The Marauder's Map

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El tiempo siguió transcurriendo en Hogwarts, y Harry se vio obligado a seguir con su vida. En Clase de Defensa Contra Las Artes Oscuras, después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos debatalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que cruzaban sus estanques.

Harry habría querido que sus otras clases fueran igual de buenas que las de Remus, quizás era por el cariño que tenía.

Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su difunta abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido y Lily mucho menos, que sí hizo algo al respecto.

A la primera mención del profesor Lupin o cualquiera de los merodeadores, aparecía en los ojos de Snape una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca y ahí fue cuando Lily armó otra casa de putas. Era la primera vez desde que comenzó en Hogwarts que le dirigía la palabra y fue para no bajarlo de incompetente y decirle hasta de lo que se iba a morir si seguía tratando mal a Neville.

La historia del Boggart de Harry también se había hecho bastante popular, y todo se dividió en formas muy diferentes. Algunos lo miraban como si tuviera una enfermedad terminal, otros se burlaban, otros susurraban cuando lo veían, pero lo que más lo sacaba de sus estribos era que le mencionaran cuanto les gustaría cogerse a su mamá, de lo buena que estaba y todas esa fantasías sexuales que tenían con ella. Gracias a eso, ya no le molestaba en meterse en peleas, pero nadie sabía por qué, Harry no quería decir las barbaridades repugnantes que escuchaba.

Había pasado todo ese tiempo evitando hablar tanto con Remus como sus padres o Sirius, incluso Regulus. No quería escuchar nada sobre ese Boggart nunca más.

Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, procurando olvidar que sus ojos se llenaban de lágrimas cada vez que lo miraba. No le podía gustar la profesora Trelawney, por más que unos cuantos de la clase la trataran con un respeto que rayaba en la reverencia.

Parvati Patil y Lavender Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre de la profesora Trelawney a la hora de la comida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ignoraban. A Harry le molestaba en sobremanera esa actitud, como si juntarse a comadrear fuera la gran cosa. Aunque últimamente todo le molestaba, hasta que respiraran cerca suyo. No era nada personal con ellas, no la estaba pasando bien.

Habían comenzado a hablarle a Harry en susurros, como si se encontrara en su lecho de muerte. Sobretodo desde que lo de Peter Pettigrew y la historia real había salido en El Profeta, pero había muchas cosas que Harry aún no sabía y quería que le dijeran la verdad, habían muchas cosas que no calzaban, pero eso implicaba tener que hablar con alguno de sus familiares, lo cual significaba hablar del Boggart y de su decadente estado de ánimo. Y en ese tiempo, Sirius le regaló a Ron una pequeña lechuza igual de caótica que él, que nombraron Pogwidgeon.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que encontrarse entre las más aburridas criaturas del universo. Harry adoraba la asignatura, adoraba a los animales y adoraba aprender de ellos, pero no de esa forma. Se le rompió aún más el corazón al ver que algo que tanto disfrutaba se había vuelto tan aburrido.

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