Capitulo 33

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Al llegar al colegio, todos nos veían, grababan y se burlaban de nuestra condición. Lo único que podíamos hacer era sonreír sin darles importancia. Aunque quería atacar a todos porque habían hecho un nuevo hashtag. Bueno, nuevos hashtag, los que más destacaban:

#Lillieyelpastel

#Primasdelmal

#lashijasdelucifer

Y uno más que se le sumaba.

#Esposadasporlaabuela.

Mi celular sonaba a cada segundo, llegando nuevas notificaciones de personas etiquetándome con fotos y mensajes. No era para nada divertido que se burlaran de mi tragedia.

Nicolás al vernos, empezó a carcajearse como burro.

—¡Adoro a tu abuela!— gritó con emoción.

—¿Si? Acércate un poco y también me adorarás—le ofrecí un puñete, lo que hizo que dejara la burla.

—¿Esto es por el pastel?—Santiago preguntó, algo distante.

—Es porque nos amamos mucho—Pamela respondió con sarcasmo— estúpidos todos.

Entramos al salón y me senté en mi puesto, arrastrando a mi querida prima. Juntó su banca y se acomodó. Nuestro maestro al entrar se quedó inmóvil, viéndonos con extrañeza o como a un par de jovencitas dementes. No lo culpaba.

—Prefiero no saber la razón de aquel situación.

—Créame es lo mejor—respondió Pamela.

Me giré al asiento de Santiago.

—¿Estás bien?—pregunté, preocupada.

Mi aspecto hoy no era el mejor, sin duda. Arañada por toda la cara, esposada a otra loca... en fin, tampoco era para espantar a mis amigos.

—Si— respondió secamente.

Es por mi pelea con Carla, por el estúpido de Lucas o por el pastel? Que es lo que le molesta.

—Parece que estás enojado— suspire y volví a hablar al ver que Pamela me halaba— no soporto mi situación. Pamela ya deja de moverte como gusano.

Iba a volverle a preguntar la razón de su enojo, Pamela me arrastró de un solo movimiento, solo para recoger una hoja.

—Me lástimas, deberías ser menos grosera—pedí con paciencia. Muy poca.

Ella volvió a arrastrarme como si fuese una plumita de ave. Yo hice lo mismo, hizo una mueca y luego escuchó la clase. Después de la clase del maestro Rodríguez, llegó nuestro profesor de educación física.

—Chicos, hoy haremos carreras de velocidad, todos tienen que hacerla—nos miró con rareza—el primero en llegar tendrá 10.

—Y el que llegue de segundo?—pregunté.

—Tendrá cero.

No nací para soportar a los ceros en mis notas.

—¿Podemos hacer una excepción?—le pregunté con pena.

Estaba segurísima, muy segura de que aceptaría, entonces Pamela habló con arrogancia y se negó. La volví a odiar.
Llegó nuestro turno, nos tocaba competir contra Mirian.
Le hice ojitos y le suplicaba mentalmente que se pegara un pequeño resbalón y nos diera la delantera.

—¿Listos?— preguntó. Nosotras negamos.

Cuando el profesor dio la señal, empezamos a correr, muy mal, demasiado. En segundos me veía en la tierra, en otros muy cerca de la meta.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora