V - "Cattività"

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En su breve mirada, de ojos cristalinos, presentí una intención, algo que tramaba al verme. Pero aquella sensación duró muy poco, ya que, desinteresado, desvió su mirada hacia el cuarto en dónde sucedía el horror sexual.


Y aquello me dió un respiro. Pues temía que en su mirada meditase darme el mismo destino que al pobre muchachito.

Pero eso no solucionaba nada. Y el estrés subía y subía. Hubiera dado todo por detener por un mísero momento los sonidos húmedos y horrendos que escapaban por la puerta cercana.

Carmilla, de cabellos de oro, contemplaba la injusticia con indiferencia. Es difícil explicar con palabras las diversas sensaciones negativas, que uno siente, al ver a alguien sin inmutarse del sufrimiento ajeno.

Fué un momento indignante. Ella parecía estar aburrida, con su mirada perdida en un sillón beige, mientras violaban a alguien en la habitación contigua. Parecía ser normal para ella.

Y ese pobre chico... no quería siquiera pensar que estaba a pasos de él y no podía hacer nada. Y sus gritos dolorosos... No me atrevo siquiera a describirlos. Me estaban arrancando la estabilidad mental a pedazos.

Por si fuera poco, una fuerte incógnita se retorcía entre mis pensamientos: la parálisis.

"¿Cómo es que con un solo dedo, pueda alguien manipular de esta forma mi cuerpo? ¿Es que aquí todos tienen poderes sobrenaturales?" Pensé.

No pude detectar líquido o sustancia alguna que pueda tener tal efecto en mí. ¿Entonces qué era?

Me sentía como si fuera parte de una película fantasiosa de mal gusto.

Habían pasado unos cuantos minutos, diría 20, en esa situación. Y fueron eternos. No aguantaba más, esos sonidos, la culpa, la confusión, la impotencia, el temor a ser el siguiente.

No podía gritar ni hacer movimiento alguno, así que cerré los ojos y dejé que mi mente me llevara. Que me deje huir de tan aberrante situación. Deliré, transformé mis pensamientos en desesperadas herramientas para olvidarme de todo lo que me rodeaba. Estaba exhausto.

"¿Es ésto real? ¿El infierno? Esto no es el infierno, me estoy creyendo un apodo tarado. ¿Qué he hecho para merecer esto? Quizás todo sea una broma, una cámara oculta, quizás todos estén actuando. Si, una broma de mal gusto, debe ser eso. Quiero ir a casa, olvidé darle de comer al gato" Divagué.

Pero aquello fué breve, una extraña sensación de asfixia me sacó de mis pensamientos: me estaba ahogando.
No podía contraer ni expandir mis pulmones. Me ví sumido en la desesperación.

El rubio, Felicios, causante de mi parálisis total, se dió cuenta y separó de mala gana su dedo de mi frente. Al instante, tomé una fuerte bocanada de aire y mis pulmones volvieron a su labor. Tosí varias veces, pues había sido intenso. Volvió a tocarme la frente, cuidándose de no darme tiempo para recuperar mi movilidad, y ésta vez el efecto de la parálisis no fué tan severo.

Era tan intrigante aquello que me hacía, parecía poder regular la dosis de parálisis que causaba. Jamás había oído, ni visto, ni leído de alguien o algo con tal habilidad.

- Se me fué un poco la mano. - dijo refiriéndose a la parálisis - Igualmente eres más delicado de lo que imaginé. - agregó, riendo.

Me limité a mirarlo con indiferencia, ¿qué más podía hacer?

Él me ignoró nuevamente, dirigiendo su atención a la pelirroja desmayada. Anhelé que no tuviese en mente hacerle algo.

Evitando mirar hacia la habitación donde ocurría la desgracia, fijé mi atención en Felicios, y noté algo extraño en su actitud. Él no mostraba indiferencia hacia la brutal escena, como su hermana, sino que se mostraba disgustado, sacudiendo nerviosamente el pié, impaciente.
Pero no, no se dignó a ayudarlo.

PARADISO (+18/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora