, terminando de poner la mesa.

—¿Y los chicos?—preguntó Pamela.

—Aún se estaban bañando—contestó Dorothea y al ver su cara empecé a grabarla, ya que sabía que venían sus querellas—es que no comprendo, solo son tres chicos y se demoran más que ustedes? Perdónenme chicas pero lo están haciendo para que ustedes tengan que suplicarles venir, esos muchachitos me van a escuchar cuando lleguen... la comida se enfría y ellos no asoman sus mechas.

Escuchábamos atentas y con una sonrisa en el rostro.

—Si, muy mal de su parte— comente—Dorothea, yo te comprendo.

—Pobre mi Lillie, la ven, ya está lánguida que hasta se pone de mi lado con tal de que le de comida, iré a recoger su postre favorito.

Le tire un beso por su amabilidad y subí parte del video a mis historias. Al ver que ninguno aparecía, empezamos a comer.

—¡Ah!— Nicolás se quejó—¡Comen sin nosotros, terrible!

—Hemos esperado más de media hora y ya teníamos hambre—respondí, me serví mucha ensalada para acompañar al pollo.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora