XXVI - "L'indomabile si Sveglia"

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Con un forzoso dedo abriéndose camino dentro de mí, humillado y paralizado, deseé desaparecer.

Tal así, Felicios apareció diciendo que "yo podía sólo". Pues no, no podía. Estaban a punto de violarme otra vez.

- ¿Qué estupideces dices, rubio? - pregunté irritado, apretando los dientes, en el suelo. Los demonios exclamaron con asombro al oír mis palabras, pues temían mucho a Felicios y les parecía muy osado hablarle en ese tono.

Pero mis palabras no conmovieron en lo más mínimo al rubio. No intercambió respuesta alguna conmigo, solo me miraba fijamente. Era un misterio lo que le pasaba por la cabeza.

Y mi única esperanza, Ánandros, que quería detener mi tortura, era retenido por él.

Mientras tanto, a todo esto, Jacobo movía su dedo dentro y fuera, arremetiendo en mí con violencia. Las lágrimas se me querían desbordar de los ojos, mezcla de impotencia y dolor, más yo no lo permitía, intentando ocultar mi sufrimiento.

- ¡Claramente no puede defenderse, señor Felicios! Solo mírelo, por favor déjeme... - habló lastimero el esqueleto, pero fué nuevamente interrumpido.

- No te metas. - recalcó el rubio, alzando la voz.

Ánandros, cabizbajo, me miró. En su cadavérico rostro no había piel ni expresión alguna, y aún así lo noté molesto.

- Perdóneme Valentino, joven demonio... - se disculpó ante mí y se retiró.

Se volvió, colocándose al lado de Felicios. Ver al monstruoso esqueleto sumiso y temeroso del rubio me sorprendía. ¿Tan poderoso es aquél, que sometía a semejante criatura?

Jacobo jaló nuevamente mis cabellos, tironeando mi cabeza hacia atrás, y me habló al oído.

- Parece que hoy no tendrás rescate, princesa. - susurró, y en el acto irrumpió otro dedo más dentro de mí.

Gruñí, aplacando gritos. Era doloroso, extremadamente incómodo y repugnante. Apreté los ojos, quería que todo desapareciese, quería volver el tiempo atrás. Quería tantas cosas, menos ésto.

Desesperado, miré a Felicios, que me observaba serio y determinado, tenso, como si esperase algo de mí.

¿Qué esperaba? ¿Realmente iba a permitir que ésto continúe?

- Damas y caballeros del público, ¿Alguien se ofrece a ser parte de ésta maravillosa experiencia? Las cosas son más divertidas cuando uno las comparte. - anunció sonriente el colorado, solicitando la "colaboración" del público.

La multitud enmudeció. Todos miraban a Felicios, aterrados de participar en el horrendo acto, pues no se atrevían a tocarme sin su permiso, siendo que yo era su sirviente.

Jacobo se dió cuenta de eso.

- ¿Dejarás que participen, Felicios? - preguntó filoso.

El rubio, cuya expresión no variaba, imposible de turbar, contestó sin dudar.

- Adelante. -

Y mi ánimo, que ya estaba por los suelos, terminó de derrumbarse. Me destruyó. Al muy hijo de perra realmente no le importaba nada, sin embargo no me esperaba de él semejante sadismo.

- ¡Que así sea entonces! ¿Quienes serán los voluntarios? - retomó Jacobo.

Dos diablesas muy entusiasmadas se acercaron como voluntarias, separándose de la multitud, la cual gritaba eufórica, sedienta de más horror.

- Háganle lo que su corazón desee, señoritas. - indicó Jacobo a las mujeres, y ellas, con perversa alegría, asintieron.

Ánandros, presenciando el acto junto al rubio, se llevó las esqueléticas manos a la cara, angustiado.

PARADISO (+18/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora