VIII - "Addormentato"

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Volteé y al mirarlo mejor confirmé que, efectivamente, era Felicios. El rubio me había encontrado, de nada sirvió todo lo que había hecho para camuflarme.

Lo miré perplejo y retrocedí, acorralado, pues no esperaba cruzarme con su presencia.

- Hola, moreno... ¿Así que te gustó mi baile? - preguntó sonriente, poniéndose cerca.

- No.  - respondí seco, retrocediendo aún más. Me ponía nervioso.

- ¿Qué eres, un gay de closet? Vamos, sé un poco sincero contigo mismo, te ha encantado. - soltó bufón.

- No, cállate. ¿Por qué me persigues así, eres un guardia acaso? -

- Oh no, no lo soy, soy más que un simple guardia. Pero no estoy aquí para charlas, zorro escurridizo. Se acabaron tus paseos, tiraré de la correa y volverás a tu jaula. -

- Antes muerto. - respondí tosco.

Asesté un golpe a su rostro, pero lo esquivó ágilmente. Entonces lo pateé en el estómago, pero ni siquiera lo rocé. Su agilidad era de otro mundo. Él reía, como quien ríe de los berrinches de un niño enojado.

"Lo odio." - pensé furiosamente.

Pues no había mayor molestia para un púgil callejero como yo, que ser ridiculizado en un simple forcejeo como éste.

- Déjame de una maldita vez. Tú me soltaste, tú me liberaste, así pues, déjame. - grité frustrado.

Él hizo una mueca de ridiculez ante mi respuesta.

- Te liberé para mi propia diversión, no te hagas esperanzas, ahora debes volver a donde perteneces. Y otra cosa te voy a decir, eres muy osado ¿Sabes? Si supieras quien soy, me rogarías perdón al instante. - pronunció, seguro de sí.

- Ni al mismísimo diablo le rogaría perdón. - respondí tenaz.

Él levantó una ceja y habló con superioridad, serio.

- Yo soy peor que el mismísimo diablo. -

Iba a responderle, pero me tomó del cuello y me arrinconó contra la pared. En un movimiento muy rápido e inesperado, me besó. Me resistí brutalmente, y al parecer en vano. ¿Por qué hacía ésto?

Sus ojos, por un momento, mientras me miraban, sádicos, se iluminaron. Brillaron entre las sombras del salón, como una atrayente piedra preciosa. Puedo jurar que hizo algo con ellos.

Sentí su lengua irrumpir en mi boca, moviéndose como una serpiente, y se la mordí en un intento de que me soltara. Gimió de dolor y apretó los ojos, pero no me soltó. No era una persona normal para nada.

La lengua le empezó a sangrar, y pude saborear el gusto asqueroso de su sangre, ese característico sabor metálico. Un hilo del espeso líquido carmesí goteaba por la comisura de sus labios.

Me soltó y tosí varias veces, su saliva era espesa y su sangre aún más. Tragué parte de ambas.

- ¿Sabe bien? - bromeó, secándose la sangre que resbalaba por su mentón.

Lo que me había hecho me resultó depravado de su parte, y furioso, intenté golpearlo otra vez, pero fué inútil, pues tomó mi brazo y lo colocó rápidamente tras mi espalda.

PARADISO (+18/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora