Capitulo 40

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Todos los chicos empezaron con buenas energías. Me refiero a que estaban preparados positivamente, el error fue salir a la cancha, donde las buenas energias se convirtieron en un campo lleno de negatividad y desprecio. Si, eso mismo, odio y es decir al verlos tenía muy en claro el odio que se tenían y sin mencionar al entrenador, que parecía perro rabioso.

Si las miradas mataran, definitivamente ya estaríamos en el cielo, contándole a Dios de nuestra desgracia.

—¡Ustedes pueden! —El entrenador nos gritó entre euforia y terror.

No comprendía mucho el miedo que sentía nuestro entrenador, la verdad los chicos jugaban increíble y en ocasiones creía que jugaban con menos agresividad debido a mi inofensiva presencia,  aunque en otras ocasiones creía que me veían como un chico, a un chico más de la pandilla de futbolistas. Literal, hablaban de sus chicas y tantas desgracias que les ocurría con ellas.

—No hay razón estar muy nerviosos —Nicolás aseguró al resto del equipo, con fuerzas y voluntad de animarlos.

No sirvió de mucho. No para nosotros, aunque el equipo contrario parecía estar mucho más preparado y tranquilos con aires de ganadores mientras charlaban de manera diabólica con su entrenador. Su entrenador, el motivo de tantos disturbios. El hombre era bello, lo admito, pero sus mirada se veía aterradora, el hombre se veía agresivo.

Santiago entró a la cancha y se ubicó muy cerca de mi.

—¿Se te pegaron las sábanas? —pregunté sin observarlo.

—Algo así —respondió tranquilamente.

Daniel estaba en el centro, con el chico con el que me tropecé al llegar. Ellos parecían estar en batalla de miradas.

—¿Quién es el? —pregunte.

—Oliver. Te agrada mucho, al parecer...No le quitas la mirada —comentó con un tono diferente y  receloso.

—Es mi idea o ellos no se agradan?.

—Algo así

—Eso sonó como a un definitivamente "si"—dije burlona—... porque llegaste tarde?

Deje de observar a mi primo para mirar fijamente a los ojos preciosos de Santiago, quien me sonrió.

—¿Por qué quieres saber?

—Porque me gusta saberlo todo.

—Pues eres como una vieja chismosa —río burlándose. Ya cuando se dio cuenta de que no me parecía muy graciosa la cosa, se detuvo —Creía que yo te gustaba —dijo desviando su mirada a otro lado.

—Si, eso también.

Los entrenadores se dieron una gran mirada de rencor y aborrecimiento, dando por inicio el partido.

Esto será muy divertido, pensé yo.

El equipo contrario llevaba rato intentando meter un gol, cosa que se les complicaba al tener a medio equipo encima de ellos. Mientras ellos se metían el pie para hacer caer al otro, o se intentaban tumbar yo era ligeramente... ligeramente ignorada.
Por un lado estaba bien, no quería salir con un ojo morado de ahí o tirada en el césped rodando trágicamente mientras me retorcía del dolor como lo hacía Nadir. En efecto, esto no era nada deportivo, esto era como ir a la guerra, donde todo se valía.

—El se interpuso—se quejó un chico del equipo contrario.

—Me parece que fuiste tú —se quejó Nadir.

—No sean llorones y continúen el partido —ordenó el entrenador.

Los chicos obedecieron y continuamos con el fabuloso y tranquilo partido.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora