XXIV - "La Brutta Riunione"

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Una vez me despertó, Felicios se alejó tranquilo hacia el portal, dirigiéndose a los roperos de su habitación, a despojarse de las prendas y a vestirse para la ocasión. Pues, me llevaría consigo a una "fiesta".

A decir verdad, temía qué tipo de fiesta podría ser. Luego de conocer los antros que el rubio gustaba de frecuentar, era imposible no sentir una creciente ansiedad.

Pensando éstas cosas, me encontraba allí sentado, en el sillón donde había dormido con dificultad toda la noche. Gracias a las cálidas temperaturas del infierno, no había pasado frío alguno, pero aunque era un sillón de la mejor calidad y comodidad, sus mullidos almohadones no fueron de mucha ayuda. Pues el espacio de un sofá nada tiene que ver con el de una amplia cama.

Al instante, mi relativa calma se desvaneció. Pues me horroricé, recordando la pesadilla que me había acometido por la noche. Un sueño erótico con Felicios no hacía más que confundirme, pues yo mismo estaba seguro de que la balanza tenía más peso del lado del odio, que del deseo por él.

Aquello era inaudito, sin mencionar que rarísima vez tenía ese tipo de sueños. Y la mente, como la gran embaucadora que suele ser, no me permitía olvidar lo que mis sueños habían tejido. Cuanto más luchaba por olvidarlo, más le daba vueltas al asunto.

Ocultando mi turbado ánimo, me incorporé y, acercándome por el portal de su habitación, pregunté al demonio de rubios cabellos:

- ¿A qué fiesta piensas llevarme, Felicios? ¿Cómo es? ¿Qué se celebra? - pregunté intrigado.

El rubio, aún vistiéndose, desarreglado, con una opulenta camisa mal abrochada, mientras calzaba unos negros pantalones de traje, respondió:

- Vaya, pensé que con lo terco que eres, no aceptarías venir por las buenas. Me alegra no tener que gastar tiempo forzándote. Y pues, sobre la fiesta no hay mucho que decir. Es el cumpleaños de un viejo conocido. Solo es una fiesta y ya, Valentino, ¿Nunca has ido a una o qué? - habló con calma, desinteresado.

Me irritaba su siempre soberbio hablar, pero supe ignorarlo y volví a cuestionarle:

- No juegues conmigo, Felicios. Sabes bien a lo que me refiero, una fiesta infernal no debe tener absolutamente nada en común con las fiestas que yo conozco. Dime entonces ¿Cómo son las fiestas aquí? - volví a interrogar, firme.

Él suspiró sonoramente y me ignoró.

- Mira, no necesito tu atención, pero ¿Por qué tengo que ir contigo? -

Él, que estaba de espaldas, volteó su rostro, y con torva expresión, clavó su mirada furiosa en mí. Y aunque sus ojos me amenazaban como los de una pantera acechante, mantuve firme la compostura.

- Vienes conmigo porque mi familia quiere matarte, no puedo dejarte suelto por ahí. - dijo entre dientes, y continuó - Mira Valentino, deberías considerar lo bien que me estoy portando contigo. ¿Crees que te debo algo, que tengo la obligación de responderte a todo? Eres mi sirviente, no confundas roles. - finalizó irritado, clavándome la mirada.

Supe que la discusión se pondría peor. Y sabía que no me convenía, pero no era capaz de cerrar los labios. De quedarme quieto y dejar que me ponga el collar de perro.

- ¿Esperas que te trate como a un amo? Nunca pedí ser tu sirviente ni ser tu conejillo de indias, me has forzado a todo ¿Y esperas gratitud? - contesté, indignado.

Felicios, sin terminar de vestirse aún, dejó de lado su cambio de ropa para acercarse a mí, imponente. Acercó su rostro, a centímetros del mío, y nuestras miradas se cruzaron como la de dos animales a punto de acometerse.

- No quiero gratitud, quiero obediencia. - me respondió, con voz firme, imperioso.

La sangre me hervía por las venas. Tanta bronca llevaba encima, tan injusta me resultaba mi estadía en éste desdichado lugar. ¿Qué razón había para soportar tanta humillación?

PARADISO (+18/GAY) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora