Carry me with all of my regrets

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Pasaron varios días después del baile. Un poco más de un mes, y entre eso, pasaron cosas que Harry prefería no contar.

En el baño de prefectos con Cedric, en el dormitorio con Fred, en los vestidores de Quidditch con Cho, y donde fuera con cualquier persona que le mostrara un gramito de interés (que no eran muchos, solo a pocos que les había llegado cierto chisme). Menos con solo una persona que le tenia el suficiente cariño y respeto para mantener distancia.

La segunda prueba estaba cada vez más cerca y por más increíble que sonara, ya había descifrado ese huevo, solo que ahora tenía que conseguir algo para poder respirar bajo el agua.

—Podrías conseguir un tanque de oxígeno. —sugirió Draco.

—Ajá, tan fácil como pedirlo por Amazon. —le contestó Harry sarcástico.

—Hermione, tú eres la Ravenclaw, ¿qué hacemos? —le dijo Ron.

—Ya les he dado muchas soluciones y ninguna le gusta al señorito. Ah, esto no sirve de nada! —se quejó Hermione cerrando de un golpe los Problemas mágicos extraordinarios—. Pero ¡quién demonios va a querer hacerse tirabuzones en los pelos de la nariz!

—A mí no me importaría —dijo la voz de Fred Weasley—. Daría que hablar, ¿no?

Harry, Draco, Ron y Hermione levantaron la vista. Fred y George acababan de salir de detrás de unas estanterías.

—Hm... —se quejó Harry.

—¿Como van? —Fred lo abrazó por atrás.

—Horrible. Me voy a ahogar en el lago.

—¿Qué hacen aquí? —les preguntó Ron.

—Buscarlos —repuso George—. McGonagall quiere que vayas, Hermione.

—¿Por qué? —dijo Hermione, sorprendida.

—Ni idea... pero estaba muy seria. —contestó Fred.

—Tenemos que llevarte a su despacho, estás en problemas y te van a expulsar, y desollar y...—explicó George.

Hermione miró a Harry, que sintió un vuelco en el estómago.

—Bueno... yo me voy también. Nos veremos en la sala común —le dijo Draco a Harry al levantarse con Hermione, que parecía nerviosa—. Llévate todos los libros que puedas.

—Bien —asintió Harry, incómodo. Hacia las ocho, Madame Pince había apagado todas las luces. Ron y Fred se quedaron con Harry—. No quiero hacer esto. —soltó.

—Tú puedes. ¿Qué es lo que más valoras?

—No tengo idea, quizás a mi mamá. No sé. Mi gato... Whatever.

No encontró nada en Magia disparatada para brujos disparatados, ni tampoco en Guía de la brujería medieval, ni una mención a proezas submarinas en la Antología de los encantamientos del siglo XVIII, ni en Los espantosos moradores de las profundidades, ni en Poderes que no sabías que tenías y lo que puedes hacer con ellos ahora que te has enterado. Crookshanks se subió al regazo de Harry y se ovilló, ronroneando.

La biblioteca se fue vaciando poco a poco.

—Me rindo. No puedo. No tendré más remedio quebajar al lago mañana y decírselo a los jueces...

—¡Claro que puedes! A ver...

—¿Ya terminaste, Harry? —Neville se sentó con ellos.

—No, no puedo con esto.

Neville le echó un vistazo al libro.

—Sabes, si te interesan las plantas, deberías leer la Guía de herbología de Gowshawk. Un mago en Nepal está haciendo árboles que resisten la gravedad.

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