El guardia abrió la puerta y se adentró, jalándonos tras de sí con un fuerte tirón a las cadenas. Lo seguimos torpemente y a pisotones, el frío plomo nos impedía movernos con comodidad.
Dentro, noté que en el cuarto estaba la chica rubia de antes. Charlaba entusiasmada con un joven parado a su lado.
La habitación tenía una hermosa cama matrimonial en medio, y dos puertas cercanas a ella, una a la derecha y otra a la izquierda, enfrentadas. Bellos ornamentos y gran opulencia decoraban el lugar, sillones de todos los tamaños y formas por doquier. El cuarto en general tenía clase. Pocas veces en mi vida había frecuentado lugares así.
- Jefa Carmilla, aquí está la mercadería. - reportó Belis, refiriéndose a nosotros.
Sentada en la lujosa cama, sus piernas cruzadas despreocupadamente sobre las sábanas doradas, la rubia mujer asintió con calma. La reconocí: era a quien pedí ayuda antes y me ignoró, la del tatuaje de mariposa.
Su nombre al parecer era Carmilla, y por lo visto era la mandamás del lugar.- Vaya nombres inusuales... Belis, Carmilla... - pensé.
El guardia soltó las cadenas y se giró a nosotros. Mantenía un contacto visual intenso y amenazante.- Aguarden quietos aquí. - nos ordenó duramente.
Al instante, confiado en que acataríamos su orden, se alejó. Acto seguido: se inclinó sobre un sillón cercano y dejó caer de su hombro, sin cuidado alguno, a la chica que cargaba. Luego se adentró en uno de los cuartos que costeaba la cama. Creo que acomodaba cosas.
Me intrigó el descomunal desmayo de aquella mujer, inerte a todo tipo de estimulaciones. Su único signo vital era la contracción y expansión de su pecho, cuando respiraba. Parecía estar profunda y plácidamente dormida.
Belis, distraído en sus quehaceres, nos dejo allí de pié, cercanos a la puerta, incómodos. El muchachito, a mí encadenado, repasaba la habitación con sus grandes ojos castaños, nervioso. Parecía un niño, asustado e indefenso.
Por mi parte, me propuse analizar todo lo que nos rodeaba. Quizá encontrase puntos débiles que me ayudaran a escapar, o algo que pudiese usar como arma, o una pista que me dijera qué iban a hacer con nosotros. Lo que fuese, todo sirve. Después de todo, la información es poder.
Observé discretamente a la llamativa mandamás. Con disimulo, me propuse oír la viva conversación que mantenía con el hombre parado a su lado. Parecían tan distraídos en su charla, que comencé a mirarlos sin discreción alguna, analizándolos. Quería entender dónde estaba, qué pasaba, qué iban a hacerme.
Pero aquél objetivo se vio opacado por un breve momento.
El muchacho a su lado, riendo a su par y conversando fervorosamente, me sorprendió por su belleza. No había dado atención a su presencia, y cuando lo hice, se volvió difícil dejar de mirarlo. Su atractivo era tanto que parecía irreal. De porte masculino y atlético, alto y bien proporcionado, cabellos rubios, ojos de celeste cielo, sonrisa blanca y colmilluda, pálido. Sus facciones eran algo andróginas, labios carnosos, ojos avellanados y estilizados, nariz recta como el perfil de una estatua griega. Era simplemente impecable, inhumanamente hermoso, como un ángel entre las nubes de un paisaje renacentista.
Vestía un negro pantalón apretado, abrigado de un lujoso saco largo y blanco, de cola bifurcada, con detalles dorados y bordó. Era un aristócrata opulento del más alto nivel y belleza. Un estilo de vestimenta que mezclaba modas antiguas y modernas. Simplemente me deslumbró.
Sin embargo, su mayor peculiaridad era que usaba tacones de mujer. Negros, altos y de fino tacón. Los llevaba plácidamente, con fluidez.
Esa mezcla inusual de masculinidad, elegancia y aquél extraño calzado femenino, hicieron que genuinamente me enfoque más en él que en intentar huir.
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PARADISO (+18/GAY)
ParanormalValentino es un joven intrépido recién llegado al infierno. Indignado por la falta de un pecado que justifique su estadía, busca respuestas. Las cosas no serán nada fáciles para Valentino, menos cuando un poderoso demonio posa su interés en él... ¿C...