Friends don't lie

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Harry permaneció sentado, consciente de que todos cuantos estaban en el Gran Comedor lo miraban. Se sentía aturdido, atontado. Rápidamente se sacó la peluca y el bigote y se encogió en su asiento.

Debía de estar soñando. O no había oído bien. Nadie aplaudía. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Harry, que seguía inmóvil, sentado en su sitio. En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y seacercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente y luego Lily comenzó a alegarle. Su voz enfurecida era la que más se escuchaba, pero no se entendían sus palabras.

Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo. Harry se volvió hacia Draco, que le estaba dando una mirada de como si se sintiera traicionado. Más allá de ellos, vio que todos los demás ocupantes de la larga mesa de Gryffindor lo miraban con la boca abierta, y Neville, lleno de pánico.

—Yo no puse mi nombre —dijo Harry, totalmente confuso—. Ustedes lo saben.

Hermione y Ron le devolvieron la misma mirada de aturdimiento. En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

...

—¡¿Como es posible que no pueda pasar ni un solo año donde no se vea en un peligro mortal?! —dijo James indignado.

—Por ningún motivo vamos a permitir que participe. Ninguna posibilidad. —sentenció Lily.

Harry se dirigió hacia ellos, que estaban fuera de la sala. Se había ido a cambiar de ropa rápidamente, porque no pensaba en ir hacia allá con falda, medias y dos melones bajo un brassier que le había prestado Hermione. Se puso la ropa que le había prestado Fred y nunca más le devolvió; el hoodie negro y los sweatpants grises, que aún conservaban su olor.

Cuando Harry entró junto mirando a sus padres, las caras de los retratados se volvieron hacia él. Vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotesde foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.

Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Cedric iba disfrazado de vampiro, Krum de Jason, pero se había quitado la máscara y Fleur de ángel.

Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Delacour lo miró cuando entró y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.

—¿Qué haces acá? —preguntó Harry viendo a su padre.

—Por supuesto que tenía que venir, esto es... completamente inaudito.

Harry se quedó allí quieto, mirando a los tres campeones, sorprendido de lo altos que parecían. Y a sus padres, que nunca había sentido tan mayores, ni cuando era un niño pequeño.

Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Agarró del brazo a Harry y lo llevó hacia delante.

—¡Extraordinario! —susurró, apretándole el brazo—. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita —añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres—. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto campeón del Torneo de los tres magos?

Viktor Krum se enderezó. Su hosca cara se ensombreció al examinar a Harry. Cedric parecía desconcertado, pasó la vista de Bagman a Harry y de Harry a Bagman como si estuviera convencido de que había oído mal, Fleur Delacour, sin embargo, se sacudió el pelo y dijo con una sonrisa:

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