—¿Ya podemos irnos?
—Lillie, aún tenemos que esperar a tu mamá—decía mientras jugaba Candy Crush en su teléfono.
—¡Papá! —exclame a gritos, obteniendo su atención—Ya quiero huir de este lugar, es decir, fue bueno mientras duró.
Me miró de mala gana.
—Me has hecho perder—renegó.
—¿Que yo que?
—La partida sabes lo difícil que es llegar al nivel 2.221?
—¿Nivel 2. 221? ¿Eso es lo que pasas haciendo?
—Reniegas de tu madre y ustedes son igualitas de tóxicas.
Arrugué mis cejas, confundida.
—A quien le dices tóxica? Para tu información aquí el tóxico eres tú y tu jueguito. Le diré a mamá que te lo haga eliminar.
—No lo harías. Mi propia sangre no puede traicionarme.
Nos retábamos con la mirada.
—¿Quieres ver que si?
Mi padre parpadeó primero.
—Bien, recoge tus cosas que nos iremos ahorita mismo.
Parpadeé contenta.
—Gracias. Te amo.
—Cría cuervos y te sacarán los ojos —susurró dramáticamente.
Recogí todo a en un corto tiempo.
—Estoy lista.
Mamá venía con rapidez. Ella también quería esfumarse de este lugar.
—Podemos irnos —informó mirando con extrañeza mis maletas— No pensaban en dejarme botada, o si?
Mi padre y yo nos miramos, pero rápidamente sonreímos angelicalmente.
—Ella me obligó.
—El me obligó—dije al mismo tiempo.
Mi madre puso sus ojos blancos como si estuviera exorcizada y nos ignoró. Recogió sus cosas y guardó la receta.
—Deberas volver cada tres dias hasta que te quiten los puntos.
Se me borro la sonrisa así de rápido como apareció.
—Y yo que ya estaba brincando de una pata.
Los doctores que me atendieron, movían sus manos en la lejanía, despidiéndose.
—Adiós, Lillie— se despidió la doctora Linda.
—Adiós, vuelve pronto —dijo rápidamente el enfermero, luego dudo y quito su sonrisa— mejor no.
Sonreí confundida y me despedí agitando la mano desde la salida.
—Espero no volver a ver a esa doctora nunca mas—dijo mamá.
—Pero se portó de linda manera, la doctora Linda—dije.
—No lo entenderías—respondió mi madre.
Tomamos un taxi para así llegar a la casa de la abuela. Tenía un día desde que no la veía, me sorprendía.
—Disculpa, ¿eres Lillie? —Me preguntó la señora taxista.
Mis padres me miraron de manera acusatoria.
—Eh, si... al menos lo que queda.
Estaba mucho más flaca de lo que ya era. Tenía ojeras, el cabello reseco, los labios partidos y las manos tan verdes y adoloridas de tantos agujeros que hicieron en mis venas.
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Mi exilio con la abuela
Teen FictionLibre y salvaje, al menos eso se cree de Melina, una chica muy inusual para un pueblo muy anticuado. Porque entre ser y no ser, Lillie es un desastre, pero vamos, un desastre muy divertido. Acusada de ser ladrona ✔️ Expulsada del colegio ✔️ Remode...