Capitulo 59

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—¿Que? Suéltalo ya.

Santi giró su cara y prestó atención a la carretera. Él quería reírse de mi.

—No, nada —decía casi que divertido.

Suspire.

—Perdí mi vestido —informé —Bueno, tampoco es que lo perdí tan literalmente, solo tenía que recogerlo hace unos días pero luego pasaron muchas cosas y lo olvidé.

Santiago se mordía la lengua para no soltar la risa.

—¿Olvidaste tu vestido? —decía muy calmado —¿Con que pensabas ir a la boda?

Me quedé en silencio.

—¿No me digas que también habías olvidado la boda?

Negué.

—No —respondí inmediatamente —No lo olvidé solo no estuve muy pendiente con los días.

Eso le causó mucha gracia a mi novio.

—No es chistoso —le aseguré —a penas he recordado que tenía que pasar a la tienda a recogerlo y para el colmo ningún taxi se dignaba a detenerse por mi.

Santiago se giró muy divertido.

—¿Será porque andas vestida como una vagabunda?

Me ofendí. Mucho.

—Sabes prefiero ir a pie que con el chico que dice quererme.

Me estaba quitando el cinturón como si fuera a bajarme con el carro todavía en movimiento.

—Amor —se volteó rápidamente a mi —te estaba tomando el pelo.

Yo entrecerré mis ojos.

—Ah, si?

—Si, te lo juro. Era una broma.

—A mi me pareció que lo decías porque de verdad crees que parezco una vagabunda.

Santi detuvo el carro.

—Sabes que te ves increíblemente hermosa así sea con un saco de papas —aseguró.

Yo empecé a reírme.

—Eres exagerado —le asegure —apúrate que a este paso mi abuela ya estará en la luna de miel.

Santi se acercó y me dio un beso antes de arrancar y continuar feliz y sonriente.

—Te espero aquí —dijo cuando llegamos al estacionamiento.

Me giré incrédula.

—No vas a acompañarme?

Santi se giró.

—Lillie, te puedo amar mucho y todo lo que quieras, pero sabes lo que es entrar a ese lugar? —dijo mirando el mall —de ahí sales con diez dolores de cabeza y una docena de pisadas.

Abrí mi boca iba a refutarle pero él decía la verdad. Entrar al mall los fines de semana era un estrés, siempre había alguien que te pisaba los pies o gente que te hacía dar dolores de cabeza de verlos caminar tan lentos.

—Bien —dije contenta.

—¿Bien? —repitió incrédulo.

Tal vez pensaba que iba a suplicarle que me acompañara.

—Si, es mejor ir sola —aclaré su confusión —cuando ven a una chica sola, te suelen ayudar con las fundas.

Me aproximé y le di un beso en la mejilla, agarre mi bolso y salí del auto.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora