X - "Urto"

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Una vez se anunció que me habían vendido, el ruidoso hombre del escenario alzó el brazo y dió orden a unos guardias a lo lejano. Venían por mí.

¿Acaso tenía sentido intentar escapar? Medité que mi mejor opción sería esperar pacíficamente y fingir obediencia.

Ellos rodearon el escenario, pegándose de espaldas a sus paredes, como si quisieran demostrar aún más que me tenían apresado.

Ví a Felicios acercándose entre la multitud, con sus facciones llenas de satisfacción y triunfo. Rebosando felicidad por haberle arrebatado la "compra" a su rival.

Me miró y sonrió.

- Vaya, esto sí merece ser llamado una casualidad ¿No lo creés? - preguntó sarcástico.

- Si solo querías fastidiar a ese trío de locos que casi me compra, ya lo lograste. Ahora, déjame ir. - propuse seguro.

Los guardias y el promotor del show rieron estruendosamente al oír mi intento de negociación.

- No tengo ningún interés en tí, de hecho, me irritas. Pero me temo que las cosas no son tan sencillas, moreno. - respondió serio.

Se acercó a mí y me miró con detenimiento. Instintivamente, me alejé para evitar su contacto, desconfiado.

- Quédate quieto, que no voy a hacerte daño. -

Me quedé estático, pensativo, ya que su petición era extraña y podía ser peligrosa. Pero supe que no tenía el lujo de escoger otra opción, acorralado como estaba. Fué así que le seguí el juego y me quedé quieto, mirándole torvamente.

- Buen chico... - se atrevía a hablarme como a una mascota, el desgraciado.

Se acercó aún más, quedando a pocos centímetros de mí. Me limité a observarlo con desconfianza.

Luego, levantó sus manos lentamente y las dirigió a mi cuello, estirando los dedos con intención de tomarlo. Eso me espantó y me moví frenético, evadiendo su agarre.

- Ya he dicho que no voy a lastimarte, estáte quieto. - advirtió, fastidiado.

Supuse que debía "confiar", pues negarme haría las cosas más difíciles.

Fué entonces que rodeó con ambas manos mi cuello. Lo miré receloso, y él me dedicó una media sonrisa.

Apretó sus manos con fuerza y creí que, efectivamente, iba a asfixiarme. Pero me soltó al instante, justo después de ejercer presión. Fué muy rápido.

- Desde ahora eres no más que mi pertenencia, mi objeto, y tus derechos como ser vivo han de ser erradicados. Eres mío y serás mi fiel sirviente hasta el fin de tus días. - afirmó serio, mirándome.

Luego de decir semejantes palabras, agregó una frase que me hizo erizar la piel:

- Nomini meo, hoc clauderent contractus. -

Me exalté, ya que sentí un fuerte ardor en mi cuello, que se acentuaba con fogosidad donde él había apretado sus dedos. Como si un cruel collar de hierro ardiente quemara la tierna piel de mi cuello. Me llevé las manos a la zona de dolor y dejé salir unos leves alaridos.

La extraña frase que dijo era claramente en latín. Siendo un italiano críado en un colegio religioso, me resultó inmediato entender una parte. Comprendí lo primero: "Nomini meo" que se traducía como "Mi nombre".

Al desaparecer la sensación de ardor en mi cuello, instintivamente intenté verlo, pero obviamente fué imposible. Me desesperé y toqué frenéticamente la zona, queriendo saber qué me había hecho. No sentí nada fuera de lo normal al tantear la zona.

PARADISO (+18/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora