Dormía plácidamente, cosa rara debido a las pesadillas y confusos sueños húmedos que solían acometerme, cuando despierto lentamente. El sonido de las pisadas de Felicios, que bajaba por las escaleras, me sacó del dulce abrazo de Morfeo.Me incorporé con calma, fregando mi rostro con ambas manos, recostado sobre aquél suave futón del salón principal, que me servía de dormitorio.
Mi vida de "sirviente" retomaba su curso, y nada me inquietaba más que eso.
El rubio se acerca lentamente, despeinado y vistiendo solo una camisa de seda y ropa interior, siempre de finos detalles y lujo. Era increíble como en las situaciones más informales seguía viéndose como un príncipe. Noto que ni siquiera lleva sus característicos tacones: está descalzo, desplazándose por la alfombra. Recién se despertaba.
- Levántate rápido y hazme el desayuno. Espero en la cocina. - me dice adormilado y me da la espalda, dirigiéndose a la cocina.
No logro acostumbrarme al arrogante trato del muy desgraciado.
Me levanto, ya enfadado, y me dispongo a calzarme para ir a la cocina. Sé que no servirá de nada oponerme ahora, así que me mantengo tranquilo y obediente. No durará mucho.
Llevo puesta la misma ropa de hace casi un mes. Tengo solo dos mudas de ropa, cuando una se ensucia, uso la otra y viceversa. Son dos camisas y dos pantalones que tomé de la habitación del rubio cuando no estaba, pues no tengo ropa propia. La ropa con la que caí en éste espiral de depravación, llamado infierno, debe estar desechada en algún remoto confín. Felicios no me dijo nada sobre ésto. No quise usar otras prendas suyas porque prefiero evitar deberle favores.
Ya en la cocina, con mi melena negra despeinada, me dispongo a preparar unos rápidos panqueques y café. Sí, en el infierno puedes cocinar panqueques y tomar café: la comida humana parece predominar aquí. Es extraño, luego indagaré en ello.
Fuera de mis pensamientos, en silencio, observo a Felicios de reojo.
Fué un error hacerlo. Él detecta las miradas al instante y las devuelve, como para hacer saber que tiene un instinto infranqueable, que es un ser superior que no puede ser espiado.
Sus celestes orbes pícaros se posaron en mí y desvié la mirada con nerviosismo. Él sonrió.
Es peligroso mirarle demasiado. Quizá su condición de demonio lo hace, a veces, encantador. Quiero liberarme de él y de su correa, de su trato soberbio, de todas sus actitudes de emperador. Me repugna. Y aún así, es tan hermoso que no hace más que confundirme. Sé que suena estúpido, pero es lo que me sucede.
Todo éste mes que conviví con él pacíficamente hizo que me diera cuenta lo difícil que es no sentirme atraído a él. Todas las veces que llegó muy tarde por la noche, ebrio y quizá drogado, tambaleándose, semidesnudo y agitado por un muy reciente y evidente contacto sexual... esas veces realmente sentí que lo deseaba. Pero por suerte no soy tan estúpido como para cometer ese error fatal. Eso solo me daría más y más problemas que no necesito.
Debo enfocarme en aprender cómo llevar a cabo el ritual para comunicarme con mis familiares. Ése es mi objetivo actual.
Desayunamos, inesperadamente en silencio, pues lo normal es que nos ladremos como perros. Una vez terminamos, junté los restos de comida y la vajilla y me dispuse a salir.
- Valentino. -
Oigo su profunda voz llamándome y volteo hacia él, observándolo expectante.
- Sube a mi cuarto y ponte algo elegante, en instantes nos vamos. - habló serio.
Sin decir una palabra obedecí. Quería evitar, en lo posible, todo intercambio de palabras con el rubio. Siempre acabábamos discutiendo o peor, y ya había pasado tantas veces que terminó por fatigarme.
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PARADISO (+18/GAY)
ParanormalValentino es un joven intrépido recién llegado al infierno. Indignado por la falta de un pecado que justifique su estadía, busca respuestas. Las cosas no serán nada fáciles para Valentino, menos cuando un poderoso demonio posa su interés en él... ¿C...