Capitulo 37

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—¡Ey! —saludó.

Salte de susto en mi puesto. Me preparaba mi desayuno especial.

—¡No hagas eso!—me gire y me encontré con Santiago— ¿qué haces aquí tan de mañana?

—Daniel quería verme—comentó— ¿hay algo que te atormenta, linda?

—¿Que cosa podría atormentarme?— pregunté, ignorando la última palabra que dijo.

Si, yo apenas lo escuchaba y ya las piernas me temblaban.

—Tantas cosas—me miraba con cara de inocencia—¿quieres que te mencione una?

—Puede ser—seguí su juego.

—Ayer me besaste y luego huiste— soltó sin dudar.

Me quede congelada ante tremenda bofetada de realidad. Lo había hecho y me había gustado.

—Yo no hice tal cosa, ¿te conté que soy sonámbula?—le dediqué una mirada penosa—Pude estar dormida y por eso no recuerdo nada.

Me excusé con la peor excusa, ¿que me estaba pasando? Ahora mis excusas eran tan increíblemente falsas.

—¿Sonámbula? ¿Esa es tu justificación?

—No, aunque de verdad tengo problemas de sonambulismo.

Santigo intentaba creerme, solo se reía. Su hermosa sonrisa me deslumbraba tanto.

—Entonces, ¿estabas sonámbula?

Asentí muy seria, cortando tomates en rodajas muy gruesas.

—Discúlpame, es que a estas horas solo digo tonterías— solté con cansancio— te besé y creo que— me callé cuando Daniel entró a la cocina, comiéndose mi sándwich especial—Eso es mío.

Daniel levantó su pulgar, dando el visto bueno a mi sándwich, tomo una servilleta y se limpió la boca.

—¿Puedes hacerme otro de estos?—hablaba con la boca llena.

—Oh, muy buenos días, querida estrella de mi universo, ¿como amaneciste?

Entró Nicolás, llevándose mi otro sándwich de reserva.

—¡Benditas sean tus manos!

—Le puse veneno —les informé.

Ambos escupieron la comida que con tanta dedicación me prepararé. Al final ya comprendí ese dicho que dice: "Nadie sabe para quien trabaja".

—¡Lillie! ¡Eres una asesina!

—Por Dios, solo es vitamina—aclaré.

—¿Vitamina? —preguntó mi querido primo que ahora, justo ahora quería matar por interrumpir mi conversación con Santiago y por robarse mi comida.

—Asi como escucharon, solo son vitaminas.

Los jóvenes, amables y para nada atrevidos, me invitaron para ir con ellos a la escuela, solo para que así les perdone el robar mi desayuno especial. ¿Cómo les diría la verdad?
Al salir nos encontramos con Pamela y un misterioso chico en una motocicleta.

—De qué tipo de vitaminas hablamos? —Daniel preguntó muy confundido como espectador de la escena de Pamela subiendo a la moto.

—¿Aquel hombre existe de verdad o solo es el sándwich?—Nicolas se restregaba los ojos, incrédulos.

—Lo que ves, es lo qué pasa—respondí, también confundida.

—Si, porque está pasando? Se supone que Pamela nunca se iría con un chico de este calibre.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora