Prólogo

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Qué bonita época la del 2011. El Capitan America había sido descongelado, las Kardashian estaban en su auge, Miley Cyrus todavía no se volvía loca y Justin Bieber estaba iniciando y parecía como si lo único que importara en la vida era si eras team Edward o team Jacob.

El mundo mágico al fin cedió a adaptarse a las necesidades básicas de los tiempos, visto al incremento de magos mestizos o nacidos de Muggles, no solo en el aspecto de usar baños con cañerías, sino que incorporar lápices, cuadernos, electricidad y todas sus maravillas, cediendo no solo a la tecnología, sino que al capitalismo también, y por ende a la maravillosa globalización, logrando un perfecto equilibrio entre incorporar desde artefactos hasta música y ocio muggle como música y cine, y mantenerse ocultos de éstos. Claro que todo de cierta forma a su manera, pues las familias más conservadoras o alejadas no estaban demasiado al tanto como las de magos mestizos o nacidos de Muggles, claramente.

El único hijo de los Potter se encontraba en el sillón de su casa, comiendo galletas hipnotizado con la televisión junto a su gato Crookshanks.

—¡James! ¿Qué te dije sobre que Harry viera Los Simpsons?

—Déjalo, hacen bien para la salud.

—Tiene diez años.

—Me parece una edad decente —dijo él dándole un sorbo a su café—. Mientras más le prohíbas cosas a ese niño, más las va a querer hacer. Ya viste lo que pasó con el helado, y ahí lo tenías a las tres de la mañana asaltando el refrigerador y luego con dolor de cabeza y estómago.

Lily se puso una mano en la cadera.

—Lo consientes demasiado.

—Tú también. Y no hagas como si no te gustan los Simpsons. A mí me gustan.  Las cosas Muggles son interesantes.

—Bueno. Ya tenemos que irnos...

Habían pasado casi diez años desde esa noche de Halloween en la que Lily Potter había llamado a su hermana Petunia con la voz temblorosa, diciéndole lo cerca que estuvo de morir y cuanto hubiera lamentado hacerlo sin haber arreglado las cosas com su hermana. Que no es lo que su madre les había enseñado y no lo que ella hubiera querido.

—¿Tenemos? —le susurró James.

Lily le lanzó una mirada seria y fue con Harry.

—Cariño, sube a lavarte los dientes, debes llegar a tiempo para el cumpleaños de tu primo.

—¿Tengo que ir? —Harry la miró—. No me cae bien, grita mucho y se porta muy mal.

—Es tu primo, Harry. Sabes que no tiene amigos... solo es un día. Solo ignóralo cuando grite.

—Es que siempre me pregunta de la cicatriz...

—Dile lo que siempre le dices. Ahora ya, a lavarse los dientes.

Harry soltó un suspiro y tomó el plato con galletas para dejarlo en la cocina. En ese momento, una lechuza se posó en la ventana dejando un montón de cartas sobre la mesa.

—Gracias —le dijo Harry antes de que se fuera—.¡El correo! —Harry tomó las cartas y fue al comedor junto a James, el cual miró a Lily rápidamente.

—Déjame ver —las tomó—. Cuentas, cuentas... orden —la separó para dársela a Lily—. Cuentas, orden... ah, esta es para Harry, te escribió Neville.

Harry le arrebató la carta y abrió el sobre.

—Harry, léela mientras te lavas los dientes, sube —El mencionado no dijo nada y subió con los ojos en la carta—. Ya va a llegar. Todavía no es época, solo falta un poco. No sé de qué te preocupas, James.

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