Capitulo 58

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Todo pasaba de manera lenta, como si el reloj se detuviera. Todos estábamos en la mesa, desgraciadamente nadie podía hablar por exquisitas órdenes de aquella mujer que era mi bisabuela y a la que teníamos obligadamente llamar "Abuelita".

—Lillie, no juegues con la comida —me regañó.

Ella era insoportablemente correcta y quisquillosa, las comidas se preparaban con sus exquisitos detalles, menos condimento, más natural y más cosas decía al darle órdenes a la chef de la casa, eso si me estaba poniendo colérica, o sea, que se meta con lo que quiera menos con la comida, sustancia vital para mi y para todos en esta casa.

—Algo mas, abuelita? —Mi abuela y su mamá me miraron.

Tenía dos abuelas, eso sería fabuloso si no se tratara de mis abuelas y su carácter tan demandante y arbitrario. Si antes en esta casa se obedecían órdenes de Victoria, ahora la que mandaba era Mila, pero eso no le agradaba mucho a mi abuela.

—Lillie, compórtate un poco —dijo mi abuela.

No les pasaba que en algún momento, cuando tienen que estar serios se les alborota la risa? A mi no me pasaba hasta ahora, cuando Daniel casi se cae de la silla del sueño.
Unos cuantos movimientos que me hicieron reír sin parar, causándole un gran disgusto a la anciana mayor (Madre de mi abuela).

—Lillie estamos en la mesa y por favor respeta la comida —Dijo soltando con amargura.

Mis padres me miraban, si esa mirada que decía "cállate".

—Yo —trataba de hablar pero fallaba por la risa.

—Lillie —me regañaron.

Yo no podía parar de reírme, incluso Pamela se reía bajito, escondiendo el rostro lo que hizo que la comida se le fuera por el lugar incorrecto provocando que se atore con la comida.
Causándome más gracia, en serio no quería reírme de tal cosa, pero no podía evitarlo.

—¡Lillie! —exclamó mi abuelita.

Mila golpeó la mesa mientras mis tíos auxiliaban a Pamela, golpeándola de la espalda.

—Compórtate —la abuela Victoria murmuró para que solo yo la pueda oír.

En serio, yo ya no quería reírme como loca, pero me era imposible dejar de carcajearme.

—Lillie, vete.

Volvió a hablar la anciana, botándome de la mesa.
Hice caso, porque no quería disgustar a mis padres a estas horas de la noche. Entre en la habitación, tratando de calmarme, pero recordaba el momento y seguía riendo como loca.

—Ah —suspire con dolor en mi barriga —que cosas...

Abrí mi Instagram para curiosear un poco, me encontré con una foto de Santiago en las historias de Nicolás.

—Stalkeando a Santiago?

Me levante de la cama brincando, aterrorizada.

—Babosa, me asustas —grité asustada con la mano en el pecho.

Pamela paso a mi habitación como si nada hubiese pasado, se acostó en mi cama

—Al menos podrías quitarte los zapatos —sugerí.

Ella volteó sus ojos.

—Sabes que estos zapatos están más limpios que tu colchita de unicornios? —dijo burlándose.

La colchita no era mía, era de Beth, mis padres la encontraron y decidieron regalármela. 

—Es muy calientita —respondí —dudo que tus sábanas de seda te ofrezcan estar cómoda y caliente mientras duermes.

Mi exilio con la abuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora